Hace unas semanas en la universidad donde trabajo (Universidad de Piura, campus Lima) obtuvimos dos cuerpos humanos para las clases de anatomía. No es sencillo conseguir cadáveres, y una vez obtenidos, es preciso realizar todo un delicado y laborioso proceso de preparación y conservación para que los alumnos puedan acceder a ellos. Punto final de ese proceso fue la bendición de los mismos, actividad que como capellán me fue encomendada.
En realidad la bendición fue “apurada” por el personal de seguridad y de limpieza, a quienes inquietaba que estuvieran los muertos ahí y, según la creencia popular, les preocupaba que comenzaran a “penar”. Dicho con sencillez, les daba miedo. Personalmente les animé a no tener miedo a nada, porque estamos en manos de Dios, o en todo caso a los vivos, no a los pobres difuntos que en paz descansan. Pero accedí a su petición, coincidiendo con el final de los preparativos médicos para poder comenzar a trabajar con ellos. Invitamos a los alumnos de primer año de medicina, que ya trabajan con cadáveres.
Después, el Departamento de Comunicación elaboró un video donde hablaba de su labor con cadáveres y de su respeto por quienes otrora fueran personas humanas. El cuidado, respeto y delicadeza referidos al cadáver son manifestación del respeto a la dignidad humana. Si en este caso se “utilizan”, es sencillamente porque se ponen al servicio del conocimiento, con la finalidad de salvar vidas y, sobre todo, porque ya no son personas.
Curiosamente, para mi sorpresa, los del Departamento de Comunicaciones y la Escuela de Medicina, el video se hizo viral, tuvo más de 64 mil visitas, se replicó más de mil veces, y tuvo centenares de comentarios. En los comentarios podía verse el impacto entre tres tradiciones culturales diferentes, y por ende, constituyen un interesante reflejo de la sociedad en la que vivimos y el vertiginoso cambio que experimenta.
En primer lugar estaban los consabidos comentarios positivos: “bien, ¡maravilloso!, la universidad promueve valores y respeto.” Obviamente, alumnos y profesores de otras escuelas de medicina no se iban a quedar atrás, y replicaban que en sus universidades también se respetaba a los cadáveres, no se los tomaba a juego, etcétera. Pero había también un grupo crítico, representante de una tradición diversa, que reaccionaba negativamente al video: “qué tiene que hacer un cura en un laboratorio, ¿estamos en el siglo 16?”, “estorba el sacerdote en el laboratorio, ¿todavía no se han enterado de que ciencia y religión están peleadas?” Es decir, los que tienen una visión negativa de la dimensión religiosa, espiritual y del sacerdocio, así como aquellos que aún creen en el mito de la oposición entre ciencia y fe se hacían presentes.
Pero aún más “tribus urbanas” hicieron acto de presencia dejando su comentario -que, no sobra decirlo, agradecemos, pues finalmente es publicidad- las cuales no estaban tanto polarizadas contra la religión; es decir, no eran un movimiento dependiente y residual del fenómeno religioso, sino que suponen un paso adelante, de mayor madurez e independencia intelectual. En efecto, por esa línea iban defensores de la libertad y el respeto, que nada tenían contra lo religioso: “¿por qué se bendicen los cadáveres?, ¿y si el difunto era budista o no lo hubiera deseado?, ¿no se le está imponiendo a la fuerza una práctica religiosa a un cadáver que no sabemos cuál religión profesó?” En el fondo, más que ir en contra de las manifestaciones religiosas, estos comentarios promovían el respeto a la autodeterminación de las personas, y al no poder saber con certeza cuál era la religión practicada en vida por el difunto, lo mejor, a su criterio, era no hacer nada.
Según el último censo, el difunto tenía más de tres cuartas partes de posibilidades de ser católico y un noventa por ciento de ser cristiano. Difícilmente hubiera sido budista, como ponía el comentarista de You Tube. Pero su opinión nos coloca frente a una línea de pensamiento que no considera en sí misma a la religión como algo valioso, y en la que prevalece un respeto absoluto a la libertad y autodeterminación. Es un choque de cosmovisiones, pues la perspectiva católica obviamente respeta la libertad; de ahí la tomo el paladín de la misma inconscientemente, pero también reconoce el carácter real y objetivo de lo sobrenatural. En consecuencia, independientemente de la religión que haya practicado, la bendición le supondrá un bien al alma del cadáver, al lugar donde se trabaja con él y a los estudiantes y trabajadores que lo manipulen.
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