Coronación de Santa María de Guadalupe

La Iglesia dedica el mes de mayo a honrar a María, la Madre de Dios y Madre de los hombres, nombrada así por el mismo Jesús durante su agonía en la cruz al dirigirse a María y a Juan diciéndoles: “Mujer, ahí tienes a tu hijo; hijo ahí tienes a tu madre”.

Después de la muerte de Jesús, María permaneció con los apóstoles, no los abandono, los acompañó y participó en Pentecostés cuando el Señor cumplió su promesa enviando a su Espíritu e iniciando la vida activa de la Iglesia. A partir de ese momento, los apóstoles superaron sus temores y recibiendo los dones del Espíritu Santo inician la obra evangelizadora y de expansión del reino de Dios.

Así como María no abandonó a los apóstoles, ella no abandona a la humanidad en su caminar hacia el Padre, a través del tiempo tiene manifestaciones donde nos recuerda su calidad de Madre, de Protectora, de Medianera de todas las Gracias, de intercesora, auxiliadora y muchos más atributos que solemos repetir al rezar en la letanía lauretana.

En la escritura, en el pasaje de la visitación, Isabel se refiere a María como: Madre de mi Señor (Madre de mi Rey).

Desde los inicios del cristianismo se ha venerado a María como la madre de la segunda persona de la Santísima Trinidad, madre del Príncipe de la Paz, del Rey de Reyes y Señor de los Señores, por tanto, ella es reina.

“Pío XII, en su Encíclica sobre la Realeza de María, exponía que el pueblo cristiano, desde los primeros siglos de la Iglesia, ha elevado suplicantes oraciones e himnos de loa y de piedad a la “Reina del Cielo”, tanto en sus tiempos de felicidad y alegría como en los de angustia y peligro; y que nunca falló la esperanza en la Madre del Rey divino, Jesucristo, ni languideció la fe que nos enseña que la Virgen María, Madre de Dios, reina en todo el mundo con maternal corazón, y está coronada con la gloria de la realeza en la bienaventuranza celestial”.

http://www.franciscanos.org/oracion/rosario15.html

La práctica de la oración del Santo Rosario nos recuerda “La Coronación de María como Reina de Todo lo Creado” en el quinto misterio glorioso, después de considerar en el cuarto misterio la “Asunción de María” coincidiendo con la afirmación de SS Paulo VI en su exhortación apostólica sobre el Culto de María.

En el arte existen diversas representaciones de La Coronación de María, en esculturas como la que está en la catedral de Notre Dame en París realizada en el siglo XIII, o también tenemos diversas pinturas de artistas como: Lorenzo Mónaco y Fra Angélico del S XV; Rafael y El Greco en el S XVI o Diego de Rivera en el S XVII del cual mostramos su obra.

En México, la obra de María en su advocación de Guadalupe es grandiosa, gracias a ella se unen la mayoría de los pueblos de Mesoamérica que tenían cultura, lengua y religión diferente en una sola nación, dando inicio a la Nación Mexicana con una sola lengua y aceptando el mensaje cristiano.

A partir de las apariciones de Santa María de Guadalupe, hay una aceptación generalizada de ella y de Cristo su hijo, naciendo así para el cristianismo, un nuevo pueblo que conforma una nación que tiene como una de sus características esenciales el gran amor a “la Señora del Cielo”, Santa María de Guadalupe”.

La idea de coronar físicamente a la Virgen de Guadalupe consta por primera vez como iniciativa de Don Lorenzo Boturini Benaduci, quien siendo italiano, al saber de Nuestra Señora de Guadalupe, viaja a América y se enamora de ella, convirtiéndose en uno de sus más fervorosos devotos. Boturini se dedica a colectar documentos sobre la aparición y redacta una solicitud al Vaticano para coronar a Santa María de Guadalupe. Solicitar la coronación implicaba documentar algunas condiciones como la “antigüedad, concurso popular y abundancia de milagros” de manera que es un proceso que se asemeja al que se realiza para una canonización.

La solicitud de Boturini es aceptada, sin embargo, a este caballero le han faltado cubrir algunos trámites como la aceptación del Consejo de Indias y él mismo no había ingresado a la Nueva España con la documentación requerida, así que es aprehendido y desterrado quedando sin realizarse la coronación.

Es hasta 1895 que, por gestiones del Padre Antonio Plancarte y Labastida, abad de Guadalupe, se realiza la Coronación Pontificia en una magna ceremonia el 12 de octubre de ese año.

El Padre Lauro López Beltrán describe así la coronación: “Y llegó por fin el radiante y anhelado día 12 de octubre de 1895, en que se celebró el acto más grandioso de devoción guadalupana que presenció la pasada centuria. En su templo magníficamente restaurado, en medio de un esplendor y entusiasmo sin precedentes, desgranándose en el órgano la más bella música religiosa y aleteando en el ambiente la fragancia de las rosas, fue coronada la Milagrosa Imagen de Santa María de Guadalupe”.

 

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