A las doce en punto se abrió la ventana por donde el Romano Pontífice acostumbra a salir y con su sotana blanca y una amplia sonrisa, levantando los brazos, saludó a la multitud. Por doquier es escuchaba con voz fuerte y sonora: “¡viva el Papa!”.
Durante su discurso agradeció la presencia del numeroso contingente de Ucrania y Polonia. Y fue mencionando a diversos grupos de otros países. Recuerdo también que hizo mención especial a un conjunto musical de jóvenes italianos que realizan labor evangelizadora a través de la música y los animó a continuar con su importante tarea.
A la izquierda de la Plaza se encontraba una enorme pantalla donde se podría ver la imagen del Papa ampliada y se captaba su cariño y su sonrisa hacia todos los asistentes.
Recuerdo que luego nos invitó a rezar el Ángelus en Latín, cuyo texto se podría leer cómodamente en la pantalla. Detrás de nosotros había un numeroso grupo de alemanes que lo vitoreaban en su lengua.
Personalmente me emocionó constatar cómo la religión católica es realmente universal, donde caben personas de todas las razas, lenguas y naciones.
De igual forma, muchos de los asistentes esperamos alrededor de una hora para poder ver al sucesor de San Pedro, ¡pero valía la pena!. Había muchos niños en carriolas, en brazos de sus padres, abuelitos. Es decir, personas de todas las edades, sanos y enfermos. A éstos últimos se les colocó en la parte de adelante para que pudieran ver mejor a Benedicto XVI.
Era un gozo indescriptible el poder estar frente al sucesor de San Padre, al Vicario o Representante de Cristo en la tierra. Luego, se despidió dándonos su Bendición, y de nuevo sonrió ampliamente, levantando de nuevo sus brazos, mientras la multitud continuaba coreando: “¡viva el Papa!”.
Unas semanas antes, un grupo de intelectuales y comunicadores publicamos el libro “14 Mil Millas. Roma-México-Cuba-Roma. Benedicto XVI. Una mirada periodística” que nos publicó “Editorial Minos Tercer Milenio” acerca de su viaje a México y Cuba.
El libro tenía la finalidad de presentar a un Papa cariñoso para con todos, amable, sonriente, afable, cálido en su trato y abierto siempre al diálogo para intentar cambiar esa imagen de ser una persona fría, rígida e inflexible que habían presentado algunos medios de comunicación al inicio de su pontificado. Y que si bien no tenía el carisma de su antecesor, el Beato Juan Pablo II, Benedicto XVI se mostraba como un Romano Pontífice distinto, con su propia personalidad, pero no distante de sus fieles.
Le entregamos varios ejemplares de nuestro libro al Nuncio en México y se los hizo llegar al Papa. El 14 de diciembre pasado, recibimos una carta de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, firmada por Mons. Angelo Becciu, sustituto de la Secretaría, en la que textualmente nos escribía:
“Me es grato comunicarle (dirigido a la compiladora del libro, la periodista María Yáñez) que el Santo Padre le agradece este gesto de filial afecto y cercanía, al que corresponde pidiendo al Señor que le conceda abundantes gracias celestiales que la ayuden y acompañen en todos los momentos de su vida. Con estos deseos, e invocando la protección de Nuestra Señora de Guadalupe, Su Santidad la imparte la Bendición Apostólica, que extiende complacido a sus familiares, así como a los demás colaboradores del libro”.
A todos los que intervenimos en la redacción del libro nos emocionaron estas palabras llenas de cariño paternal y constatamos su gran afecto por todos los miembros de la Iglesia Universal y, particularmente en este caso, por algunos periodistas e intelectuales de México.
Por otra parte, el anuncio de su renuncia, era una noticia de algún modo esperada, porque ya se sabía que tenía varias enfermedades serias y crónicas. Además, se mostraba cansado en los viajes pastorales que realizaba, de modo especial, en los últimos que hizo.
Benedicto XVI fue un apasionado buscador de la verdad. Nos ha dejado un legado maravilloso con su palabra y sus abundantísimos escritos que emanan sabiduría y santidad de vida. Todavía, a fin de año, publico su libro sobre “La Infancia de Jesús” dentro de la serie “Jesús de Nazaret”.
Me parece que ha sido congruente hasta el final de su Pontificado. En su carta de renuncia a su ministerio petrino expone con claridad que un Papa debe estar en plenitud de vigor físico y salud para desempeñar adecuadamente y de modo eficaz su trascendental trabajo en el timón de la Nave de Pedro.
A todos nos impactó esta inesperada decisión pero ya se ve que la tenía muy meditada y esperó el momento oportuno. ¿Qué nos queda decirle a Benedicto XVI? ¡Gracias, Santo Padre, por su total entrega a su misión de Romano Pontífice! Nunca olvidaremos sus enseñanzas, sus escritos y su afable sonrisa.
¡Cuente con nuestras oraciones en esta nueva etapa de su vida y que el Señor lo bendiga por su inquebrantable fidelidad a la Voluntad Divina!
Twitter: @yoinfluyo
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