El Papa Francisco presidió la Santa Misa en el Rizal Park de Manila este domingo 18 de enero a las 15:30 horas, como conclusión de su visita a Filipinas; la celebración contó con la participación de alrededor de siete millones de fieles. Un registro histórico.
Después del Encuentro con los jóvenes, evento previo a la Misa, Su Santidad se reunió con el padre de la voluntaria Kristel Mae Padasas, fallecida el día anterior por el desplome de la estructura en Tlacoban. El papá de la joven manifestó que se encontraba trastornado, pero que le consolaba que su hija había podido colaborar en el encuentro del Papa con la gente.
Este domingo el pueblo de Filipinas que se reunió en la Eucaristía sumó dos alegrías más: la celebración del Santo Niño y la presencia del Papa. El pueblo filipino, de por sí fervoroso, acudió masivamente a la celebración de la Santa Misa, que contiene esta feliz coincidencia, el pueblo de Dios no se arredró ante la lluvia ni ante el viento.
En su homilía el Santo Padre dijo que la figura del Niño nos recuerda que todos somos hijos de Dios, que formamos parte de la misma familia, la familia de Dios. Destacó que ser el principal país católico de Asia es un don, pero también una vocación. “Los filipinos están llamados a ser grandes misioneros de la fe en Asia”.
Por otro lado, hizo mención de que, ante los problemas de la vida, tenemos la “tentación de resignarnos”, que la amenaza sobre el plan de Dios es la mentira, y que el diablo, el padre de la mentira, esconde sus engaños bajo sutiles ideas de ser “moderno” o ser como todos, lo que nos distrae, nos encierra en nosotros mismos y olvidamos lo importante, nuestra identidad. Pero el mensaje del Santo Niño nos habla al corazón y nos recuerda que “estamos llamados a ser la familia de Dios”.
Recordó que el Niño Jesús tuvo que ser protegido por San José, y tuvo una familia, la Sagrada Familia, y que ahora debemos proteger a cada niño y joven. También hay que defender a la familia “de los ataques y programas insidiosos contrarios a todo lo que consideramos verdadero y sagrado, a lo más hermoso y noble de nuestra cultura”.
Y encomendó al pueblo a la protección del Jesús Niño: “Ahora, al final de mi visita a Filipinas, los encomiendo a Él, a Jesús que vino a ustedes niño” para que sigan buscando integridad, la justicia y la paz. “Que el Santo Niño siga bendiciendo a Filipinas y sostenga a los cristianos de esta gran nación en su vocación de ser testigos y misioneros de la alegría del Evangelio en Asia y en el mundo entero. Por favor, recen por mí. Que Dios les bendiga”, concluyó.
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