Este 12 de diciembre celebramos la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, e independientemente de la devoción que provoca, conviene recordar el origen de su veneración en estas tierras, pues su aparición atañe a los mexicanos desde el punto de vista religioso para quien así lo considera, pero también trasciende a la religión; y dadas las condiciones en que se encontraba la Nueva España cuando este hecho se da, comienzan a operarse cambios de importancia que sientan las bases de lo que después sería la Nación Mexicana y por tanto se vuelve un elemento configurador de nuestra nacionalidad.
Un sábado de 1531, a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la Ciudad de México a asistir a clase de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó que le llamaban de arriba del cerro diciendo: “Juanito, Juan Dieguito”. Él subió a la cumbre y vio a una señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: “Juanito, el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los demás amadores míos que me invoquen y en Mí confíen. Vas donde el Señor Obispo y le manifiestas que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo”.
Este relato ha sido tomado de un manuscrito en lengua náhuatl atribuido a un indígena instruido: Don Antonio Valeriano. El documento no tiene título y se le ha denominado por la primera frase del texto “Nican Mopohua”, que significa “Aquí se relata…”, y narra los acontecimientos de las apariciones de la Virgen de Guadalupe del siglo XVI.
Cuando la aparición de la Virgen de Guadalupe se suscita entre los días 9 y 12 de diciembre del citado año de 1531, habían transcurrido diez años de la caída de Tenochtitlan en manos de los españoles y sus aliados. En aquella época las diferencias entre los indios y los españoles hacían casi nula la comunicación entre ambos, sobre todo en el tema de la religión, pues tanto unos como otros estaban convencidos de que sus creencias eran las verdaderas y por tanto las posiciones de ambos en este tema eran irreductibles. El cristianismo planteado por los misioneros españoles era incompatible con la tradición y las formas culturales de los indígenas, que estaban dispuestos a mejorar su religión pero no a cambiarla. En este contexto de antagonismo se enmarcan los hechos de las apariciones de la virgen de Guadalupe.
Otra característica de la época era que como consecuencia de la dominación española, el pueblo indígena no tenía motivación para vivir, y se sentía abandonado y traicionado por sus dioses, pues si no, los españoles no hubieran triunfado.
Así las cosas, la aparición de la Virgen en estas tierras provoca un cambio en la forma de aceptarse ambas culturas y en la conformación de la nueva Nación. Desde aquel momento se provoca un encuentro y diálogo entre la cultura indígena y la española tan grande una como la otra, con sus fortalezas y sus debilidades. La Virgen de Guadalupe propicia que se pase del rechazo a la aceptación, y de la incomprensión al respeto, y a partir de ahí se comienza a dar el mestizaje y la emergencia de México como Nación.
Los indígenas rechazaban el catolicismo porque los misioneros pretendían imponérselos haciendo tabla rasa de todas sus creencias, pero la presencia de la Virgen de Guadalupe le dice a los indígenas que su coherencia con sus raíces y su generosidad hacia el sentimiento religioso es aceptado; y cuentan los cronistas que a partir de ese momento, ante la presencia de la imagen de Santa María de Guadalupe, son miles los que se hacen bautizar y que los misioneros no se daban abasto.
Desde entonces, a pesar de opiniones encontradas (pues hay quienes pretenden desvirtuar el hecho de las apariciones, como los que en una devoción exacerbada las fanatizan) la Virgen de Guadalupe es el único tema que no pierde vigencia en la historia de México, y ha sido y seguirá siendo motivo de unidad en nuestra Nación y de diversas manifestaciones de devoción y religiosidad.
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