1) Para saber
No siempre ha sido fácil para el hombre saber conciliar dos aspectos que se le presentan y que en ocasiones han provocado conflicto, tanto intelectual, como en la propia vida: La dimensión espiritual y la material.
Algunos piensan que el cristianismo rechaza lo material, al creer en un Dios invisible y un Cielo fuera de este mundo, pero es errónea esa creencia. Al contrario, se puede afirmar que el cristianismo es el que le ha dado a lo material una dignidad como nadie lo ha hecho jamás.
2) Para pensar
El problema quedó plasmado en una de las pinturas más famosas y hermosas del Siglo XVI: El fresco pintado por Rafael en las estancias vaticanas llamada La escuela de Atenas. En ella se representa a personajes famosos interactuando entre sí, sobre todo a filósofos griegos. En el centro aparecen los dos filósofos más importantes de la antigüedad caminando y dialogando juntos, uno anciano y el otro joven: se corresponden con Platón y Aristóteles respectivamente.
Rafael, el pintor, quiso darle un homenaje a Leonardo da Vinci al representarlo como el hombre anciano, Platón. En esta figura aparece señalando con el índice hacia el cielo, mientras que Aristóteles, en un gesto contrapuesto, señala con su mano derecha hacia abajo. Rafael quiso indicar lo más característico de su pensamiento.
Platón, al señalar hacia arriba, está sosteniendo que la verdadera realidad la encontramos en las cosas del espíritu, en otro lugar fuera de las cosas terrenales, que son caducas, temporales y perecederas. Aristóteles, a su vez, con su filosofía supo darle un fundamento a la realidad material.
Esta distinción ha dado lugar a tomar distintas posturas, en ocasiones radicalizadas: Unos, por darle sólo importancia a lo espiritual desprecian la materia. Otros, en cambio, niegan el espíritu y optan por la pura materia, cayendo en un materialismo. Este problema de saber armonizar ambos aspectos, unidas en la persona humana, se consiguió con el cristianismo.
3) Para vivir
Con el cristianismo, los pensadores tuvieron la luz para saber armonizar la dimensión espiritual y la material. Su culmen lo encontramos en el filósofo y teólogo Santo Tomás de Aquino, quien supo darle a cada ámbito su verdadera importancia.
El Papa Francisco lo recuerda: “Para la experiencia cristiana, todas las criaturas del universo material encuentran su verdadero sentido en el Verbo Encarnado, porque el Hijo de Dios ha incorporado en su persona parte del universo material, donde ha introducido un germen de transformación definitiva”. Jesucristo, que asumió un verdadero cuerpo, dignificó la materia.
En su Encíclica sobre la ecología, el Papa recuerda un texto de San Juan Pablo II: “el Cristianismo no rechaza la materia, la corporeidad; al contrario, la valoriza plenamente en el acto litúrgico, en el que el cuerpo humano muestra su naturaleza íntima de templo del Espíritu y llega a unirse al Señor Jesús, hecho también Él cuerpo para la salvación del mundo”.
En particular, en la Eucaristía, Dios se queda en un pedazo de pan, para que podamos unirnos a Él. Y así, con la misma certeza con que palpamos la materia, con esa seguridad recibimos a Dios.
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