Se acerca el momento en el que el Papa Francisco llegue a México. Vendrá como misionero de misericordia y paz a invitarnos a vivir unidos a Cristo y a dar lo mejor de nosotros para construir la familia y la patria que anhelamos. Su mensaje seguramente tocará muchos corazones. Porque además del valor de su contenido´, éste se encuentra respaldado por el testimonio de vida de un hombre que se esfuerza por vivir lo que predica.
Precisamente esto es lo que ha hecho posible que en pocos días se haya convertido en una verdadera sensación el video en el que aparece Francisco con diversos líderes del judaísmo, del budismo y de otros credos y tradiciones, ofreciendo este mensaje: “Muchos piensan distinto, sienten distinto. Buscan a Dios y encuentran a Dios de diversas maneras. En esta multitud, en este abanico de religiones, hay una sola certeza que tenemos para todo: todos somos hijos de Dios”.
Ciertamente, la tolerancia a la que invita el Papa es sumamente necesaria en un mundo que frecuentemente se ve polarizado por las diferentes formas de ser, de sentir, de pensar, de creer, de hablar y de actuar. El respeto a todo ser humano es fundamental para la paz y el desarrollo personal, familiar y social.
En pleno siglo XXI no podemos considerar inferior, indigno o enemigo a quien no sea de nuestra raza y de nuestra misma manera de pensar, de creer o de no creer ¡Por favor! Por encima de las diferencias nos une un denominador común: la grandeza y la dignidad humana, de la que brotan derechos y deberes que debemos reconocer, respetar, promover y defender.
México es una nación multicultural, desde Oaxaca hasta Baja California. No todos piensan como nosotros ni tienen el mismo concepto de Dios o viven como nosotros quisiéramos que vivieran. Sin embargo, todos vivimos en esta “casa común”, como recuerda Francisco en su encíclica Laudato Si, quien afirma que “todo está conectado”. Esto no significa que seamos un ente monolítico. Se vale que seamos diferentes. Y dado que unidad no significa uniformidad, la tolerancia y el aprecio son posibles cuando nos valoramos a nosotros mismos y a los demás. Algo que el Papa ha predicado, no sólo con palabras sino también con el ejemplo. Por eso, sin duda, su mensaje será iluminador en la gran responsabilidad que cada uno de nosotros tiene de contribuir a una vida en paz para todos.
* Obispo auxiliar de Puebla y secretario general de la CEM
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