La relación entre católicos y judíos cambió radicalmente gracias a la declaración Nostra Aetate, que revolucionó además el modo de entender las relaciones de la Iglesia con las demás religiones y denunció valientemente toda forma de discriminación por motivos religiosos.
El próximo 28 de octubre se cumplen 50 años de su promulgación. Se rompía así con una tradición secular que llevaba a mirar con desapego a los hijos de Abraham, reconociendo que en realidad de ellos venimos. El origen de la Iglesia está en el pueblo de Israel, pues tanto Jesús como su Madre y los Apóstoles son hebreos, así como todo el Antiguo Testamento y los autores del Nuevo.
El documento no nació de la nada; tiene claros antecedentes -algunos dramáticos- que explican su redacción. En realidad se trata de la reacción tardía a un fenómeno doloroso, el antisemitismo que alcanzó su clímax con las ideologías del Siglo XX. Si bien esas ideologías, particularmente el nazismo, eran ateas, también es cierto que la actitud generalizada de los católicos no facilitaba las cosas, pues no fomentaba la cercanía y el diálogo con los judíos. Muchas veces fomentaba un reproche sordo por considerarlo “pueblo deicida” o referirse en alguna ocasión a ellos como “pérfidos judíos” por su presunta responsabilidad en la muerte de Jesús.
Ante el desarrollo del Nazismo, Pio XI reconoció en un discurso (6-IX-1938): “Espiritualmente, nosotros somos semitas”. Acortaba de esta forma las distancias entre ambos credos, entre ambos pueblos. A partir de allí será ininterrumpida la sucesión de palabras, gestos y acciones concretas que fomentaban el acercamiento y, ¿por qué no?, la petición humilde de perdón por los agravios del pasado. Pio XI podría parecer “la piedra en el zapato”. Ahora se están estudiando los documentos del Archivo Secreto Vaticano de su pontificado. No se puede negar que es una figura polémica, pero hay dos hechos que invitan a pensar que en realidad se trata de una calumnia: Al finalizar la 2ª Guerra Mundial, el que había sido Gran Rabino de Roma durante la ocupación Nazi, Israel Zolli se hace católico y cambia de nombre a Eugenio (que era el nombre de pila del Papa: Eugenio Pacelli). En segundo lugar, es sabido que el origen de la acusación de silencio culpable contra el Papa está en la obra teatral El Vicario de Rolf Hochhuth, financiada por la KGB en 1963 para desprestigiar al pontífice.
Juan XXIII antes de ser Papa, en su calidad de Delegado Apostólico en Turquía, ayudó a salvar a miles de judíos, facilitando la huida desde Bulgaria o Eslovaquia a Tierra Santa. Ya siendo Papa bendijo en una ocasión a los judíos que salían de la Sinagoga de Roma, y afirmó refiriéndose a judíos y cristianos: “Todos somos hijos del mismo Padre… Venimos del Padre, debemos volver al Padre”. Bajo el Pontificado de Pablo VI, durante el Vaticano II, se cristalizó este acercamiento progresivo en la declaración Nostra Aetate, donde se afirma: “Como es, por consiguiente, tan grande el patrimonio espiritual común a cristianos y judíos, este Sagrado Concilio quiere fomentar y recomendar el mutuo conocimiento y aprecio entre ellos, que se consigue sobre todo por medio de los estudios bíblicos y teológicos y con el diálogo fraterno”.
Entre los muchos gestos de acercamiento que tuvo San Juan Pablo II con los judíos, cabe destacar su histórica visita a la Sinagoga de Roma, donde afirmó: “Sois nuestros hermanos y, en cierto modo, podría decir que sois nuestros hermanos mayores”. Durante su pontificado se publicó el documento: Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah, donde se pide perdón por la parte de culpa que hayamos tenido los cristianos al haber fomentado el antisemitismo.
Benedicto XVI introdujo una plegaria en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, presentó una ofrenda en el Yad Vashem (memorial del Holocausto), visitó la Sinagoga de Colonia donde se refirió a los judíos como “Pueblo Elegido”, etc. De Francisco basta mencionar su emblemática amistad con el Rabino Abraham Skorka, con quien ha escrito el libro Sobre el Cielo y la Tierra, así como su mediación en el conflicto Judío-Palestino, invitando al Presidente israelí Shimon Peres y al líder palestino Mahmud Abas a orar en el Vaticano. Es icónica su fotografía frente al Muro de las Lamentaciones, donde se fundían en un abrazo mutuo un judío, un musulmán y un católico mostrando así lo que es una profunda esperanza de la humanidad, que solamente la gracia de Dios podrá conseguir.
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