¿Un esquema de Misa? ¡No! ¡Hay que seguir el Rito Romano!

 

 

Queridos hermanos en Cristo:

Con el gusto de encontrarnos nuevamente, les saludo e iniciamos en el nombre de Dios esta quinta entrega de la audio columna “Liturgia, lo que nos corresponde hacer”.

En la entrega anterior comenzamos a hablar de la Naturaleza e Importancia de la Liturgia en la vida de la Iglesia, así como de la verdadera dimensión de nuestra participación en las celebraciones litúrgicas, y hacíamos énfasis en que es verdadero ministerio y no sólo la prestación de un servicio, y concluíamos mencionando las claves de lectura o espíritu de la Constitución Apostólica sobre la Sagrada Liturgia, las cuales nos ayudarán a entender mejor el documento.

Pues bien, una vez que hemos conocido el objetivo y espíritu de la Sacrosantum Concilium, nos iremos adentrando en su contenido.

La Sacrosantum Concilium nos dice que es necesario conocer y fomentar los diferentes ritos de la Iglesia, los que están permitidos. Nosotros pertenecemos al Rito Romano, que es uno de los Ritos Latinos. Sin embargo, existen también los Ritos Orientales, de los que mencionaremos sólo como ejemplo el Rito Maronita, el Bizantino y el Armenio.

Pero ¿qué es un Rito?

Pues un Rito representa una tradición eclesiástica que indica cómo se deben de celebrar los Sacramentos, de los que ya platicaremos ampliamente cuando lleguemos al apartado propio.

Por lo anterior, es muy importante que los sacerdotes y todos los colaboradores en una celebración litúrgica, nunca olvidemos el rito al que pertenecemos, que en nuestro caso, como ya lo hemos comentado, es el Rito Romano, por lo que lo mínimo que debemos hacer es leer los “prenotandos o Instrucciones” del Misal y de los Rituales Romanos, que son los que debemos utilizar en nuestras celebraciones. Lo comentamos porque en ocasiones aparecen folletos o incluso alguien se atreve a elaborar un esquema de Misa y debemos tener mucho cuidado con eso, estamos en el Rito Romano y tenemos Misales y Rituales propios, porque nuestras celebraciones no son individuales, son celebraciones de Iglesia, de toda la Iglesia en el Rito Romano.

La Sacrosantum Concilium nos habla también de la importancia de la Liturgia dentro del misterio de la Iglesia.

¿Y cuál es esa importancia, cuál es ese lugar que ocupa la Liturgia en el misterio de la Iglesia? Pues el lugar primordial, porque la Liturgia actualiza, hace presente la acción salvífica de Cristo por medio de rituales y de preces. Es decir, aquello que Jesús dijo e hizo, aquello que Dios obró en nuestros antepasados, la Liturgia lo actualiza, lo hace presente “Hic et nunc”, aquí y ahora, por medio de ritos, gestos, palabras y oraciones.

¡Qué importante es esto!

Por eso, no se debe tan fácilmente omitir un Rito, un gesto, una oración, e incluso alguna rúbrica, pues son los elementos antropológicos necesarios a través de los cuales se ejecuta el Rito para hacer presente, actual y actuante la acción salvífica de Cristo.

Es por eso que, hasta para proclamar una lectura, es preciso saber que es Dios quien está hablando a través del lector, y son importantes la postura, la presentación, entonación, la preparación del texto, etc.

¡Qué importante!, pues a través de la Palabra proclamada Dios está produciendo salvación en aquellos que están escuchando o mejor dicho participando en la celebración.

La Palabra hace presente al evento salvífico Cristo y se encarna en el signo (signos, gestos, elementos) y produce salvación.

Por eso, es muy distinto leer la Palabra de Dios en casa o en algún círculo bíblico, que en una celebración litúrgica, porque dentro de la celebración litúrgica la palabra cobra vida, el evento salvífico se hace presente, no sólo se está recordando el pasado, sino lo está trayendo aquí y ahora; y así como produjo salvación allá, también la está produciendo aquí y ahora, trae salvación a quien la está escuchando, porque estamos en el contexto de una celebración litúrgica.

Es importante la Liturgia porque tiene como objetivo lograr en los fieles expresar la auténtica naturaleza de Cristo y de su Iglesia; es decir, cuando nosotros nos reunimos en una celebración litúrgica, nosotros estamos simbolizando y somos el mismísimo cuerpo místico de Cristo, del cual Él es cabeza. Cristo Cabeza convoca a la asamblea que es su cuerpo y a cada uno de nosotros. Luego entonces, en cada celebración litúrgica Cristo Cabeza se asocia con su cuerpo que es la Iglesia. Entonces surge una pregunta importantísima: ¿quién celebra la Eucaristía? ¿El sacerdote? La respuesta es impactante y enternecedora: No, la celebramos todos los que participamos junto con el sacerdote que preside, pues actúa “in persona Christi capitis”, en la persona de Cristo cabeza, que ha convocado a la asamblea. Esto es precioso.

Es decir, nosotros no somos un agregado social, una masa de personas; no, somos una sinapsis, una unión funcional, un enlace. Una sinapsis en la cual el Presbítero actuando In persona Christi capitis y proclamando su misterio, une los votos de los fieles al sacrificio de su cabeza, y en el sacrificio de la Santa Misa se presenta y aplica el único sacrificio de la nueva alianza, es decir, Cristo que se ofreció al Padre una vez para siempre como víctima inmaculada hasta la venida del Señor” CV II Lumen Gentium n 28 y Presbyterium Ordinis nn 2; 12; 13.

Pues hasta aquí nuestro encuentro de hoy. Me despido quedando a sus órdenes y al grito de “VIVA CRISTO REY”. Soy Fernando Limón y hasta la próxima.

 

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