Este domingo será canonizado José Sánchez del Río, el niño mártir cristero, que ha pasado a tener gran fama gracias también al filme “Cristiada”, donde todos pudimos observar la entereza de su fe y la crueldad de sus verdugos.
Habiendo sido beatificado en Guadalajara en 2005, once años después, al reconocerse el carácter milagroso de una curación atribuida a su intercesión (la curación inexplicable de Guadalupe Magallón, bebé desahuciada con meningitis, tuberculosis e infarto cerebral, que ahora tiene siete años y está sana), se le declarará oficialmente santo.
¿Por qué son importantes los santos?, ¿qué relevancia tiene el ser declarado santo?, ¿qué mensaje se nos transmite con esta canonización?
Cuando la Iglesia canoniza a una persona, es decir, reconoce que es santa, simplemente está diciendo que tal persona goza ya de la visión de Dios, y lo hace de forma oficial, solemne. El estar en presencia de Dios, es decir, inundada por Dios que es amor, nos garantiza a su vez que puede interceder por nosotros. La constatación del milagro es una prueba fehaciente de ello.
Ahora bien, santos hay muchos, de la mayoría de ellos no conocemos sus nombres, son los que recordamos el primero de noviembre, Día de Todos los Santos. Otros, sin embargo, siguen un proceso especial para ser declarados como tales, por diversos motivos, como pueden ser la devoción que suscita su persona o la actualidad del mensaje que su vida nos transmite.
Los santos son fundamentales en la Iglesia porque nos muestran de modo plástico, vivo y existencial que la doctrina de Cristo puede encarnarse y se ha encarnado de hecho en la vida de todos ellos. Nos animan mostrándonos que el ideal cristiano es asequible y atractivo, no una quimera idealista que en realidad todo mundo considera irrealizable.
Cada santo refleja de algún modo, en medio de sus limitaciones personales, de las que ningún ser humano está exento –a excepción de Jesucristo y la Virgen María–, la santidad de Jesús. Es, obviamente, un reflejo limitado, pero auténtico, de forma que en ellos podemos descubrir cómo actúa Dios, incluso a través de la imperfección humana.
El mensaje de san José Sánchez del Río podría parecer, sin embargo, poco actual. En efecto, la persecución violenta a la religión por parte de la autoridad política hace muchos años que desapareció de México (en otros lugares del mundo, tristemente, es muy actual). Sin embargo, aunque el contexto socio-político ha cambiado bastante, el mensaje del santo es perenne, y puede descubrirse siempre su actualidad.
En concreto, José Sánchez del Río nos manifiesta la profundidad de una fe sencilla y segura a la vez. Nos ayuda a reestructurar nuestra escala de valores y, en consecuencia, de prioridades. En una cultura donde la religión y la fe es cada vez más relegada en la práctica por las personas, san José Sánchez del Río nos interpela, invitándonos a ponerla en primer lugar: antes que a la vida, la familia o la comodidad.
El nuevo santo dijo a sus padres, para convencerlos de que le permitieran unirse al ejército cristero a pesar de su corta edad: “Nunca como ahora es tan fácil ganarnos el cielo”. Sorprende la entereza de esta frase, fruto casi de una espiritualidad martirial, en un adolescente. Sorprende también, que ante tal arrebato de fe los angustiados padres cedieran a su petición. La fe era el valor central en aquella familia, ante el cual todo se posponía.
Choca esa actitud con la modernidad, que busca a toda costa reducir al mínimo las exigencias de la fe, acomodándolas a la propia estrechez egoísta, lo que conduce, a la larga, a una pérdida práctica de la fe.
Su mensaje es tremendamente actual, pues aunque ya no se precise ni se entienda defender la fe por las armas, sigue existiendo una callada persecución religiosa. Una sorda discriminación religiosa, que busca acallar sistemáticamente todos los valores y principios cristianos, desterrándolos de la sociedad.
Ahora también necesitamos jóvenes de fe, con ideales, que no se resignen a ser considerados ciudadanos de segunda, a ver limitados sus derechos, a que su libertad religiosa sea restringida, que sepan luchar de forma pacífica, pero decidida por sus convicciones. José Sánchez del Río era un muchacho con un ideal, algo por lo que valía la pena dar la vida; ahora, en cambio, tenemos un déficit de ideales, algo por lo cual dar la vida, y sin ellos, la vida no merece ser vivida.
@voxfides
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