Cada Papa de la Iglesia Católica es el adecuado para el momento, pese a sus limitaciones humanas y aun grandes flaquezas, como en el tiempo de las investiduras y los escándalos sexuales de Alejandro VI, pues Jesucristo prometió estar con ella hasta el fin de los siglos.
Del siglo XX a ahora, vimos a Pío XII con su gran espiritualidad y sabiduría dirigir la Barca de Pedro en medio de la Segunda Guerra Mundial y frente al nazismo; Juan XXIII, con su aggiornamento, convocó al Concilio Vaticano II; Paulo VI lo realizó, difundió y puso en práctica sus enseñanzas; la luz fugaz de Juan Pablo I; Juan Pablo II llenó toda una época; Benedicto XVI, con su magisterio teológico, y Francisco acerca la Iglesia a los pobres, oprimidos y ovejas alejadas y que rehúsan salirse de ella.
No faltan campañas calumniosas de enemigos que torpedean la nave para quitarle fieles: Lutero, Calvino y demás líderes de la Reforma; anticlericales, modernistas, positivistas y quienes imputaron a Pío XII aliarse al nazismo contra los judíos, pero sus mentiras cayeron ante datos verídicos de su lucha por repatriarlos; también niegan el Holocausto ante los campos de exterminio y hornos crematorios, cuyos crímenes fueron fotografiados y filmados como testimonios indestructibles.
Vino el embate mendaz de que Juan Pablo II apoyó la pederastia y protegió a Marcial Maciel, sin ver que éste, con su mafia auténtica, repartió favores y consignas en la Curia para ocultar sus fechorías al Papa, que Benedicto XVI develó y castigó severamente.
Francisco perfeccionó esa sanción y se empeña en adecuar la Iglesia y la Curia a la era actual y a las peticiones de católicos segregados por sus culpas propias, porque al fin y al cabo son ovejas del redil.
No accederá a quedar bien. Deja expresar libremente todas las opiniones sobre temas controvertidos; observa y ha perfilado ya destellos de a dónde irá su reforma al concluir el Sínodo y ver sus resoluciones.
Esperará también que la comisión cardenalicia para reformar la Curia le entregue sus conclusiones; ya reformó la política económica para evitar cochupos financieros en la Banca Vaticana y destapó 15 lacras en la Curia, desde soberbia, mentira, modernidad mal entendida, afán de escalar cargos e irreligiosidad, que hace a miembros de los dicasterios vulgares burócratas.
No se crea que Francisco, por abrir el diálogo sobre cómo atender la Iglesia a los divorciados, claudicará en la doctrina de “proteger la vida humana y la familia”, primigenia célula de la sociedad, que debe ver por la procreación y educación de los hijos, sobre dar prelación al derecho de la mujer a cuidar su figura, ni permitirá a los padres no inculcar principios y modelar los caracteres a la prole.
Ciertamente, él aboga por que se redefina qué papel debe ocupar la mujer en la Iglesia, mas sin eximirla de su misión clave en la integración familiar.
Francisco, un Papa actual, une su forja espiritual e intelectual jesuita a su experiencia pastoral de párroco, arzobispo y cardenal de Buenos Aires.
En Navidad envió un mensaje a los refugiados en Irak, pidió orar por ellos, los de Siria y los perseguidos del mundo, que se asemejan al Niño Jesús, rechazado por los posaderos en Belén y expatriado a Egipto.
Como sus antecesores, sabe que su poder no es temporal, sino espiritual, y lo aprovecha en favor de la Humanidad, mejor que mandatarios que eluden aplicar su poder real.
No cesa de abogar por la libertad de perseguidos y solución de conflictos en todas las latitudes: como reveló la prensa universal, influyó en reanudar las relaciones de Estados Unidos y Cuba y finiquitar el bloqueo económico que fracasó y reforzó la dictadura castrista.
Aunque faltan medidas legales que difícilmente aprobará el Senado de EU o adoptará Cuba, por lo pronto se congeló la guerra fría y mayores remesas de los exiliados a sus familias y más facilidades para que visiten su terruño sin duda reblandecerán las férreas ataduras.
Ocurre, además, cuando Venezuela por crisis económica y política interna ya no abastecerá indiscriminadamente a su patrón, Cuba, ni a sus súbditos los tiranuelos caribeños que Hugo Chávez prohijó en Ecuador, Nicaragua, Bolivia y, en cierto modo en Argentina, al pervertir la democracia.
El liderato moral del Vaticano logró una carambola de varias bandas.
Ojalá la incapacidad oficial de México para abatir la violencia, corrupción e impunidad, que ha propiciado asesinatos de varios sacerdotes (el último del P. Gregorio López, en Guerrero) no evite la anunciada visita de Francisco a nuestro país, predilecto de Juan Pablo II, como lo reafirma esta anécdota:
Tras anunciar Juan Pablo la canonización de Juan Diego y que la haría aquí, en una junta de la comisión que preparaba su viaje, cuyo secretario era el P. Eduardo Chávez, mexicano que fungió de procurador de la causa del indio-vidente, su médico aconsejó al Papa desistir de venir a México por peligrar su ya precaria salud.
Y lo recalcaron cardenales y monseñores, ante un angustiado P Chávez.
Juan Pablo preguntó si habían cesado sus objeciones, y dijo: “Canonizaré a Juan Diego ante la Virgen de Guadalupe, así tenga que ir en silla de ruedas o en camilla, porque allí inicié prácticamente mi pontificado”.
Recuérdese que, en efecto, México fue el primer país que el Papa Wojtyla visitó como Sumo Pontífice y aquí inició su incesante peregrinar mundial.
Que el liderato del Papa Francisco nos guíe en el año que nace y el Niño de Belén nos depare alegría, seguridad pública, paz y aminore tanta explotación, corrupción y dolor humano.
@voxfides
comentarios@yoinfluyo.com