1) Para saber
El Papa Francisco ha comenzado una serie de reflexiones sobre la vida de la familia, su vida real, con sus tiempos y sus acontecimientos. Sobre esta “puerta de ingreso”, dijo, están escritas tres palabras, que ha utilizado en diversas ocasiones y que son la clave para saber vivir en familia y en paz: “permiso”, “gracias”, “perdón”.
“Son palabras simples, ¡pero no así simples para poner en práctica! Encierran una gran fuerza; la fuerza de custodiar la casa, también a través de miles de dificultades y pruebas; en cambio, su falta, poco a poco abre grietas que pueden hacerla incluso derrumbar”.
Estas palabras se entienden normalmente como de “buena educación”. Una persona educada pide permiso, dice gracias o se disculpa si se equivoca. Un gran Obispo, san Francisco de Sales, solía decir que “la buena educación es ya media santidad”.
2) Para pensar
En esta ocasión nos detendremos en la primera palabra: “permiso”.
En toda convivencia, y especialmente en la familia, se dan unas relaciones estrechas que hay que cuidar, pues lo que hace una persona, influye en los demás. El hecho de convivir con otras personas ha de llevar a tomarlas en cuenta. De alguna manera cada uno ha entrado a formar parte de la vida de los otros.
Hay una pintura de Holman Hunt que representa a Jesucristo, en donde está tocando una puerta con una mano, mientras que con la otra sostiene una linterna. Debido a que la puerta no tiene cerradura ni manija para abrir, se le criticó. Pero no fue un olvido, sino que la pintó así a propósito. Y respondió a las críticas: “Claro que no la tiene por fuera, sino que la manija está por dentro. Sólo nosotros podemos abrir la puerta”.
La pintura hace referencia al pasaje de la Sagrada Escritura: “Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Ap. 19,3).
El pintor tenía razón: el Amor del Señor es tan respetuoso y delicado, que nos deja en plena libertad para que seamos nosotros los que elijamos abrirle nuestro corazón. Cristo no se nos impone por la fuerza.
Es sorprendente que Jesús, siendo Rey del Universo y dueño de todo, nos pida permiso para entrar. Es una lección para todos: antes de hacer algo en familia pidamos permiso: “¿Puedo hacer esto?” “¿Puedo salir a jugar?” “¿Te gusta que lo haga así?” “¿Puedo salir con mis amigas?” “¿Puedo cambiar de canal?”
Al pedir algo gentilmente, estamos protegiendo la convivencia matrimonial y familiar. Usemos un lenguaje verdaderamente educado, y lleno de amor. Esto le hace mucho bien a las familias, porque implica atender a los demás y no ir arroyándolos. Pensemos, ¿con qué palabras suelo dirigirme a los demás? ¿Las tengo en cuenta en mis actos y decisiones?
3) Para vivir
Entrar en la vida del otro, necesita la delicadeza de una actitud no invasiva, que renueve la confianza y el respeto. En una familia es natural que haya confianza, pero esa confianza no autoriza a tener faltas de educación, que son por lo regular faltas de respeto.
Y el amor, mientras es más íntimo y profundo, tanto más exige el respeto a la libertad de los demás. Hay que saber esperar a que sean los demás los que abran esa “puerta” por dentro para poder entrar.
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