La Navidad celebra el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo único de Dios. Este hecho transformó la historia y desde entonces nada es igual, de tal manera que hay un tiempo antes de Cristo y otro después de Cristo.
“El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, reza la oración del Ángelus. En el primer domingo de Adviento de este año escuchábamos en la primera lectura la petición que clamaba para que Dios rasgara el cielo y bajara, y lo hizo, literalmente.
Cuando se celebra la Eucaristía, ciertos hechos se actualizan, no sólo los recordamos, sino que se hacen presentes; por eso, Jesús nace también hoy en esta Navidad de 2014. Así, más allá de la cena y las reuniones, la Navidad ha de celebrarse con la Santa Misa, que hace actual el Nacimiento de Cristo.
En general muchos nos acostumbramos a participar de la Misa durante la noche, pero ¿sabían que la fiesta de Navidad tiene cuatro Misas distintas? Sí, la de la víspera, que, como otras celebraciones, es después del atardecer del día anterior; la de la noche, que puede ser Misa de gallo; la de la aurora, justo al amanecer, y la Misa de día que es la que se celebra propiamente durante el día de Navidad, el 25 de diciembre.
Cabe señalar que cada una tiene sus lecturas propias.
La Misa de gallo adquiere ese nombre porque se celebra justo después del canto del gallo, es decir, a la medianoche, en el primer instante del nuevo día. Por lo que se sabe, fue el Papa Sixto III quién inició esta práctica en el siglo V, celebrando la Eucaristía “ante el pesebre”, en un oratorio de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma.
Claro que, por razones pastorales, los horarios se adecuan, pero lo más importante es no dejar de acudir a participar de la Eucaristía, porque ahí nos espera el Niño Jesús, para acunarse en nuestro corazón.
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