San Martín de Porres, un Santo de la Caridad

Hoy 3 de noviembre, la Iglesia celebra a San Martín de Porres, un santo con características muy peculiares; en primer lugar, es el primer santo mulato del Continente Americano. Martín, nació en Lima, Perú, en 1579, fue hijo de Juan de Porres y de Ana Velásquez, el padre hidalgo de Burgos y su madre, mulata de Panamá.

Su padres vivían juntos, pero no eran casados; su padre Juan, no reconoció a Martín como su hijo en el acta de bautismo. Las condiciones de Martín eran bastante adversas, mulato y sin padre, sus papás le dieron una hermana menor llamada Juana.

De niño fue puesto bajo la tutela de Doña Isabel García Michel, que vivía en el arrabal de Malambo, comunidad compuesta por personas de color y de otras diferentes razas. Martín recibió la confirmación de manos de Santo Toribio de Mogrovejo.

Empezó a conocer el oficio de boticario, persona con la capacidad de atender algunas enfermedades menores, así como el de barbero, quienes en esos años, realizaban pequeñas cirugías. Poco a poco adquiría la destreza de poder curar a los enfermos, lo que tiempo después lo emplearía ampliamente con los pobres.

Vivió cerca del convento de Nuestra Señora del Rosario, que atendían los frailes dominicos, invitado por Fray Juan de Lorenzana; aunque pudo ingresar, por su raza y su origen no podía ser fraile de Misa ni hermano lego, así que fue admitido como donado. Tuvo un sueño donde Dios le dice que pase desapercibido y que sea el último.

Sus deberes eran principalmente la limpieza de la casa, algunos también le atribuyen el de campanero, destacando por su puntualidad; pero también ejerció de barbero y sacamuelas, entre otros oficios. Con los conocimientos que había adquirido podía curar a los pobres que solicitaban su ayuda a las puertas del convento; él decía: “Yo te curo, Dios te sana”.

Además, en el huerto pudo cultivar diferentes plantas útiles para las fórmulas que utilizaba en sus curaciones. No obstante, también padeció humillaciones, lo que no empañó su carácter alegre.

Dos años después de ingresar al convento y tras una visita de su Padre en la que conversó con el Provincial de la Orden, fue admitido como hermano cooperador y el 2 de junio de 1603 hace su profesión religiosa.

En este punto se observa aquella máxima evangélica de que quien se exalta a sí mismo será humillado y quien se humilla será exaltado. Martin de Porres tuvo dones sobrenaturales, como la bilocación (estar en dos lugares a la vez), la videncia (podía conocer el futuro), además de que en ocasiones podía levitar o su cuerpo se iluminaba; además, los animales le tenían una obediencia especial.

Martín falleció el 3 de noviembre de 1649, al pasar de este mundo, su fama ya se había extendido, su beatificación ocurrió en 1837 con Gregorio XVI y fue canonizado en 1962 por Paulo VI. La gente le conoce como “Martin de la caridad”.

 

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