El rechazo a la Encíclica del Papa Francisco

La encíclica Laudato si’ ha recibido general aceptación dentro y fuera de la Iglesia. Sin embargo, llama la atención el casi visceral rechazo de algunos analistas de muy distinto signo, quienes coinciden en lo central de su argumentación y lo fallido de su crítica.

1.- Los detractores pretenden reducir la Encíclica a uno de sus elementos, mostrándose interesadamente reacios a considerarle de manera integral acorde a su naturaleza, esto es, como un documento que observa la realidad desde el Evangelio y las periferias de nuestra humanidad, haciendo dialogar las razones de la razón con las razones de la fe. El reduccionismo es, pues, la estrategia común de ataque.

2.- Por lo anterior, cometen tres falacias por lo menos: sacan conclusiones generales de premisas particulares; comentan el texto con la conclusión previamente elaborada esquivando cuantas ideas les resulten incómodas a su interés y, en su coraje, atacan a la Iglesia para desacreditar las palabras del Papa. Puesto que la Iglesia -dicen- ha cometido graves errores como rechazar el aborto (su ejemplo favorito), resulta imposible que diga algo verdadero.

3.- Lo que más enojo ha provocado es la crítica al modelo civilizatorio. Para desacreditarlo, acusan al Papa de meterse en temas insuficientemente documentados, como el Calentamiento Global según dicen, para luego tildarlo de imprudente por hablar de asuntos científicos fuera de su competencia. Como dijimos, el reduccionismo a ultranza.

4.- En la misma lógica, no faltó un famoso analista católico de Estados Unidos quien acusó al Papa de rechazar la Modernidad, al grado de calificar la Encíclica como el nuevo Syllabus (1864) -en alusión al documento de Pío IX en el cual enumeraba los errores de su tiempo-. Una exageración (reduccionismo con bocina) que ha tenido su versión secularizada en cuantos acusan a Francisco de rechazar la ciencia, la técnica y el mercado para regresarnos a Edad de Piedra o, por lo menos, a la Edad Media.

5.- Estos ataques tienen un común denominador: la defensa a ultranza de la libertad sin límites del mercado, como único camino para superar los problemas del mundo y, el consecuente rechazo a cualquier propuesta de cambio en el modelo de desarrollo.

6.- Las palabras de Francisco, pues, han sido objetadas por los defensores de la Teología del Progreso y su versión secularizada como es el paradigma tecnocrático; crítica que termina por darle la razón a Francisco pues, en efecto, provocan ceguera selectiva ante los graves problemas de la humanidad.

7.- En suma, lo que realmente molesta a estos comentaristas es la idea de que los seres humanos somos custodios de la creación y no los amos del mundo. En manera alguna aceptan, ni en grado de sugerencia, que nuestra relación con la naturaleza, entre nosotros y con Dios pueda estar gravemente dañada.

La Encíclica está muy lejos de proponer un retroceso a la Edad de Piedra; pero sí endereza fuerte y bien sustentada crítica a quienes nos conducen a tan lamentable retorno porque han endiosado al ser humano y, en su afán, destruyen la naturaleza y hacen pinole al prójimo.

Lo propio del paradigma tecnocrático es la idolatría de la técnica y la entronización del tecnócrata, lo que cierra el camino a la sana autocrítica y, con ello, a la posibilidad de corregir el rumbo ahora que todavía estamos a tiempo.

Bien lo decía Alfonso Reyes: “La tecnocracia con presunciones de teocracia: he aquí al enemigo”.

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