El Catecismo de la Iglesia afirma de María: sus manos, sus ojos, su actitud son un “catecismo” viviente y siempre apuntan al fundamento, el centro: Jesús.
La Semana Santa es una experiencia que nos habla de la fragilidad, la debilidad, la angustia, el sufrimiento y la impotencia del Dios-Hombre frente a las autoridades.