¡Pobre Papa Francisco!, ¡cómo le ha llovido! Es verdad que el texto de su mail es poco feliz, y puede herir nuestra susceptibilidad, máxime que no es novedad el hecho de que el mexicano medio tiende con facilidad al resentimiento; una frasecita mal dicha y ya uno se siente. También es cierto que, aunque nos duela, años atrás tuvimos un incidente diplomático con Colombia por utilizar la frase “evitar la colombianización de México”. Ahora, como boomerang el destino nos la devuelve cruelmente, quizá por el hecho de no venir de un politiquillo cualquiera, sino del mismo Papa.
“Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización. Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror”.
Ante los reclamos oficiales, rápidamente el Vaticano aclaró que el Papa no pretendía herir los sentimientos del pueblo mexicano. Seguro que no pretendía hacerlo, pero de hecho hirió los sentimientos de muchos mexicanos (no me incluyo). La verdad no peca pero incomoda; es triste reconocer nuestra verdad.
En realidad no es tan triste reconocerla, de hecho continuamente lo hacemos, basta asomarse a las redes sociales y constatar cómo somos los reyes de la autocrítica: el gobierno, el narcotráfico, la violencia, todo ello es motivo de continua queja por parte de los mexicanos, pero como suele suceder, uno puede criticarse a sí mismo y decir lo peor de sí mismo, pero que no te lo diga otro…
No hace mucho, por ejemplo, bastante gente celebró el bicentenario de la independencia viendo la película mexicana titulada “El Infierno”, cuya temática es la violencia en el país al que se califica de infierno, insistiendo en que “no había nada que celebrar”.
Aunque nos duela reconocerlo, lo digo por experiencia, fuera del país lo que se escucha de México habitualmente es el tema de la violencia y el narcotráfico. Felizmente los Óscares ganados por “Birdman” han dado una nota más positiva, pero no es lo habitual.
No es de extrañar, aunque nos duela, que se haya acuñado la expresión “mexicanización”. En realidad, más que dolernos la expresión, debería dolernos y nos duele la realidad que representa, y sobre todo, el no tener para nada claro cómo saldremos del túnel.
En este sentido, creo que el Papa, pese a que dada su espontaneidad (que en otros aspectos tanto nos ha agradado) haya usado una expresión poco delicada, en realidad tiene un gran deseo de que este triste problema se solucione. De hecho, el crear cardenal al Arzobispo de Morelia es una señal del peso y la importancia que le da al problema. También tiene –por ejemplo– en primerísimo lugar el tema de los derechos humanos de los indocumentados, habiendo intercedido oficial y públicamente por ellos.
Personalmente creo que el ofendido es Francisco por una sencilla razón: Hemos hecho un drama de un comentario coloquial y privado del Papa. Quizá al hacerlo “olvidó” que es “Papa”, pero –e insisto que es lo que nos ha cautivado del Papa– no podemos olvidar que el Papa antes de ser Papa es hombre, no deja de serlo por el cargo y la responsabilidad, y Francisco se ha empeñado en que no lo olvidemos, pidiendo por eso oración por su persona e intenciones (justo estos días se encuentra realizando sus ejercicios espirituales), considerándose pecador y necesitado como todos de la misericordia divina. Pero también como persona tiene derechos y dignidad, y entre esos derechos se encuentran el derecho a la privacidad, a que no se lea su correspondencia personal y mucho menos que se publique para ocasionar escándalo.
Ya estamos acostumbrados a la espontaneidad de Francisco, que después viene matizada, sea por él mismo o por Federico Lombardi. Creo que su privacidad ha sido afectada injustamente, y no considero que quiera mal a los mexicanos, sino todo lo contrario. Sólo me atrevería a hacerle una sugerencia: que mire bien quiénes son sus amigos, que no sea ingenuo. No sé cómo se filtró el mail, pero si su amigo destinatario fue el que lo hizo público, le hizo un flaco favor, esos no son amigos, ni personas dignas de tener un trato personal, particular con un Papa.
Al ver estos pequeños traspiés del Papa, las personas con criterio seguro comprenderán, los católicos caeremos en cuenta de qué es verdad, debemos rezar más por el Papa, y los críticos de la Iglesia aprovecharán para hacer leña del árbol caído, lo que a nadie debe de extrañar, pues sólo para eso son buenos.
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