Este viernes 16 de enero, el Papa Francisco tuvo una agenda apretada. Muy temprano se realizó la ceremonia de bienvenida, seguida de la visita de cortesía al Presidente de Filipinas, Benigno Aquino, así como de un encuentro con autoridades del país y el cuerpo diplomático en el Palacio Presidencial, para después celebrar la Santa Misa en la Catedral de la Inmaculada Concepción, en Manila, y todavía por la tarde sostener un encuentro con familias.
Por lo que hace a las actividades de la mañana, en la primera de éstas se llevó a cabo la Ceremonia de Bienvenida al Papa, tras la cual siguió la visita de cortesía al Presidente filipino, donde el Santo Padre firmó el Libro de Oro, y luego un encuentro privado con el Presidiente Aquino, tras lo cual compartió unos momentos con la familia de éste.
En su discurso ante las autoridades y el cuerpo diplomático, el Papa Francisco mencionó algunos puntos centrales de su visita. “Mi visita es sobre todo pastoral. Tiene lugar cuando este país se prepara para celebrar el quinto centenario del primer anuncio del Evangelio de Jesucristo en estas costas”.
Expresó su cercanía hacia los afectados por el el tifón Yolanda. “De manera particular esta visita quiere manifestar mi cercanía a nuestros hermanos y hermanas que han tenido que soportar el sufrimiento, la pérdida de seres queridos, y la devastación causada por el tifón Yolanda”. Además resaltó lo edificante que fue la respuesta de ayuda mutua de la sociedad ante los trágicos sucesos. “Este ejemplo de solidaridad en el trabajo de reconstrucción nos deja una lección importante. Al igual que en una familia, toda sociedad echa mano de sus recursos más profundos para hacer frente a los nuevos desafíos”.
Lo anterior se relaciona con otro tema importante de su visita: la familia. “La familia, y sobre todo los jóvenes, desempeñan un papel fundamental en la renovación de la sociedad. Un momento destacado de mi visita será el encuentro con las familias y con los jóvenes, aquí en Manila. Las familias tienen una misión indispensable en la sociedad. Es donde los niños aprenden valores sólidos, altos ideales y una sincera preocupación por los demás”.
La Santa Misa con obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas en la Catedral de la Inmaculada Concepción fue presidida por el Papa Francisco, en cuya homilía expresó: “Todo ministerio pastoral nace del amor”. Y añadió: “Al igual que Santa Teresa de Lisieux, cada uno de nosostros, en la diversidad de nuestras vocaciones, está llamado de alguna manera a ser el amor en el corazón de la Iglesia”.
Dijo que estamos llamados a ser embajadores de Cristo y este embajador deber invitar a todos a renovar su encuentro personal con Cristo, pero no omite que el Evangelio también nos llama a examinar la conciencia y a una conversión constante, por lo que el cristiano está invitado a llevar una vida íntegra, por lo que las comunidades también deben de crear “ambientes de integridad”, así como redes de solidaridad.
Subrayó que “Los pobres están en el centro del Evangelio, son el corazón del Evangelio” y recalcó que los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas deben ser los primeros en recorrer este camino de conversión, y se preguntó ¿Como podemos proclamar la novedad y el poder liberador de la Cruz, si nosotros mismos no dejamos que la Palabra de Dios sacuda nuesta complacencia, nuestro miedo al cambio, nuestros pequeños compromisos con los modos del mundo, nuestra “mundanidad espiritual?”
Por otro lado, reconoció el amor del pueblo filipino a Dios Nuestro Señor, su piedad, así como su cariño a la Virgen María y al Rosario, y pidió que la conmemoración del Quinto Centenario de la evangelización de Filipinas se desarrolle sobre esta sólida base.
Finalmente concluyó: “Queridos hermanos obispos, sacerdotes y religiosos: pido a María, Madre de la Iglesia, que os conceda un celo desbordante que os lleve a gastaros en el servicio a nuestros hermanos y hermanas”.
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