La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte.
¿Dónde en la Biblia dice que María fue asunta al cielo?, suelen preguntar hermanos cristianos que están esperando encontrar en algún libro bíblico una frase que diga tal cual: ‘y María fue asunta al cielo’, y como no la encuentran, dudan de la Asunción de María, afirman que sólo pueden creer en lo que está escrito en la Biblia (afirmación, por cierto, que no está escrita en la Biblia…).
No todas las verdades de fe en las que creemos aparecen en la Biblia escritas como frases que claramente expresan dicha verdad, pero ello no significa que no tengan fundamento bíblico, lo tienen, pero hay que deducirlo del texto. La Asunción de María es ejemplo de ello.
En la Biblia leemos que la Ley de Dios pide honrar al padre y a la madre (ver Ex 20,12); que María y José eran cumplidores de la ley (ver por ej: Lc 2,22-24), y que Jesús la cumplía también (ver Mt 17, 22-27). Podemos por tanto deducir que Jesús honraba a Su Madre, y cabe pensar que siendo Él Dios, no quiso limitarse a honrarla sólo mientras vivía en este mundo.
Hay un Salmo que dice: “No dejarás que tu fiel experimente la corrupción” (Sal 15, 10-11), y entendemos que se refiere a que Dios no dejó a Jesús en el sepulcro, pero bien puede aplicarse también a María, porque Ella fue siempre fiel.
Si Cristo no experimentó la corrupción, ¿permitiría que su Madre amada la experimentara? ¡Claro que no! Si por los méritos de su Hijo, Ella fue preservada del pecado, podemos deducir que también por Él fue preservada del sepulcro.
Dice el teólogo Scott Hahn en su estupendo libro “Dios te salve, Reina y Madre”, que Cristo, que honró a Su Madre librándola del pecado original, no se conformó con eso, sino quiso honrarla también otorgándole ‘la resurrección corporal y la gloria del cielo’, y cita al Papa san Damasceno, que escribió: ‘La que albergó a Dios en su seno, ¿cómo iba a ser devorada por la muerte?, ¿Cómo podría la corrupción atreverse a invadir el cuerpo que había recibido dentro de sí a la Vida?’.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que: “La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte’. La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos.” (CEC # 966)
Decía el filósofo católico francés Jean Guittón, que ‘María es la síntesis del tiempo, este segmento entre dos eternidades. En su Concepción Inmaculada se encuentra como estaba el ser humano antes del la catástrofe de Adán. En su Asunción al Cielo, se encuentra el estado final de la humanidad, esa vuelta del Hijo que Ella anticipa. Ella es la criatura del principio y del fin’.
Por otro lado, no se puede dejar de mencionar, que ninguna comunidad cristiana, ninguna iglesia en toda la historia afirmó poseer el cuerpo de María. Sus restos hubieran sido objeto de veneración y de peregrinaciones hasta nuestros días, pero no existen.
En este 15 de agosto en que la Iglesia celebra la Asunción de María, cuarto dogma mariano definido por el Papa Pío XII en 1950, gocémonos de contar con María, viva en cuerpo y alma en el Cielo, junto al Señor, rogándole por nosotros, con maternal amor.
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