Durante el Ángelus del 15 de noviembre, el Papa Francisco rememoró las palabras de Jesús, aludiendo a los eventos de la historia humana, orientada al pleno cumplimiento del Reino de Dios, diciendo que la meta final es el encuentro con el Señor resucitado.
Papa Francisco: Estamos llamados a vivir el presente construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en Dios. La parábola del higo que florece, como signo del verano que se acerca, dice que la perspectiva del final no nos distrae de la vida presente, sino que nos hace mirar hacia nuestros días actuales con una óptica de esperanza.
Refiriéndose a esta virtud como algo difícil de vivir, pero que posee una gran fortaleza, ya que nuestra esperanza tiene el rostro del Señor Jesús resucitado, manifestando su amor crucificado.
Papa Francisco: Él se opone a los falsos profetas, contra los videntes que prevén cercano el fin del mundo, y contra el fatalismo. Él está a nuestro lado, camina con nosotros, nos quiere mucho.
Concluyó expresando que la palabra del Señor queda como luz que guía y alivia nuestros pasos, perdonándonos siempre. Si aprendemos a mirarlo, nos cambiará el corazón.
Al término del Ángelus, el Papa Francisco expresó su profundo dolor por los ataques terroristas en Francia que dejaron numerosas víctimas.
Papa Francisco: Quiero reafirmar con vigor que el camino de la violencia y del odio no resuelve los problemas de la humanidad. ¡Y que utilizar el nombre de Dios para justificar este camino es una blasfemia!
Realizó una oración para todas las víctimas, pidiendo a la Virgen María protección para Francia, Europa y el mundo entero.
Posteriormente de las plegarias, el silencio y un Ave María, el Papa mencionó la beatificación en Brasil de Francisco de Paula Víctor, sacerdote brasileño de origen africano, párroco generoso que se distinguió por su gran humildad.
Texto completo
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este penúltimo domingo del año litúrgico nos propone una parte de las palabras de Jesús sobre los últimos eventos de la historia humana, orientada hacia el pleno cumplimiento del reino de Dios. Es un discurso que Jesús hizo a Jerusalén antes de su última pascua. Eso contiene algunos elementos apocalípticos, como las guerras, carestías, catástrofes cósmicas. “El sol se oscurecerá, la luna no dará más su luz, las estrellas caerán del cielo y las potencias que están en el cielo serán trastornadas”. Entretanto estos elementos no son la cosa esencial del mensaje. El núcleo central entorno al cual giran las palabras de Jesús es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección, y su retorno al final de los tiempos.
Nuestra meta final es el encuentro con el Señor resucitado. Yo quisiera preguntarles: ¿cuántos piensan sobre esto?: ‘Habrá un día que yo encontraré cara a cara al Señor’. Y esta es nuestra meta, esta reunión. Nosotros no esperamos un tiempo o un lugar, sino que vamos a encontrar a una persona: Jesús. Por lo tanto el problema no es ‘cuando’ sucederán los signos premonitores de los últimos tiempos, sino que nos encuentre preparados. Y no se trata tampoco de saber ‘cómo’ sucederán estas cosas, sino ‘cómo’ tenemos que comportarnos, hoy en la espera de éstos.
Estamos llamados a vivir el presente construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en Dios. La parábola del higo que florece, como signo del verano que se acerca, dice que la perspectiva del final no nos distrae de la vida presente, sino que nos hace mirar hacia nuestros días actuales con una óptica de esperanza. Esa virtud tan difícil de vivir: la esperanza, la más pequeña de las virtudes pero la más fuerte. Y nuestra esperanza tiene un rostro: el rostro del Señor resucitado, que viene “con gran potencia y gloria”, y que esto manifiesta su amor crucificado y transfigurado en la resurrección. El triunfo de Jesús al final de los tiempos será el triunfo de la cruz, la demostración que el sacrificio de sí mismos por amor del prójimo, a imitación de Cristo, es la única potencia victoriosa, el único punto firme en medio de los trastornos y las tragedias del mundo.
