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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

Mons. Romero ¿el patrón de los “revolucionarios”?

“Todas las ideologías que justifican el asesinato acaban convirtiendo el asesinato en ideología” (Isaac Rabin). “Y es que la ideología tiene que ver directamente con el encubrimiento de la verdad de los hechos, con el uso del lenguaje para ofuscar u opacar la realidad, al mismo tiempo que nos vuelve “miopes” (Paulo Freire).

“Hay quienes se revelan amargamente contra no saben qué porque surgió no saben cuándo” (Chesterton), asegurando que ello es, con ciego entusiasmo, la solución a todos los problemas. Es cierto que existe un sistema económico perverso, y una negativa concentración de propiedad y poder, y que estamos llamado a cristianizar las estructuras de pecado. Pero sin olvidar que la justicia plena no es de este mundo; como dijo Jesús, “a los pobres los tendrán siempre con ustedes”.

Quien quiera auto-engañarse pensando que el Papa canonizó a Mons. Romero para congraciarse con sectores –mal llamados “progresistas” o revolucionarios–, ignora lo que se requiere para tal efecto.

“Sin dejar de ser de competencia exclusiva del Pontífice, al acto de la canonización precede un verdadero proceso judicial de los más rigurosos que existen en el mundo. Baste decir que una causa de canonización se desarrolla generalmente durante decenios, y no es extraño encontrar causas que han durado siglos. Para llegar a la canonización de un fiel se siguen varios procesos ante diversos tribunales –muchas veces en países distintos– e intervienen diversos organismos de la Santa Sede. Con el paso de los años, hasta llegar a la declaración de canonización, pueden haber intervenido decenas de jueces y oficiales especializados de la Santa Sede que examinan con detalle todos y cada uno de los pasos que se han dado”. (Pedro María Reyes V.).

Llamarse o proclamarse “cristiano” implicar ser y andar como Cristo, que pasó haciendo el bien y proclamando el Reino de Dios, “que no es comida ni bebida, sino justicia paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14,17). No podemos llamar “lucha por la justicia” a la expresión desordenada de un vigoroso resentimiento. La “perfección social” llegará con la Segunda Venida de Cristo (Parusía).

“Yo quisiera hacer un llamamiento […] a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles… Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: “No matar” […] Obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión”.- Mons. Romero

Mons. Romero fue un hombre de oración, asiduo a los sacramentos, y profundamente eclesial. Pacífico y pacificador (Premio Nobel de la Paz 1979) y no un utopista esclavo de sus pasiones, pues no se violentó contra sus perseguidores, los amó y rezó por su conversión. Nunca pretendió ser mesías social, su profunda humildad contrastaba con esa idea. Él sabía que ser testigo de Cristo es suficiente para una evolución hacia la auténtica paz.

Por ello, excusarse en su figura para justificar causas violentas y radicales, es no querer entender a Mons. Romero.

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