Claro que es una gran pérdida. Claro que se deja un gran hueco. “El Chavo del Ocho” nos ha dejado y con él se llevó toda su grandeza: su capacidad de crear.
No me queda duda de afirmar que la gran riqueza de una persona está justo en su creatividad, en esa capacidad de salir de sí mismo y de inventar, de mostrar al mundo mil rostros nuevos, mil maneras diferentes de Amar.
Hoy México ha perdido gran parte de su riqueza, pero también –y eso lo creo firmemente– se ha detonado en nuestras mentes la necesidad de una mayor vecindad. Hoy, todos tenemos que dejar que ese “chavo” que llevamos dentro salga de su barril y se ponga a crear. Hoy todos tenemos el gran reto que un hombre nos dejó como posible, de seguir transmitiendo al mundo la alegría de vivir. Una alegría que se manifiesta en esa novedad eterna, en ese ser capaz de superar las circunstancias para hacerlas explotar y mostrar con ello algo siempre más valioso.
Por eso me atrevo a afirmar que “Chespirito” fue realmente un hombre vivo, justo por ser un hombre creativo. A Dios le pedimos siga compartiendo ese gran talento con el mundo y que nos salpique un poco por estos rumbos –como hubiera pedido el bueno de Eliseo– y que en este México lacerado por las cosas de siempre –corrupción, injusticia, impunidad, ignorancia, pobreza, pereza– surja ese espíritu creativo, ese espíritu “chespiritesco”, “cantinflesco”, “ponchitero”, que sin duda será capaz de darle la vuelta a nuestra realidad.
Gracias “Chavo” por dejar esa profunda inquietud en mi corazón y –estoy seguro– en el corazón de tantos que hoy nos vamos a dormir pensando “¿quién podrá salvarnos?” Sabiendo que la respuesta, de alguna manera, ya la tenemos: nuestra creatividad… No tengamos miedo a ser creativos en ningún nivel: en el trabajo, en la familia, en la Iglesia, en todo momento de la vida. No dejemos que este mundo sea más pobre, no lo privemos de nuestra creatividad y hagamos –con ella– un mundo mejor, un mundo más humano, un mundo más vivo.
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