Francisco, apóstol de la familia y la justicia

Francisco pasará a la historia como el gran apóstol de la Familia. Después de sus viajes por Asia, América Latina y las periferias europeas, dos sínodos episcopales y su catequesis cotidiana, ya nadie puede albergar duda alguna.

Su perspectiva sobre la Familia le hace también un apóstol de la justicia, el medio ambiente y la dignidad de las personas, aunque algunos todavía se confundan con esta ecuación dentro y fuera de la Iglesia. Su magisterio ha dado nuevo impulso a la añeja vinculación Familia-Justicia en los encuentros ecuménicos e interreligiosos, al tiempo de abrir cauces al diálogo intercultural en Occidente, donde el pensamiento único parece imponerse y, con éste, la dictadura de la corrección política.

Estamos ante un Papa tan profundamente ortodoxo que resulta revolucionario en la lógica del Evangelio. Encarna la gran paradoja que permite entender las profundidades del pensamiento cristiano: sólo desde la ortodoxia se puede ser auténticamente reformador.

Si tuviera que referir tres pensadores de los últimos tiempos como ayuda para comprenderlo mejor, recomendaría a Chesterton, cuya causa de beatificación ha impulsado y de quien tomó la imagen de la Iglesia como hospital de campaña; Romano Guardini, a quien citó profusamente en su última Encíclica y, Óscar Arnulfo Romero, su ejemplo de pastor.

Su magisterio está marcado por la íntima vinculación que hace entre familia, justicia, medio ambiente y dignidad de la persona, lo cual sintetiza en el término ecología integral. En su reflexión separa a la Familia de lo que él llama colonialismo ideológico, para resituarla como la principal gestora del bien común. Rechaza que sea resultado de sucesivos experimentos sociales, para ponerla a la luz de la evidencia histórica, sociológica y pastoral, mirándola desde las periferias existenciales y sociales. La Familia es, pues, la célula básica de cualquier sociedad, más allá del debate ideológico hoy representado por la ideología de género y el paradigma tecnocrático, como ayer por el comunismo, el fascismo, el nazismo o el positivismo cientificista, que también trataron a la familia cual juego de canicas.

Francisco observa cómo la Familia se constituye por la presencia del padre, la madre y los hijos; se afirma como institución en el orden natural, civil o religioso indistintamente; posee gran riqueza por la diversidad de sus manifestaciones históricas y culturales; forja poderosos lazos de solidaridad y subsidiaridad entre sus miembros; extiende su red de protección y promoción a los niños por nacer y nacidos, jóvenes y ancianos, mujeres y hombres de diversa condición hasta abrazar a la sociedad entera. Por su capacidad para tejer lazos de fraternidad, realiza la más importante labor de justicia en el orden social.

En suma, la Familia es el más importante gestor del bien común y no el Estado, mucho menos las élites ilustradas. Sin ésta cualquier intento por alcanzar un orden justo, una ecología integral, resulta imposible. Como decía Chesterton, quienes pretenden destruirla no saben lo que hacen, porque ignoran lo que deshacen.

Quienes deseen adentrarse en el magisterio de Francisco podrían empezar en su homilía de la misa por la Familia en Ecuador, su discurso del II Encuentro Mundial de Movimientos Populares en Bolivia y su última Encíclica. Su magisterio es una gran provocación para que los católicos profundicemos en la reflexión teológica y vivifiquemos la acción pastoral, promoviendo el encuentro con hombres y mujeres de buena voluntad. La Familia requiere ser apoyada y protegida, no sometida a dudosos experimentos de ingeniería social.

 

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