El video del Papa

Nuevamente nos sorprende la audaz apuesta de Francisco. Recientemente el “video del Papa”, donde se promueve una red de oraciones por sus intenciones en el marco del Año de la Misericordia, ha roto esquemas. Sin embargo, bien mirada, la propuesta del Papa no es nueva, sino novedosa. Se trata de un modo diferente de transmitir las verdades de siempre, con la genialidad y el tino que lo caracterizan. Ha despertado, sin embargo, ciertas reticencias en algunos sectores del catolicismo; la tentación de Lefebvre –ser más papista que el Papa– está latente. En efecto, cabe una lectura relativista del video, pues deja abierta la puerta a esa interpretación.

Sin embargo, el mensaje de Francisco ni es nuevo si es subversivo, sino que es atractivo y oportuno. No es nuevo porque está en continuidad con dos importantes documentos del Concilio Vaticano II: la Declaración Dignitatis humanae, donde se defiende la libertad religiosa en atención a la dignidad de las personas, y la Declaración Nostra aetate, que promueve el diálogo interreligioso. Es decir, busca fomentar una actitud de mutuo acercamiento y colaboración que subraye más lo que tenemos en común que lo que nos separa.

Como antecedente más inmediato tiene las dos Jornadas de Oración por la Paz convocadas por San Juan Pablo II en Asís. La primera, el 27 de octubre de 1986, fue considerada revolucionaria en su momento y también cimbró a muchos miembros de la Iglesia. Francisco se coloca conscientemente en la misma línea, pues su “petición de este mes” consiste en que “el diálogo sincero entre hombres y mujeres de diversas religiones conlleve frutos de paz y justicia”.

Ya vimos cómo no es nuevo, tiene unos claros antecedentes, tanto en documentos conciliares, como en gestos promovidos por San Juan Pablo II. ¿Puede ser subversivo? No parece que lo sea, si atendemos expresamente a lo que dice. Primero, hace notar que “la mayor parte de los habitantes del planeta son creyentes”, lo que es un hecho. Partiendo de este dato invita a dos cosas: “orar por el diálogo entre las religiones” y a “colaborar con quienes piensan distinto”. Realmente no puede ser más oportuna esta petición, que reitero no es nueva en su contenido, sino novedosa en su forma. ¿Por qué? Porque actualmente muchas personas, no sólo cristianos, sufren intolerancia religiosa en extensas partes del planeta: Oriente Medio, la India, el Norte de África, por poner sólo unos ejemplos. Si subrayamos sólo lo que nos separa, difícilmente podremos colaborar con quienes no piensan como uno. Es preciso alcanzar esa madurez espiritual que nos permite trabajar con quienes piensan distinto, para construir una sociedad más justa y en consecuencia, más pacífica, más acorde con la dignidad humana.

Esta madurez que nos conduce a buscar más lo que nos une que lo que nos separa, a crear vías de colaboración en beneficio de la sociedad, desmiente la consabida crítica secularista y atea a las religiones, pues las considera las principales causantes de la “tribalización” del mundo, es decir, de dividirlo en grupos antagónicos que se miran con desconfianza, cuando no pelean abiertamente. Efectivamente, puede darse ese fenómeno patológico en movimientos religiosos inmaduros, como pueden ser los fundamentalismos, no sólo islámicos –aunque principalmente–, sino también cristianos o hinduistas.

Ahora bien, esta búsqueda de los puntos en común entre las distintas religiones tampoco es nueva. En realidad había salido a la luz en 2009 en un interesante documento de la Comisión Teológica Internacional: “En búsqueda de una ética universal: nueva perspectiva sobre la ley natural”.

¿Cuál es el punto en común que encuentra Francisco entre las diversas religiones? “Hay una sola certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios”. Es decir, las religiones nos ayudan a descubrir el valor intangible, la dignidad que tiene cada persona y la cifra en algo trascendente, y por ello mismo firme, seguro. La conclusión es contundente, ¿en qué cosa creen todas las religiones independientemente de sus contenidos particulares? En el amor. “Creo en el amor”, dicen los diversos actores del video. Francisco finaliza el video con una frase que lo coloca en una perspectiva de fe, sobrenatural, y que nos interpela a cada uno: “confío en tu oración”.

 

 

@voxfides

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