En adopciones sólo una voz cuenta

La tragedia del tráfico de menores con diversos fines es la demostración macabra de la seriedad con la cual se debe abordar el asunto de las adopciones, en especial cuando el tema de los derechos cruza por el camino. Bajo ninguna hipótesis se debe aceptar que los niños sean tratados como mascotas destinadas a complacer necesidades de adultos.

Si algún día se constituyera el “derecho a la adopción”, entonces la persona privilegiada podría exigir al Estado la satisfacción de su “acceso al menor de edad”, como existe el derecho de “acceso al agua”. De manera grotesca se daría la razón a quienes trafican con menores “al gusto del consumidor”.

Por razones que agradezco a Dios desde lo profundo de mi corazón, he tenido la oportunidad de estar en relación con grandes especialistas en el tema. Un verdadero ejército de padres por adopción y profesionales altamente capacitados. Sin excepción, afirman que la única voz importante es la de los niños, la cual debe ser escuchada antes, durante y después, incluso muchos años después de haber sido recibidos en sus familias. Esta voz, pletórica de sencillez y sentido común, se escucha de la siguiente manera.

 

Quiero unos padres:

Amorosos, que me entiendan y me guíen durante mi crecimiento y a lo largo de mi vida.

Que puedan corregirme con amor y autoridad y me enseñen el camino de la felicidad.

Que estén conmigo en las buenas y en las malas, que me den tiempo y calidad en su atención.

Que atiendan a mis necesidades de alimento, vestido, educación, techo, salud. No es necesario que sean “ricachones”. Basta con poco, pero bien administrado.

Quiero una mamá, un papá y, si es posible, hermanos. Una familia tal y como debía haberla tenido, como la de mis amigos y compañeros de la escuela.

Quiero integrarme en una verdadera y grande familia con mi papá, mamá, hermanos, abuelos, primos, tíos y que se note mucho.

Que mis papás se diviertan y jueguen conmigo, me abran las puertas al esparcimiento y al deporte.

Que mis padres siempre se amen. Quiero vivir seguro, en medio de relaciones afectivas estables y para toda la vida.

Que mis padres, a pesar de mis defectos, fallas y fragilidades, siempre estén ahí, como maestros y consejeros. Por mi historia personal cargo con dolores que no comprendo y tengo pedazos de historia personal perdidos irremediablemente. Necesito el apoyo, exigencia y cariño de mi papá y mi mamá pues me los dan de distinta manera.

Quiero mi hogar, no cualquier lugar, con privacidad y autonomía, limpio, digno, seguro, donde pueda estar también con mis amigos.

 

Definitivamente:

No quiero ser señalado por mi condición de adoptado y mucho menos por las costumbres o condición de mis padres.

No quiero ser desatendido por mis padres debido a su trabajo y compromisos.

No quiero ser el trofeo de nadie, ni ser “exhibido como chango” para cubrir las necesidades afectivas o sociales de mis padres, parientes y mucho menos de sus amigos.

No quiero estar condicionado de modo que si no soy “quien estaban esperando”, entonces me rechacen o de plano me devuelvan.

No quiero vivir sometido “por gratitud” a quienes en realidad exigen mi sometimiento por el “generoso acto” de adoptarme.

No quiero ser el hijo sustituto que mis padres no pudieron tener.

 

 

@voxfides

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@jtraslos 

jorge.traslosheros@cisav.org

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