Hagamos de la Cuaresma un canto a la vida

Podría parecer extraño que durante esta época que es de penitencia se me ocurra a mi hablar sobre cantarle a la vida, pero a final de cuentas existe una relación directa en el tema, porque la Cuaresma nos prepara para el día más feliz del año, el día de la Resurrección del Señor, que después de haber pasado por momentos de temor y dolor como hombre abandonado y traicionado, sale de la tumba victorioso para no morir más y permanecer por siempre a nuestro lado, dejándonos a la Iglesia como nuestra madre para guiarnos, y Él porque es un Dios de amor nos regala los Sacramentos, en especial la Eucaristía.

Por eso, en una época de odio feroz a la vida, y no me refiero ni a los extremistas del islam ni a los asesinos y narcotraficantes, sino a aquellos que son más perversos, pues con diferentes pretextos y desde las cúpulas “intelectuales“ y de poder, muchas de ellas distinguidas y prestigiadas,, se han dedicados a inculcar a la sociedad un sentido negativo de la vida sobre los hijos, y aún a presentarlos como un impedimento para la realización del hombre y hoy en día en especial de la mujer.

Hay un sentimiento ya muy generalizado que dentro del matrimonio los hijos son algo así, en el mejor de los casos, como una opción cuando ya tenga satisfechas no sólo mis necesidades, sino esté rodeado de una gran comodidad; y en otros casos, parece que llegan como un accidente o hasta como un mal necesario. Así hoy la principal preocupación de los matrimonios es qué método anticonceptivo van a usar, y aún si son católicos, para cumplir con su conciencia, hay que buscar el método natural más efectivo para que no vayan a llegar los bebés de forma imprevista. Y si no soy religioso, tengo al alcance una cantidad de información enorme sobre anticonceptivos, aunque muchos de ellos acaben dañando terriblemente a las mujeres, supuestas beneficiarias de los mismos, con gran entrada de dinero para las empresas farmacéuticas. Y no contentos con esta ofensiva, ofrecen el aborto presentándolo con el engañoso nombre de suspensión voluntaria y legal del embarazo.

El Papa Francisco ha hablado recientemente sobre la gran alegría que significan los hijos, que es el fin natural del matrimonio, al cual muchos confunden con un simple medio de convivencia sentimental, conveniencia económica y social o licencia para llevar vida sexual, olvidando su sentido de entrega total y permanente del amor, que es además un sacramento entre cristianos.

Escuchemos las vibrantes y profundas palabras del Papa sobre el Tema:

“La alegría de los hijos hace palpitar el corazón de los padres y vuelve a abrir el futuro. Los hijos son la alegría de la familia y de la sociedad. No son un problema de biología reproductiva, ni uno de los muchos modos de realizarse. Y mucho menos son una posesión de los padres… No, no. Los hijos son un don. Son un regalo: ¿entendido? Los hijos son un don. Cada uno es único e irrepetible; y al mismo tiempo, inconfundiblemente ligado a sus raíces.

“Ser hijo e hija, de hecho, según el designio de Dios, significa llevar en sí la memoria y la esperanza de un amor que se ha realizado a sí mismo encendiendo la vida de otro ser humano, original y nuevo. Y para los padres cada hijo es sí mismo, es diferente, diverso. Permítanme un recuerdo de familia. Recuerdo que mi mamá decía sobre nosotros, éramos cinco: “Yo tengo cinco hijos”, “¿cuál es tu preferido?”, le preguntábamos. Y ella: “Yo tengo cinco hijos, como tengo cinco dedos. Si me golpean éste me hace mal; si me golpean éste me hace mal. Me hacen mal los cinco, ¡todos son míos! Pero todos diferentes como los dedos de una mano”. ¡Y así es la familia! La diferencia de los hijos, pero todos hijos.

“Un hijo se ama porque es hijo: no porque sea bello, o porque sea así o asá, ¡no! ¡Porque es hijo! No porque piensa como yo, o encarna mis deseos. Un hijo es un hijo: una vida generada por nosotros, pero destinada a él, a su bien, para el bien de la familia, de la sociedad, de toda la humanidad”.

La Cuaresma es una oportunidad de conversión para todos, y un enfoque que le podemos dar es recordar a la sociedad pero sobre todo a los jóvenes que se requiere de sacrificio y esfuerzo para forjar una familia feliz en la que los hijos sean vistos como el fruto de un amor bendecido por Dios y esperar el día de la resurrección con un sentido de amor pleno a la vida.

 

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