El Señor Jesús no es solo el punto de llegada de la peregrinación terrena, sino es una presencia constante en nuestra vida: está siempre junto a nosotros, nos acompaña siempre; por ello cuando se habla del futuro, y nos proyectamos hacia ese, es siempre para reconducirnos al presente.
Él se opone a los falsos profetas, contra los videntes que prevén cercano el fin del mundo, y contra el fatalismo. Él está a nuestro lado, camina con nosotros, nos quiere mucho. Quiere sustraer a sus discípulos de cada época, de la curiosidad por las fechas, las previsiones, los horóscopos, y concentra su atención sobre el hoy de la historia. Me gustaría preguntarles, pero no respondan, o cada uno responda interiormente: ¿Cuántos entre nosotros leen el horóscopo del día? Cada uno respóndanse y cuando tengan ganas de leer el horóscopo, miren a Jesús que está con nosotros. Es mejor, nos hará mejor. Esta presencia de Jesús nos llama a la expectativa y vigilancia, que excluye tanto la impaciencia como la somnolencia, sea del escaparse hacia adelante o quedarse prisioneros del tiempo actual y en la mundanidad.
También en nuestros días no faltan las calamidades naturales y morales, y tampoco las adversidades y dificultades de todo tipo. Todo pasa, nos recuerda el Señor, solo Él, su Palabra queda como luz que guía, alivia nuestros pasos y nos perdona siempre porque está a nuestro lado. Sólo es necesario mirarlo y nos cambia el corazón. La Virgen María nos ayude a confiar en Jesús, el sólido fundamento de nuestras vidas, y a perseverar con alegría en su amor”.
Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas
Deseo expresar mi profundo dolor por los ataques terroristas que en la noche del viernes ensangrentaron Francia, causando numerosas víctimas. Al presidente de la República de Francia y a todos sus ciudadanos expreso mi más profundo dolor. Estoy particularmente cercano a los familiares de los que han perdido la vida y a los heridos.
Tanta barbarie nos deja consternados y nos pide cómo pueda el corazón del hombre idear y realizar eventos tan horribles, que han trastornado no solamente Francia, sino al mundo entero. Frente a este tipo de actos, uno no puede sino condenar el atentado incalificable a la dignidad de la persona humana. Quiero reafirmar con vigor que el camino de la violencia y del odio no resuelve los problemas de la humanidad. ¡Y que utilizar el nombre de Dios para justificar este camino es una blasfemia!
Les invito a unirse a mi oración: confiemos a la misericordia de Dios las inermes víctimas de esta tragedia. La Virgen María, Madre de misericordia, suscite en los corazones de todos, pensamientos de sabiduría y propósitos de paz. A Ella le pedimos que proteja y vele por la querida nación francesa, la primera hija de la Iglesia, por Europa y por el mundo entero. Todos recemos juntos, un poco en silencio y después, un Ave María.
Ayer en Tres Puntas, en el Estado de Minas Gerais, en Brasil, ha sido proclamado beato don Francisco de Paula Víctor, sacerdote brasileño de origen africano, hijo de una esclava. Párroco generoso y esmerado en la catequesis y en la administración de los sacramentos, se distinguió especialmente por su gran humildad.
Pueda su extraordinario testimonio ser modelo para tantos sacerdotes, llamados a ser humildes servidores del pueblo de Dios”.
Saludos:
Saludo a todos los presentes, familias, parroquias, asociaciones y a cada uno de los fieles que han venido desde Italia y desde tantas partes del mundo. En particular saludo a los peregrinos provenientes de Granada, Málaga, Valencia y Murcia (España), San Salvador y Malta, a la asociación “Accompagnatori Santuari Mariani nel Mondo” y al instituto secular “Cristo Re”.
A todos les deseo un buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mi. Buon pranzo e arrivederci’.
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