La familia como faro de amor: El árbol de las manzanas

1) Para saber

Durante la Audiencia General del miércoles pasado, el Papa Francisco se refirió al anterior Sínodo sobre la Familia. Recordó que nadie ahí puso en discusión “las verdades fundamentales” del matrimonio: la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la apertura a la vida. Ello es en vistas a la próxima Asamblea General que tendrá lugar en octubre, para tratar sobre la vocación y misión de la familia.

El Papa agradeció a los medios de comunicación su labor, aunque recordó que durante el Sínodo su visión era al estilo de las crónicas deportivas o políticas, un equipo contra otro, pero eso no es así. El Sínodo no es un parlamento, sino un espacio protegido para que el Espíritu Santo pueda obrar.

2) Para pensar

Hace tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo quería mucho: todos los días jugaba con él, trepaba, comía sus manzanas, se columpiaba en sus ramas y dormía feliz bajo su sombra.

Él amaba al árbol y el árbol amaba al niño. El niño creció y ya no volvió a jugar. Un día el muchacho regresó y escuchó que el árbol le dijo ilusionado: “¿Vienes a jugar?” El muchacho contestó: “Ya no soy niño. Ahora quiero una motocicleta y necesito dinero”.

Lo siento, dijo el árbol, no tengo dinero… Pero toma mis manzanas, véndelas y obtendrás dinero.

El muchacho arrancó todas las manzanas y obtuvo el dinero. El árbol su puso feliz al ver al muchacho alegre, pero éste no volvió y el árbol entristeció.

Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol le preguntó: “¿Vienes a estar conmigo?” Le contestó: “No tengo tiempo. Ahora quiero una casa para vivir con mi esposa e hijos”. El árbol le dijo: “Corta mis ramas y constrúyela”. Cortadas las ramas, el joven no volvió y el árbol volvió a estar triste y solitario.

Cierto día el hombre regresó: “¿Vienes a estar conmigo?”, preguntó el árbol viejo. El hombre contestó: “Estoy triste y volviéndome viejo, quiero un bote para navegar”. El árbol dijo: “Usa mi tronco para que construyas uno y seas feliz”. Cortó el tronco, construyó su bote y se fue a navegar.

Ya anciano, regresó un día y vio sólo las raíces de aquello que había sido el árbol que tanto lo había amado y dado todo por él, sin que se lo hubiera agradecido. Entonces añoró el tiempo feliz junto al árbol y arrepentido lloró profundamente… esas raíces recibieron las lágrimas como agua para comenzar a renacer…

Esta puede ser la historia de cada uno. El árbol son nuestros padres. Cuando somos niños, los amamos y jugamos con ellos. Cuando crecemos los dejamos… sólo regresamos cuando los necesitamos o estamos en problemas. Ellos siempre están allí para darnos todo lo que pueden y hacernos felices.

Valoremos a nuestros padres sin ser malagradecidos mientras los tengamos y, si ya no están, que el recuerdo de su amor perdure para siempre.

3) Para vivir

El Papa afirmó que la misión de la familia cristiana es la de anunciar al mundo, con la fuerza del Sacramento nupcial, el amor de Dios.

Todos estamos llamados a esta tarea. Revisemos nuestro hogar para no ser ‘contagiados’ por una mentalidad mundana y egoísta. Que sepamos vivir ese amor y alegría en el mismo hogar de modo que se vuelva un faro de luz para la sociedad.

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