Domingo de resurrección: tras resucitar, Jesús se presentó ante sus discípulos y lo primero que les dijo fue que la paz estuviera con ellos. Y volvió a hacerlo: “Pax vobis”. ¿No es este detalle significativo? Creo que debe serlo. Antes, en alguna ocasión, les dijo que cuando llegaran a una casa pidieran que la paz reinara en ella.
Sí, la paz, es importante. Y estamos hablando de la paz del corazón, la interior, esa que nos acerca a Dios, pues la paz interior es una forma de Dios para amarnos. Cuando estamos en paz, todo está bien en el espíritu, en el corazón. Estemos en paz con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos: haciendo la voluntad del Señor.
El hombre angustiado no tiene paz interior, y en eso radica su angustia, que le desespera. Sin embargo, quien tiene paz interior no vivirá en un limbo: los problemas, las preocupaciones, las necesidades seguirán en él, pero tendrá la tranquilidad, sin angustias, para sobrellevarlo todo, con su fe, tendrá la confianza en que Dios le ayudará a superar y sobrellevar todo lo que le preocupa, ¡porque tiene esperanza!
Tener paz interior significa tener fe en la asistencia divina, y por eso es esperanza.
La paz interior es la fuente de la caridad, pues quien está en paz con Dios, sabe que todo lo recibe amorosamente de Él ¡y quiere compartirlo! Compartir los dones divinos que están en la mesa del Señor.
Quien tiene esa paz interior ¿cómo puede dañar a otros hijos de Dios (lo reconozcan éstos o no lo sepan), sin por ello perder la paz recibida?
Tener fe, esperanza y caridad de las almas llenas de la paz del Señor ¿no es bastante para desear esa paz a todo mundo?
Paz a los hombres de buena voluntad, a esos que ama el Señor.
Cuando el Señor aparecido tras la resurrección les dio la paz a sus discípulos, en realidad se la daba a la Iglesia que había fundado, de la cual ellos eran la cúspide, apacentados por Pedro. Pero debemos hacernos dignos de ella, con fe, esperanza y caridad, practicadas en la vida real, con los otros hijos de Dios. Podemos aceptarla, ignorarla o rechazarla, pero Jesús, siempre la pedirá para nosotros.
Que la paz del Señor sea con todos nosotros y… compartámosla, como nos lo ha pedido Jesús. Desear la paz a quienes encontramos en nuestro camino, no es solamente un deseo nuestro para nuestros interlocutores, sino una petición al Señor, que les dé su paz y Él así lo hará. Recemos también por que la acepten.
@yoinfluyo
comentarios@yoinfluyo.com