El Papa llegó a Cuba y Estados Unidos para llevar a estos países, tan diferentes en diversos aspectos, un mismo mensaje: la ternura de Dios que nos invita a ser misericordiosos a fin de construir un mundo mejor y alcanzar la plenitud inmortal.
Quizá esto parezca un sueño; pero, como dijo Francisco a los jóvenes en La Habana: “En la objetividad de la vida tiene que entrar la capacidad de soñar. Sueña que si pones lo mejor de ti, vas a ayudar a que este mundo sea distinto”.
Poner lo mejor de uno significa ser servicial, consciente de que contribuyendo al bien de los demás se alcanza la propia realización. “Todos -señala el Papa- estamos invitados, estimulados por Jesús a hacernos cargo los unos de los otros por amor”. Y advierte que nunca el servicio es ideológico, “ya que no se sirve a ideas, sino a personas”.
Convencido de esto, recomienda empezar en casa, a pesar de que, como reconoce con el realismo que le caracteriza, “no existe la familia perfecta”. “Sin familia, sin el calor del hogar, la vida se vuelve vacía; comienzan a faltar las redes que nos sostienen en la adversidad, las redes que nos alimentan en la cotidianidad y motivan la lucha para la prosperidad”. Entonces, se cae en la fragmentación y la masificación que aíslan a la persona y la hacen vulnerable a la manipulación.
“A pesar de tantas dificultades, como las que aquejan hoy a nuestras familias en el mundo, no nos olvidemos de algo, por favor: las familias no son un problema, son principalmente una oportunidad que tenemos que cuidar, proteger y acompañar”. Para ello pidió tener presente que “Dios nos estimula al amor y el amor siempre se compromete con las personas que ama”.
Este amor que compromete es capaz de extenderse desde la familia al resto de la humanidad para construir una sociedad justa, libre, tolerante e incluyente, “en la que se salvaguarden los derechos de las personas y las comunidades, y se rechace toda forma de discriminación injusta”, como expresó Francisco en Washington, donde pidió recibir sin miedo a los migrantes y cuidar la casa común, que es la Tierra.
Frente a las tensiones de la vida cotidiana que pueden llevarnos a una resignación triste que se va transformando en un “acostumbramiento” que “anestesia el corazón”, el Papa propone vivir y compartir la ternura reconciliadora de Dios, como lo hizo Fray Junípero Serra, quien supo vivir diciendo: “Siempre adelante”.
“Ésta fue la forma que Junípero encontró para vivir la alegría del Evangelio, para que no se le anestesiara el corazón. Que, como él ayer, hoy nosotros podamos decir: ‘Siempre adelante’ ”.
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