Para vivir la Cuaresma / Globalización de la indiferencia

1) Para saber

Como es tradicional, cada año el Papa envía un mensaje de Cuaresma. Comienza por decirnos que este tiempo es de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero, sobre todo, es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2).

Al Señor no le somos indiferentes. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Pero ocurre que cuando estamos bien y a gusto, nos olvidamos de los demás, no nos interesan sus problemas y sufrimientos…

Señala el Papa Francisco que esta actitud egoísta, de indiferencia, alcanza hoy una dimensión mundial, hay una “globalización de la indiferencia”, que tenemos que afrontar como cristianos.

2) Para pensar

Recibí la siguiente historia que relata un médico que trabajó en África:

Una noche asistí a una madre en su parto, pero a pesar del esfuerzo, ella falleció dejándonos un pequeño y prematuro bebé y una niña de dos años que lloraba desconsoladamente.

Tuvimos grandes problemas para mantener vivo al bebé, pues no teníamos incubadora. Aunque estábamos en África, por las noches enfriaba. Una enfermera llegó preocupada a decirme que se le rompió la bolsa de agua caliente, ¡era la última! En nuestro pueblo no hay donde reponerla.

Le indiqué que pusiera al bebé cerca del fuego y se acostara junto a él para evitar corrientes de frío: “Tu trabajo es mantener con calor al bebé”.

Al mediodía, fui a orar con los niños del orfanato. Les conté de la bolsa rota, y el peligro que el bebé muriera si se enfriaba. También de su hermanita, que lloraba por su mamá.

Entonces una niña, Ruth, rezó: “Dios, por favor, envíanos una bolsa de agua caliente hoy, mañana será muy tarde, por favor envíala esta tarde. Y también ¿podrías enviarnos una muñeca para su hermanita?”

Yo fui sacudido con su oración. Creía en Dios, pero ¡que hiciera esto! Llevaba casi 4 años en África y nunca había recibido tal ayuda. Además, era improbable que enviaran una bolsa de agua caliente.

A media tarde, mientras estaba dando clases a los niños, llegó un paquete grande. Me emocioné y empezamos a desempacar.

Había unos 15 niños viendo. Saqué ropa de colores muy brillantes. Los ojos de los niños se iluminaron. Había vendas para los leprosos… Puse mi mano en la caja y… no lo podía creer. Sí. ¡Una bolsa de agua caliente! Lloré. No había creído que Él lo hiciera.

Ruth me dijo: “Dios también debe haber enviado la muñeca”. Y del fondo de la caja sacó una hermosa muñeca. ¡Sus ojos brillaban, ella nunca dudó! Me preguntó, “¿puedo darle la muñeca a la niña?, así sabrá que Jesús sí la ama”. “Por supuesto”, respondí.

Aquel paquete había viajado 5 meses. Lo enviaron mis compañeros de escuela. Era demasiado… pedí perdón por mi incredulidad. Se cumplió lo dicho por Isaías: “Antes que clamen, Yo responderé” (Is 65,24).

3) Para vivir

Si estamos dispuestos a ayudar a los demás, la mano de Dios no dejará de sentirse, pues Él actuará a través de nosotros. El Papa nos invita a rechazar esa indiferencia que nos entierra en nuestro egoísmo.

Dios no es indiferente, sino que nos ama, hasta darnos a su Hijo para nuestra salvación. Eso nos recuerda la Cuaresma: el amor de Dios y la posibilidad de retornar a Él.

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