Muy buenas a todos ustedes; el Padre José Luis Bautista González, desde “Una mirada en la Historia”.
Ya hace algunos días celebrábamos el inicio de este año 2016 y recuerdo cuando yo era niño (ya ustedes no lo recordarán, las generaciones “Z”), de que antiguamente en los libros de Historia se incrustaba después de la fecha a. C. y d. C. Eso ya se perdió.
Porque, si estamos en el año 2016, es la contabilidad después del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo; por tanto, estamos en una época eminentemente cristiana, aunque ciertamente la laicidad, el relativismo, ha roto todo este sentido cristiano.
A veces se decían buenos augurios, buenos deseos, pero siempre estos deseos se dan en el orden material: ser más exitosos, tener más dinero, tener puestos de dirección o gerencia. Pero en estos propósitos casi siempre olvidamos lo que tendría que ser lo esencial: ¿cómo crecemos espiritualmente?
Su Santidad, que tendremos la fortuna de tenerlo el próximo mes, el Papa Francisco afirmaba en la Evangelii Gaudium, en la Alegría del Evangelio, ¿cómo medimos que un cristiano es maduro? Un cristiano es maduro en la medida que ama. Por tanto, podríamos preguntarnos desde nuestra propia historia, y aquí recuerdo al maestro Johan Huizinga, ¿qué es la Historia?, y él se responde: “Para mí, la Historia es el aspecto espiritual en que una cultura se da cuenta de sí misma”.
Entonces, parafraseando a Johan Huizinga, yo podría decir: ¿Hasta qué punto podemos dar cuenta de que amamos? Pero, claro, alguien podría caer en el error relativo de decir: ¿para mi qué es el amor? ¿Tener dos mujeres, tres mujeres, tres hombres, ir de flor en flor, entre antro y table? ¿Para mi qué es el amor?
Y ahí yo les recomendaría que leyeran el documento “Dios es amor”, del gran Papa emérito Benedicto XVI, cuando él va excluyendo algunas palabras de origen griego, como el storgé, la philia, el eros, y completa el amor en la palabra “ágape”, que es precisamente el equilibrio entre inteligencia y voluntad para poder obrar rectamente.
Por eso, al concluir esta Navidad, que se concluye con la Fiesta del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo, recordarán que el gran teólogo del amor es el evangelista Juan. Si ustedes leen a Juan, su primera carta, mencionará reiterativamente una y otra vez: “amar”, “amar”, “amar”, “amar”. Por eso, cuenta la tradición de la Iglesia que cuando a Juan el anciano le preguntaban sus discípulos: “cuéntanos que decía el Maestro”, Juan repetía una y otra vez: “Amaos los unos a los otros”. No lo estipuló ni los principios de la Constitución de Francia, ni los famosos Beatles (“todo lo que el mundo necesita es amor”). No. La esencia del cristiano, y no es, como decía equivocadamente en 1834 Feuerbach, la esencia del cristiano, es la vivencia del amor.
Yo estoy seguro que en este 2016, que no tiene buenos augurios, porque el peso se ha depreciado en los últimos tres años en 39% y estemos a 18.15 por dólar, y tal vez, como decía Agustín Carstens, este 2016 no sea tan bueno como el año anterior, si es que le año anterior fue bueno, yo espero que nos decidamos a crecer en el amor, comprender a los papás, reconciliarnos con los hermanos, pedir perdón, perdonar; yo estoy seguro que aunque haya carencias y estrecheces económicas, aunque tal vez no seamos diputados o senadores para tener un buen sueldo cada mes, por lo menos nuestra conciencia está tranquila, y este año 2016, si crecemos en el amor, nos va a ir mejor, absolutamente a todos.
Que Dios los bendiga.
@voxfides
mm@yoinfluyo.com
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen necesariamente la posición oficial de yoinfluyo.com