La visita de Francisco a Armenia, del 24 al 26 de junio, segunda de un Papa a aquel país tras la de Juan Pablo II en 2001, ha puesto de manifiesto la gran proximidad entre las dos Iglesias. Es quizá el caso de mayor progreso ecuménico alcanzado nunca. Otro gran tema del viaje fue la común preocupación por los conflictos armados que azotan el mundo, en especial el Oriente Medio.
En 1996, Juan Pablo II y el patriarca armenio Karekin I firmaron una declaración conjunta en que resolvieron una antigua disputa doctrinal sobre la naturaleza de Cristo. Armenios y católicos, afirma el documento, en realidad siempre han creído lo mismo, y las diferencias eran solo de lenguaje y cultura, alentadas por motivos políticos. Ya no queda, pues, más obstáculo a la plena comunión que la discrepancia sobre el modo de entender el primado del Papa.
Desde entonces se han intensificado los contactos ente ambas Iglesias, en un clima de gran cordialidad. Francisco los recordó en pasado 24 de junio en su visita de oración a la catedral apostólica de Echmiadzin, la sede primada armenia. En el reciente viaje ha habido nuevas muestras de afecto. En particular, el Papa estuvo presente en la Divina Liturgia celebrada por el actual patriarca, Karekin II, a quien al final pidió la bendición para sí y para la Iglesia católica. Además, los dos publicaron una nueva declaración común, como hicieron sus predecesores durante la visita de Juan Pablo II.
Junto con las relaciones recíprocas, la paz en el mundo fue el gran tema de la estancia de Francisco en Armenia. En la declaración común, los dos primados hacen un llamamiento en favor de las personas “asesinadas, desplazadas o forzadas al exilio” a causa de distintos conflictos, particularmente en Oriente Medio. “Minorías religiosas y étnicas se han convertido en objeto de persecución y tratos crueles, hasta el punto de que sufrir por las creencias religiosas ha llegado a ser una realidad cotidiana”.
En este contexto, Karekin y Francisco rechazan la “presentación de la religión y de los valores religiosos de modo fundamentalista, para justificar la propagación del odio, la discriminación y la violencia”. Con energía, subrayan que “la justificación de este tipo de crímenes sirviéndose de motivaciones religiosas es inaceptable”. Al contrario, “el respeto de las diferencias religiosas es condición necesaria para la convivencia pacífica de las distintas comunidades étnicas y religiosas”. Por eso, recalcó por su parte el Papa en su reunión con las autoridades civiles, “es vital que todos los que confiesan su fe en Dios unan sus fuerzas para aislar a quien se sirva de la religión para llevar a cabo proyectos de guerra, de opresión y de persecución violenta, instrumentalizando y manipulando el santo nombre de Dios”.
Identidad cristiana y laicidad
Francisco dio, en el mismo discurso, un ejemplo del modo correcto de entender la religión y su presencia en la vida social. “La historia de vuestro país está unida a su identidad cristiana, custodiada durante siglos. Esta identidad cristiana, en vez de ser un obstáculo para una sana laicidad del Estado, más bien la reclama y la alimenta, favoreciendo la participación ciudadana de todos los miembros de la sociedad, la libertad religiosa y el respeto a las minorías”.
En cambio, la pérdida de la identidad cristiana bien puede dejar heridas en el tejido social. “La secularización de amplios sectores de la sociedad, su alienación de lo espiritual y de lo divino –se lee en la declaración común– conducen inevitablemente a una visión desacralizada y materialista del hombre y de la familia humana”. Concretamente, Karekin y Francisco manifiestan preocupación por “la crisis de la familia en muchos países”. Al respecto, señalan que “la Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Católica comparten la misma visión sobre la familia, fundada en el matrimonio, acto de amor gratuito y fiel entre un hombre y una mujer”.
A la vista de la proximidad entre las dos Iglesias, ¿qué falta para la unidad plena? En el encuentro ecuménico del día 25 en Ereván, la capital, Francisco señaló que la unidad es un don divino, y resumió: “Compartamos con gran alegría los muchos pasos de un camino común que ya está muy avanzado, y miremos verdaderamente con confianza al día en que, con la ayuda de Dios, estaremos unidos junto al altar del sacrificio de Cristo, en la plenitud de la comunión eucarística”.
Turquía se queja
Un hecho marginal de la visita, que tal vez no podía faltar, fue la protesta de Turquía por haber usado el Papa la expresión “genocidio armenio”, como es usual, para referirse a la deportación y matanza, hace un siglo, de una multitud de este pueblo que residía en el imperio otomano. En abril del año pasado hubo un incidente por el mismo motivo, a raíz de la conmemoración que tuvo lugar en la basílica de san Pedro, en el centenario de aquellos hechos, con asistencia de Francisco, Karekin II y otros patriarcas armenios. Entonces, el gobierno de Ankara retiró a su embajador ante la Santa Sede, que no volvió hasta febrero de este año. También los predecesores de Francisco fueron objeto de quejas similares.
En el último caso, el vice primer ministro turco declaró que las “muy desafortunadas” palabras del Papa revelaban una “mentalidad de cruzada”. Cosa que negó el portavoz vaticano, Federico Lombardi, quien hizo notar también que Francisco “no ha dicho una sola palabra contra el pueblo turco”.
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