Supongo que todos hemos visto, o por lo menos nos hemos enterado, de los videos difundidos “ventaneando” a dirigentes de Planned Parenthood al vender sus “productos”, es decir, al lucrar comercializando “partes” de niños abortados (o, si se prefiere, fetos abortados).
Los que vimos el video, incrédulos, casi nos frotábamos los ojos al ver cómo, con la mayor sangre fría e indiferencia, mientras degustaba los alimentos, una dirigente hablaba de intentar sacar al feto con sus partes intactas, dando después una lista de precios de cada una de ellas, y suponiendo cuál era su “utilidad” para los compradores. Ante tamaña frialdad uno se queda sin palabras; simplemente dan náuseas esos negocios y asco quienes los realizan.
Lo más cínico del asunto es que, a la hora de dar la cara, se consideran “víctimas”, siendo una lesión a su intimidad divulgar los videos obtenidos subrepticiamente. ¡El burro hablando de orejas!, vienen a darnos clases de “ética” estos “carniceros”.
¿Por qué ha sido preciso recurrir al juego sucio para obtener la verdad? Porque mienten, y así lo han hecho siempre, camuflando su negocio inicuo de “preocupación por la salud de la mujer”, cuando en realidad es preocupación por la “salud económica” de las mujeres que gestionan tan turbio negocio. Negocio, hay que decirlo, que se hace con “puños blancos”, con imagen de absoluta “honorabilidad”, respetando todos los estándares de lo “políticamente correcto”.
Veíamos, perplejos, a las dirigentes de dicha entidad hablando de comercialización de partes humanas, mientras con toda la politesse del caso degustaban alimentos en un restaurante elegante.
Para evidenciar tamaña bestialidad, dando a conocer a la opinión pública esos oscuros manejos soterrados, fue preciso recurrir al engaño, pues de otra forma continuarían operando debajo del agua, manteniendo intacta su imagen y acrecentando sus pingües ingresos a costa de la vida humana.
Por lo menos ahora no salvan la supuesta “honorabilidad” de que gozaban y están expuestos a la pública infamia que se merecen, a la par que tiemblan, pues ven peligrar algunas de sus fuentes de ingresos. En realidad, el factor económico es lo único que se esconde tras ese disfraz de “salud de la mujer” y de ese horrendo negocio de matar niños, comercializando además sus miembros mutilados.
Efectivamente, Planned Parenthood ha reaccionado intentando acallar la ola mediática, y sobre todo, intentando salvar sus fondos. La campaña de desprestigio organizada en su contra busca quitarle los subsidios que el gobierno de Estados Unidos les da. Ellos objetan que esos subsidios no se emplean en el aborto, sino en la salud de la mujer.
¿Por qué no mejor destinarlos a alguna entidad que se dedique exclusivamente a la salud de la mujer y no al aborto?
Además, muchas de las compañías que apadrinaban a tan nefasta organización, ante la ola de indignación suscitada, están quitando su logo por lo menos y quién sabe si su apoyo económico también. Se ha hecho público, como una lista de infamia, el elenco de transnacionales que apoyan a dicha organización.
No contentos con lucrar con los abortos, con las partes de los fetos, reclaman ayuda del Estado, y además, se hacen acreedores a donativos deducibles de impuestos, de muchas compañías gigantescas. El descaro alcanza así límites insospechados, raya en el ridículo, siendo la triste realidad más cruel que las ficciones de los truculentos filmes hollywoodescos…
Ahora bien, esta triste realidad debería hacernos reflexionar.
Por el momento, no se sabe si quedará en un “escándalo pasajero”, como desean los dirigentes de la ignominiosa institución; o si por el contrario, será el inicio de un proceso judicial contra la misma, y contra el pérfido negocio del aborto, o si será ocasión de cerrar la llave de fondos para apoyarla, lo que quiere decir, cerrar la fuente de ingresos de quien más promueve el aborto a nivel mundial.
Pero lo cierto es que, aparentemente bajo los estándares de la legalidad, protegida por el gobierno de Estados Unidos y apadrinada por la ONU, ha estado operando una organización con negocios más turbios que los carteles de narcotráfico mexicanos.
Eso debería conducirnos a un hondo examen de conciencia, y a no echar en saco roto, por ejemplo, todos los urgentes reclamos del Papa Francisco, que continuamente denuncia cómo el hombre es sacrificado en el altar de las leyes del mercado al “Moloc” (ídolo fenicio al que ofrecían, incinerándolos vivos, niños recién nacidos) del dinero. Nunca ha sido más evidente esta realidad en la historia.
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