El Papa en México ¿viaje pastoral o gira política?

Benedicto XVI ha confirmado su viaje pastoral a México. Y varios analistas políticos han comentado que ambos eventos tienen tintes de apoyo a las campañas electorales del 2012. ¿Es inevitable hacer una lectura política de la gira del Papa a nuestro país? ¿es posible una visión sólo religiosa de este viaje apostólico?

Desde que se comentó extra-oficialmente el viaje del Pontífice a nuestro país (9 de noviembre de 2011) [noticia], hasta el anuncio oficial por parte de Benedicto XVI (12 de diciembre de 2011) [noticia], además de las reacciones de júbilo [noticia], no han faltado voces críticas.

Por ejemplo, el editorialista Jorge Alcocer V. hace un llamado “a respetar la letra y espíritu de nuestra Constitución en materia de la separación entre el Estado y las iglesias, del carácter laico del Estado mexicano y de la prohibición para que las iglesias y ministros del culto participen en procesos y campañas electorales, haciendo proselitismo a favor o en contra de cualquier partido o candidato” (Reforma, 22 de noviembre de 2011).

Esta confrontación de los planos político y religioso es casi inevitable, porque ambos tienen un origen común: la sociedad. Y la solución provendrá de entender la relación entre una “sociedad” y las diversas “autoridades” que la rigen.

En efecto, una misma sociedad (un mismo grupo humano) tiene diversas dimensiones como familia, educación, comercio, gobierno, religión, etcétera. Y en cada una de ellas tiene una autoridad, que es ejercida por unos gobernantes, líderes, etcétera. Así, en un mismo conjunto de personas, simultáneamente se dan diversos roles como el cívico y el religioso. Y una misma persona es –al mismo tiempo– ciudadano y feligrés.

Entonces surge una situación de tensión, porque cada ámbito tiene su propia autoridad, lo cual da lugar que haya varias autoridades (una civil y otra religiosa, por ejemplo) sobre un mismo grupo de personas. De manera que la interacción entre esas autoridades es necesaria, y las correspondientes fricciones son inevitables.

Pero el conflicto se acentúa cuando los líderes de opinión ponen el acento en las “autoridades” y desplazan a un segundo plano a la “sociedad”. Estos importantes líderes se fijan más en la relación difícil entre “autoridades” (gobernantes y jerarcas eclesiásticos), y menos en los miembros de la sociedad, que tienen derecho a gozar de la armonía entre quienes los gobiernan y quienes los auxilian religiosamente.

Nuestro México de hoy exige un cambio de paradigma: es hora enfatizar primero la “sociedad” y poner en segundo plano a las “autoridades” (cívicas o religiosas). Y la razón es clara, las autoridades existen en función de la sociedad, no al revés. Por eso, se debería acentuar más la necesidad de armonía entre las “autoridades” y tratar de superar la dialéctica que no respeta que una misma persona pertenece a diversos ámbitos.

Hemos heredado un país dicotómico, excluyente, donde se fomenta ser ciudadano laico o creyente encerrado en la sacristía. Ya basta del enfoque dialéctico de gobernantes y eclesiásticos en disputa por los mismos ciudadanos. Es hora que los ciudadanos cobren conciencia de que gozan del derecho
humano a ser protagonistas simultáneamente tanto de la esfera civil como del ámbito religioso.

La visita pontificia puede ser una oportunidad de oro para desarrollar este nuevo enfoque basado en los derechos de los miembros de la sociedad. Son los ciudadanos-creyentes los que tienen tanto el derecho a escuchar un mensaje de su líder espiritual como a gozar de la armonía de las diversas autoridades civiles y religiosas.

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