1) Para saber
Siguiendo con las catequesis sobre la familia, el Papa Francisco quiso reflexionar sobre un aspecto muy común en la vida de nuestras familias: el de la enfermedad.
La enfermedad es una experiencia de nuestra fragilidad que nos acompaña durante toda nuestra vida, sea en nosotros o en quienes nos rodean. Sobre todo, señala el Papa, cuando empiezan a llegar los “achaques”.
Es normal padecer con sufrimiento la enfermedad de las personas que amamos, pues es el amor el que nos hace sentir esto. Para un padre y una madre, es más difícil soportar el dolor de un hijo, de una hija, que el suyo propio. Así, la familia, siempre ha sido el “hospital” más cercano. Muchas veces son la mamá, el papá, los hermanos, las hermanas, las abuelas, quienes garantizan los cuidados y ayudan a sanar.
2) Para pensar
¿Cómo ha de ser nuestro cuidado con los enfermos? Jesús nos lo muestra en los Evangelios: Ha venido para curar al hombre de todo mal: el mal del espíritu y el mal del cuerpo. Jesús nunca huyó de sus cuidados, ni pasó de largo. La sanación estaba antes incluso que la ley, como la del descanso del sábado (Mc 3,1-6). Los doctores de la ley reprendían a Jesús porque Él sanaba en sábado. Pero el amor de Jesús era dar la salud, hacer el bien: ¡y esto está siempre en primer lugar!
Ante un ciego de nacimiento, Jesús aclara que no está ciego por castigo, sino para que se manifiesten las obras de Dios. Por ello, hay que saber aprovechar cualquier enfermedad para acercarnos más a Dios, ofreciéndoselo. Además, es una oportunidad de vivir el amor para quien lo cuida. Y, señala el Papa, ¡esa es la tarea de la Iglesia!, ayudar a los enfermos, ayudar siempre, consolar, aliviar, estar cerca de los enfermos.
Un sacerdote contaba de una señora enferma a quien los médicos le daban dos meses de vida de joven y ya había cumplido los cuarenta años de estancia ininterrumpida en la cama. No obstante, estaba enormemente contenta. Aunque sufre y duerme poco, siempre está alegre. No le pide a Dios que le quite los dolores, pues su lema es: “Al gusto de Dios, no al propio”. Suele llamarle a la enfermedad un «Don de Dios», un «tesoro». Desde su cama, dice, es misionera. “Soy como un riachuelo oculto por el matorral, que puede fecundar la tierra”.
3) Para vivir
La enfermedad fortalece los lazos familiares, une a todos. La Iglesia invita a la oración por los seres queridos enfermos. Por ello, es importante educar a los hijos, desde pequeños, en la solidaridad con los enfermos, tanto espiritual como con servicios materiales. Si no, los corazones se vuelvan áridos, incapaces de afrontar el sufrimiento.
Cuando en casa hay alguien enfermo, se viven heroicidades escondidas que se realizan con ternura y con valentía: se le cuida, a veces se desvela por cuidarlo, se está cerca cariñosa y solícitamente.
La comunidad cristiana, a su vez, sabe bien que no se debe dejar sola a la familia. Esta cercanía, de familia a familia, es un verdadero tesoro para la parroquia; un tesoro de sapiencia, que ayuda a las familias en los momentos difíciles y ¡hace comprender el Reino de Dios mejor que tantas palabras! ¡Son caricias de Dios!, señaló el Papa Francisco.
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