Reconocernos pecadores / Las Tres Bardas

1) Para saber

Durante la primera Audiencia General de abril, el Papa Francisco continuó con las catequesis sobre la misericordia de Dios.

Habiendo terminado sus consideraciones sobre el Antiguo Testamento, inició ahora sus reflexiones sobre cómo Jesús lleva a su “pleno cumplimiento” la misericordia, en el Nuevo Testamento, con su culmen en el sacrificio de la cruz.

Para recibir la misericordia de Dios, lo primero que hay que hacer es saberse necesitados de ella, y eso sólo lo haremos si nos reconocemos pecadores. Sucede como el enfermo que necesita reconocer que lo está, para aceptar un tratamiento.

El reconocerse pecadores, además, ayuda a ser comprensivo con las faltas y errores de los demás. Es muy fácil señalar y criticar los errores de los demás, sin ver que nosotros mismos tenemos también nuestras miserias. Si nos reconocemos débiles, comprenderemos la debilidad ajena y evitaremos hacer juicios severos sobre su actuación.

2) Para pensar

Se cuenta que un discípulo llegó muy agitado a la casa de Sócrates y empezó a hablar de esta manera: “Maestro, quiero contarte cómo un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia…”

Sócrates lo interrumpió diciendo: “¡Espera! ¿Ya hiciste pasar a través de las TRES BARDAS lo que me vas a decir?”

El discípulo, sorprendido, preguntó: “¿Cuáles tres bardas?”

“¡Sí!”, replicó Sócrates. “La primera es la VERDAD. ¿Ya examinaste cuidadosamente si lo que me quieres decir es verdadero en todos sus puntos?”

“¡No…!, lo oí decir a unos vecinos…”

Sócrates continuó: “Pero al menos lo habrás hecho pasar por la segunda barda que es la BONDAD. ¿Lo que me quieres decir es por lo menos bueno?”

“¡No!, en realidad no, ¡al contrario…!”

“¡Ah!”, interrumpió Sócrates; “entonces vamos a la última barda… ¿Es NECESARIO que me cuentes eso?”

“Para ser sincero, no…, necesario no es…”, respondió el discípulo.

“Entonces, sonrió el sabio, si no es VERDADERO, ni BUENO, ni NECESARIO…! Sepultémoslo en el olvido…”

3) Para vivir

El Papa nos invita a no temer en reconocernos y confesarnos pecadores, pues la misericordia de Dios es capaz de perdonarnos todo.

Y para comprender más claramente el gran misterio de la gran misericordia divina, el Papa nos aconseja contemplar a Jesús crucificado, quien estando para morir inocentemente por nosotros pecadores, suplica al Padre: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’.

Esa misericordia se hace actual para cada de nosotros con la fuerza del perdón que brota de la Cruz en el sacramento de la Reconciliación y renueva en nuestra vida la gracia de la misericordia que Jesús nos ha traído, señala el Papa. “No debemos temer nuestras miserias. Cada uno de nosotros tiene las suyas. La potencia del amor del Crucificado no conoce obstáculos y no se acaba jamás. Y esta misericordia borra nuestras miserias”, afirmó el Papa Francisco.

El Papa terminó invitándonos a reflexionar sobre el amor de Jesús, quien “no ha traído el odio, no ha traído la enemistad: ¡nos ha traído el amor! ¡Un amor grande, un corazón abierto a todos, a todos nosotros! ¡Un amor que salva!… ¡El Hijo enviado por el Padre, Jesús, es realmente el inicio del tiempo de la misericordia para toda la humanidad!”

 

 

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