En la semana que termina el cardenal Bertone declaró que “el celibato no es intocable” y que existen sacerdotes casados dentro de la Iglesia. Tengo la impresión de que el comentario tomó desprevenido a más de uno. Lo cierto es que el celibato está a debate dentro de la Iglesia y no de tiempo reciente.
Como historiador puedo afirmar que siempre lo ha estado de una u otra forma (como introducción al tema remito al excelente libro de Jean Meyer).
También me queda claro que la institución y el debate de nuestros días se entiende poco y mal. Vale la pena, pues, invertir unas palabras en el asunto.
Lo primero es entender que el orden sacerdotal es un sacramento que imprime carácter a la vida de un hombre y que sólo existe en las iglesias cristianas de tradición apostólica, que son aquellas fundadas por los apóstoles. Las más conocidas –que no las únicas– son las ortodoxas y la Católica Romana. El pastor protestante no es un sacerdote ni por analogía. Segundo, existen tres “grados” sacerdotales: diácono, presbítero y obispo. Tercero, el celibato es una disciplina de vida y puede ser modificada. Cuarto, el celibato es parte sustancial de la vida de los religiosos por lo que queda fuera del debate.
Es un error común pensar que la Iglesia Católica es monolítica. Nada de eso. A su interior conviven distintas tradiciones que se dejan sentir de manera especial en sus diferentes ritos. De forma un poco ruda se pueden dividir en dos: los orientales que suman más de veinte y, el latino que es el más conocido. Así, de manera muy general podemos decir que en las iglesias apostólicas –romana y ortodoxas– el celibato es opcional para los diáconos, obligatorio para los obispos y sólo en el rito latino del catolicismo romano lo es para los presbíteros. En cualquier caso, el matrimonio debe ser previo a la ordenación sacerdotal.
Pues bien, lo que actualmente se discute al interior de la Iglesia es el celibato de los presbíteros. Por citar un ejemplo, en el Sínodo episcopal sobre la Eucaristía (2005) Benedicto XVI lo puso a consideración de los prelados. La principal oposición provino de los obispos de rito oriental en cuyas iglesias es opcional. Afirmaron que, lejos de ser una solución, el presbítero casado conlleva muchos problemas, entre ellos su falta de disponibilidad para ponerse al servicio de la comunidad.
Como sea, el debate está abierto. El hecho es que en la Iglesia Católica, también en el rito latino, los hombres casados sí tienen acceso al sacerdocio. El problema, entonces, no radica en el celibato como tal, por mucho que éste escandalice a las buenas conciencias de nuestros días. El problema es más complejo y afecta a la forma de ser Iglesia, de vivir la comunión de los bautizados, de peregrinar como pueblo de Dios, la forma de ser dentro del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, de lo cual platicaremos en próxima entrega.
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