Regina Coeli 15 mayo 2016

Francisco: El Espíritu Santo nos enseña a amar como ama Dios

Este domingo 15 de mayo el Papa Francisco presidió el último Regina Coeli del año en el día de Pentecostés desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico del Vaticano.

 

Papa Francisco: La liturgia nos invita a abrir nuestra mente y nuestro corazón al don del Espíritu Santo, que Jesús prometió varias veces a sus discípulos, el primer y principal don que Él nos ha dado con su resurrección.

 

Durante su mensaje el Santo Padre recordó a los fieles la importancia de amar como ama Dios y cumplir los mandamientos.

 

Papa Francisco: El amor por una persona, y también por el Señor, se demuestra no sólo con las palabras, sino con los hechos; y también  “cumplir los mandamientos”… El espíritu, de hecho, nos enseña todas las cosas, y la única cosa indispensable: amar como ama Dios.

 

Previo al rezo del Regina Coeli con los fieles, el Papa Francisco puntualizó la importancia de esta celebración y el significado de ser cristiano.

 

Papa Francisco: Ser cristiano no significa principalmente pertenecer a una cierta cultura o adherirse a una ciertad doctrina, sino más bien unir la propia vida, en cada aspecto, a la persona de Jesús, y a través de Él, al Padre.

 

Posteriormente al Regina Coeli, instó a los fieles a mantenerse unidos y respetar la diversidad cultural.

 

Papa Francisco: Esta fiesta, signo de unidad y de la diversidad cultural, nos ayude a entender que el camino hacia la paz es éste: hacer la unidad respetando las diversidades.

 

Finalmente, habló sobre la proxima Jornada Mundial de las Misiones y pidió por los misioneros y jóvenes del mundo confiándolos al Espíritu Santo.

 

Texto completo

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

 

Hoy celebramos la gran fiesta de Pentecostés, que cierra el Tiempo Pascual, cincuenta días después de la Resurrección de Cristo. La liturgia nos invita a abrir nuestra mente y nuestro corazón al don del Espíritu Santo, que Jesús prometió varias veces a sus discípulos, el primer y principal don que Él nos ha dado con su Resurrección. Este don, Jesús mismo lo ha pedido al Padre, como indica el Evangelio de hoy, que está ambientado en la Última Cena. Jesús dice a sus discípulos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Jn 14,15-16). Estas palabras nos recuerdan sobre todo que el amor por una persona, y también por el Señor, se demuestra no solo con las palabras, sino con los hechos; y también “cumplir los mandamientos” va entendido en sentido existencial, de forma que toda la vida esté implicada.

 

De hecho, ser cristiano no significa principalmente pertenecer a una cierta cultura o adherirse a una cierta doctrina, sino más bien unir la propia vida, en cada aspecto, a la persona de Jesús, y a través de Él, al Padre. Con este fin, Jesús promete la efusión del Espíritu Santo a sus discípulos. Precisamente gracias al Espíritu Santo, Amor que une al Padre y al Hijo y procede de ellos, todos podemos vivir la vida misma de Jesús. El Espíritu, de hecho, nos enseña todas las cosas, y la única cosa indispensable: amar como ama Dios.

 

En el prometer el Espíritu Santo, Jesús lo define “otro Paráclito” (v. 16), que significa Consolador, Abogado, Intercesor, es decir Aquel que nos asiste, nos defiende, está a nuestro lado en el camino de la vida y en la lucha por el bien y contra el mal. Jesús dice “otro Paráclito” porque el primero es Él mismo, que se ha hecho carne precisamente para asumir sobre él nuestra condición humana y liberarla de la esclavitud del pecado.

 

Además, el Espíritu Santo ejercita una función de enseñanza y de memoria. Enseñanza y memoria. Nos lo ha dicho Jesús: “El Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (v. 26). El Espíritu Santo no lleva una enseñanza diferente, pero hace vivo y operante la enseñanza de Jesús, para que el tiempo que pasa no lo cancele y no lo borre. El Espíritu Santo coloca esta enseñanza dentro de nuestro corazón, nos ayuda a interiorizarlo, haciéndolo ser parte de nosotros, carne de nuestra carne. Al mismo tiempo, prepara nuestro corazón para que sea capaz realmente de recibir las palabras y los ejemplos del Señor. Todas las veces que la palabra de Jesús es acogida con alegría en nuestro corazón, esto es obra del Espíritu Santo.

 

Rezamos ahora juntos el Regina Coeli –por última vez este año–, invocando la materna intercesión de la Virgen María. Ella nos dé la gracia de ser fuertemente animados por el Espíritu Santo, para testimoniar a Cristo con franqueza evangélica y abrirse cada vez más a la plenitud de su amor.

 

Después del Regina Coeli

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Hoy, en el contexto apropiado de Pentecostés, se publica mi Mensaje para la próxima Jornada Mundial de las Misiones que se celebra cada año el tercer domingo de octubre. El Espíritu dé fuerza a todos los misioneros ad gentes y sostenga la misión de la Iglesia en el mundo entero. El Espíritu Santo nos dé jóvenes, chicos y chicas, fuertes que tengan ganas de ir a anunciar el Evangelio. Pedimos esto hoy al Espíritu Santo.

 

Os saludo a todos vosotros, familias, grupos parroquiales, asociaciones, peregrinos procedentes de Italia y de tantas partes del mundo, en particular de Madrid, de Praga y de Tailandia; como también los miembros de la Comunidad católica coreana de Londres.

 

Saludo a los fieles de Casalbuttano, Cortona, Terni, Ragusa; los jóvenes de Romagnano de Massa; y la “Sacra Corale Jónica” de la Provincia de Taranto. Saludo de forma particular a todos los que participan en la Jornada de hoy de la Fiesta de los Pueblos, en el 25º aniversario, que se celebra en la plaza de San Juan de Letrán. Que esta fiesta, signo de unidad y de la diversidad el culturas,nos ayude a entender que el camino hacia la paz es este, hacer la unidad respetando las diversidades.

 

Dirijo un pensamiento especial a los Alpinos, reunidos en Asti para el Encuentro Nacional. Les exhorto a ser testigos de misericordia y de esperanza, imitando el ejemplo del beato Don Carlo Gnocchi, del beato Fratel Luigi Bordino y del venerable Teresio Olivelli, que honran el Cuerpo de los Alpinos con la santidad de su vida.

 

A todos os deseo una buena fiesta de Pentecostés, este domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

 

 

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