En la audiencia general del 11 de noviembre, el Papa Francisco reflexionó acerca de la actitud de compartir dentro del ámbito familia, diciendo que saber compartir es una virtud preciosa, porque la familia es una escuela de inclusión humana que no teme confrontaciones; nutre, restaura, protege y hospeda.
Papa Francisco: Participando en la Eucaristía, la familia es purificada de la tentación de cerrarse en sí misma, fortalecida en el amor y en la fidelidad, y ensancha los confines de su propia fraternidad según el corazón de Cristo.
Aludió al Señor Jesús, quien enseñaba gustoso en la mesa, y presentaba algunas veces el Reino de Dios como un banquete festivo, expresando que el compartir la comida, los afectos, las historias, los eventos, es una experiencia fundamental.
Papa Francisco: La convivialidad parece que se ha convertido en una cosa que se compra y se vende, pero así es otra cosa. Y la nutrición no es siempre el símbolo de un justo compartir de los bienes, capaz de alcanzar a quien no tiene ni pan ni afectos.
Finalizando con la meditación sobre el desvío de la atención del hambre verdadera del cuerpo y del alma, el Santo Padre expuso que cuando no hay convivialidad hay egoísmo y pidio a cada uno encontrar la forma de recuperar la convivencia familiar.
Texto completo:
Queridos hermanos y hermanas:
En la vida familiar aprendemos desde chicos la convivialidad, bellísima virtud que nos enseña a compartir, con alegría, los bienes de la vida. El símbolo más evidente es la familia reunida en torno a la mesa doméstica, donde se comparte no sólo la comida, sino también los afectos, los acontecimientos alegres y también los tristes. Esta virtud constituye una experiencia fundamental en la vida de cada persona y es un termómetro seguro para medir la salud de las relaciones familiares. Una familia que no come unida o que mientras come no dialoga y está mirando la televisión, o cada uno con su teléfono o con su aparatito, es una familia ‘poco familiar’, yo diría, es una familia automática.
Los cristianos tenemos una especial vocación a la convivialidad. Jesús no desdeñaba comer con sus amigos. Y representaba el Reino de Dios como un banquete alegre. Fue también en el contexto de una cena donde entregó a los discípulos su testamento espiritual, e instituyó la Eucaristía. Y es precisamente en la celebración Eucarística donde la familia, inspirándose en su propia experiencia, se abre a la gracia de una convivialidad universal y a una fraternidad sin fronteras, según el corazón de Cristo, que entrega su Cuerpo y derrama su Sangre por la salvación de todos.
Saludos
Saludo a los peregrinos de lengua española y a todos los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Roguemos para que cada familia participando en la Eucaristía, se abra al amor de Dios y del prójimo, especialmente para con quienes carecen de pan y de afecto. Que el próximo Jubileo de la Misericordia nos haga ver la belleza del compartir. Gracias.
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