La conspiración sotánica color púrpura

Seguí, entre divertido y sorprendido, algunas reacciones en los medios contra la respuesta que dimos los católicos a la iniciativa presidencial sobre “matrimonio igualitario”. Me divierte cómo se van armando versiones cada vez más increíbles y me sorprende la falta de imaginación al hacerlo. Con independencia del tema, cuando la emprenden contra la Iglesia siguen el mismo patrón de comportamiento. Veamos.

1.- Crear pánico moral. Desde distintos lugares y con agresividad creciente, buscan generar pánico moral contra los católicos llenándonos de adjetivos (des)calificativos, sin mostrar la mínima voluntad de diálogo.

2.- Tejer teorías de la conspiración. Distintas voces articulan diversas teorías, en las cuales los obispos son acusados de intervenir malévolamente en la política para destruir el Estado laico. En consecuencia, ninguna persona que profese alguna religión tiene derecho a expresar sus ideas en público y hacerlo debe ser considerado un acto ilícito merecedor de severos castigos. Jamás reparan en que sus dichos son discriminatorios y que atentan contra el derecho humano a la libertad religiosa. En esta ocasión se llevó las palmas un columnista de famoso periódico quien, subiendo escaleras y recorriendo pasadizos, encontró a un anónimo jesuita mexicano quien le explicó como la conspiración de los purpurados contra Peña Nieto obedecía órdenes directas del Papa. Un acto de venganza de Francisco, quien había aceptado callar los problemas de México durante su visita, a cambio de favores presidenciales a la Iglesia. La iniciativa, pues, habría sido interpretada en el Vaticano como un acto de traición.

3.- Ignorar la voz de los obispos, cuya comunión se expresa a través de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Nunca se ha considerado la voz de los prelados quienes han llamado al diálogo así en los comunicados de la CEM, como a través de su secretario general, Mons. Alfonso Martínez, quien siempre ha estado dispuesto al encuentro con quien lo solicite.

4.- Ignorar la voz de los laicos. Dejaron de lado las manifestaciones públicas y muy legítimas de los católicos del común, para reducir la complejidad de la Iglesia al clero y, dentro de éste, a quienes fueran funcionales al linchamiento moral en curso. Con ello renunciaron al análisis y faltaron el respeto a la inteligencia de los laicos. Ya lo decía Chesterton: al entrar a la iglesia se nos pide que nos quitemos el sombrero, no que nos cortemos la cabeza.

5.- Ignorar la voz de los cristianos. Católicos, evangélicos y protestantes unieron sus voces para articular una propuesta que bien podemos llamar “la tercera vía”. Una invitación al diálogo en busca de soluciones justas y razonables dentro de una sociedad plural y diversa; propuesta que ha sido ignorada olímpicamente.

6.- Reaccionar selectivamente, según el tema de su interés. Injertan en pantera si el tema trata sobre matrimonio, familia y vida, pero responden distinto cuando alguna declaración les favorece o simplemente no les preocupa. Por ejemplo, ante los hechos violentos en Tehuantepec, los obispos han levantado su voz pidiendo diálogo en justicia, ofreciendo su mediación. Pregunto, esas voces, tan dispuestas al ataque, ¿reaccionarán con similar virulencia contra los católicos en este particular? Evidentemente no, a pesar de que estamos ante lo mismo, la legítima participación de ciudadanos en los asuntos de la república, por decirlo al modo clásico.

7.- Construir falacias, para oscurecer razonamientos. Sobresalen tres en particular. Primera, puesto que buscan crear pánico moral, ocultan las voces razonables de la catolicidad para imponer sus prejuicios (falacia de petición de principio); segunda, en lugar de escuchar las propuestas, prefieren buscar o provocar alguna declaración fuera de lugar, para después acusar a la Iglesia de cosas horrorosas, es decir, lanzan conclusiones general basadas en premisas particulares (falacia de generalidad); tres, en lugar de buscar un encuentro en las ideas que tiendan puentes, prefieren vilipendiar y descalificar a las personas por el simple hecho de ser católicas (falacia ad hominem).

En esta ocasión, han acusado a la Iglesia de articular una “conspiración sotánica color púrpura”. Ante la avalancha de improperios, descalificaciones y falacias, me parece que los cristianos debemos, como san Pedro, dar razones de nuestra esperanza, para invitar al diálogo y al encuentro en busca de soluciones justas, sin renunciar a nuestra identidad. Siempre será preferible un desacuerdo en la caridad, que ceder ante las intimidaciones de quienes aún sueñan con una cristiandad inerte. Estamos llamados a construir puentes, no a dinamitar los caminos.

 

@voxfides

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