No ha sido hasta el día de hoy (13 de septiembre 2016) que por desconcierto expresado por un grupo de laicos me he enterado del artículo del Rector de la Universidad Iberoamericana, Presbítero David Fernández, S.I., publicado en el periódico Reforma, entiendo el pasado 19 de agosto 2016.
El encabezado con el que se publica el artículo del P. Fernández es: “Postura de jerarcas, ¿cristiana?”
No es mi costumbre manifestar mi opinión de muchas cosas que se dicen en los diarios, pero en esta ocasión, dada la confusión que dicho artículo provoca, en el contexto actual del debate del así llamado “matrimonio igualitario”, y por provenir de un hermano sacerdote, siento un deber de conciencia de comentar al respecto, y presentar éste mi comentario para discernir lo verdadero de lo falso desde el punto de vista de la verdad del Evangelio, transmitida por la Iglesia Católica, y como un servicio a los mencionados hermanos laicos que merecen toda mi atención, así como a todo aquel que esté interesado en el tema.
Parece útil y conveniente, antes de entrar en materia, es decir a comentar el citado artículo, reportar el artículo íntegramente en orden a una lectura continua y de conjunto, de tal manera que no se haga injusticia a la idea del autor fragmentando las ideas en la mente del lector.
El artículo:
Postura de jerarcas, ¿cristiana?
Una de las frases más citadas del Papa Francisco es aquella que externó cuando, a su vuelta de Río de Janeiro, los periodistas le preguntaron sobre las personas homosexuales. “¿Quién soy yo para juzgarlos?”, dijo. Con esa expresión, ponía en práctica lo que expresó él en Roma desde el principio de su pontificado: “hay que dar menos importancia a las normas y más a la misericordia”.
De hecho, en un documento de trabajo difundido en el mes de junio de 2014, el Papa jesuita señalaba, en alusión a las personas homosexuales, que “los católicos del mundo deben ser menos excluyentes y más humildes”. Más recientemente, también afirmó que la Iglesia debería pedir perdón a los y las homosexuales. En el documento preparatorio del Sínodo de Obispos de octubre de 2014 el Papa afirmó que, aunque los jerarcas sigan oponiéndose a las uniones entre personas del mismo sexo, “la Iglesia Católica debe tener una actitud respetuosa”. Y un tono semejante, comedido, tuvo el documento oficial publicado en esa ocasión.
Más misericordia quiere decir un trato respetuoso, afectuoso, con cariño, por todas las personas, incluidas aquellas cuya sexualidad es diversa a la de la mayoría. Algo que tiene que entender la Iglesia a la que pertenezco es que, mientras queramos seguir siendo cristianos seguidores de Jesús, debemos respetar a las personas gays y lesbianas. Desafortunadamente, no es precisamente esto lo que estamos viendo en estos días de debate sobre la iniciativa del Ejecutivo acerca del matrimonio igualitario.
Muchos sacerdotes y dignatarios eclesiásticos, siguiendo la postura oficial de la Iglesia, afirman que ser homosexual no es pecado; pero al mismo tiempo preconizan que los homosexuales no deben practicar su homosexualidad, y los exhortan a abstenerse. Esto para mí es muy difícil de entender.
Esa misma Iglesia que llama a la abstinencia postula que el celibato y la castidad son dones de Dios. Es decir, que no se pueden forzar: a unos los da y a otros no. ¿Todas las lesbianas y personas transgénero u homosexuales tienen el don de la castidad? Probablemente alguna de las dos posturas que sostiene la Iglesia debe estar equivocada. Obligar a algo que es un don, ¿es posible?
Muchas veces, delante de Dios me he hecho esa y otras preguntas y admito que me siento confundido. ¿Podrá el Dios revelado por Jesús, el Dios de la misericordia, de la ternura, de la liberación, de la solidaridad, nuestro buen Padre Dios, exigirle obligatoriamente a un joven que nació homosexual o lesbiana que guarde un celibato impuesto hasta el día de su muerte?
Y luego me pregunto de nuevo. ¿Podría ese Dios que es Padre y Madre buenos, ese Dios bondadoso y benévolo, exigir a un joven o una joven que nacieron distintos, que nunca, en toda su vida, tengan una pareja y expresen hacia ella su amor?
Hay muchas hipótesis y teorías sobre el origen de estas sexualidades minoritarias. La discusión continúa y me confieso abierto a lo que la ciencia diga. Pero lo que puedo afirmar con toda rotundidad es que, en mi experiencia pastoral y educativa, la enorme mayoría de las personas que se consideran homosexuales lo descubrieron desde pequeños, y se asumen así desde su nacimiento. Su sexualidad no es mayoritaria, ciertamente, pero tampoco es anormal: justo igual que los zurdos. En todas las culturas, las más homofóbicas, incluso en aquellas en la que la homosexualidad se penaliza con la muerte, siempre hay un porcentaje constante de personas con estas orientaciones, que ronda entre el 6 y el 10 por ciento. De manera que lo verdaderamente importante para nosotros cristianos es que creemos que a todos y todas los ha creado Dios. Así como son. Y después de tratar a muchos durante mucho tiempo puedo afirmar que buena parte de ellos son excelentes seres humanos, sensibles, afectuosos, comprometidos, devotos del servicio y la compasión. Me atrevo a decir que Dios no sólo los ama, sino que le caen bien.
¿Puede la Iglesia privar a estas personas del derecho al ejercicio genital de su sexualidad?
Cuando la Carta a los Romanos habla de su condena a “cambiar el uso natural por otro contra la naturaleza”, el autor no tenía ni idea de las realidades que nosotros conocemos ahora de manera más científica sobre la sexualidad, y pensaban que sólo eran costumbres de paganos e idólatras.
En el debate actual una pregunta central es si la unión de personas del mismo sexo es matrimonio u otra cosa. No lo sé. Pero me pregunto de nuevo: ¿discriminarlos es auténticamente humano, digno de un Dios fiel a lo que ha creado y rebosante de misericordia? Me siento ofuscado.
Si a nosotros sacerdotes católicos que hemos abrazado libremente el celibato nos cuesta mucho trabajo ser fieles hasta la muerte, ¿cómo será para las personas homosexuales, lesbianas, transgénero o transexuales, llevar esa carga impuesta contra su voluntad por los años sin cuento que tienen por vivir después de confesarse a sí mismos y a sí mismas su condición?
El Dios de Jesucristo es antes que nada misericordia, amor, perdón, cercanía, comprensión, ternura. Y no hace acepción de personas, no tiene preferencia entre sus hijos e hijas.
El autor es Rector de la Universidad Iberoamericana
El comentario:
Una de las frases más citadas del Papa Francisco es aquella que externó cuando, a su vuelta de Río de Janeiro, los periodistas le preguntaron sobre las personas homosexuales. “¿Quién soy yo para juzgarlos?”, dijo. Con esa expresión, ponía en práctica lo que expresó él en Roma desde el principio de su pontificado: “hay que dar menos importancia a las normas y más a la misericordia”.
a) Independientemente de cómo entienda cada uno esta frase del Papa (ciertamente “de internis neque ecclesia”: de lo interno, de nuestra conciencia, ni siquiera la Iglesia juzga, es decir, nadie puede pretender tener el juicio de Dios sobre nadie, ni sobre la conciencia de nadie, ojo, no porque no podamos a la luz del Evangelio decir con claridad lo que está mal y lo que está bien, sino porque no podemos saber qué tan consciente está una persona concreta de aquello que hace, ni si su pensamiento ha entendido los principios del Evangelio, ni si está obrando por un mal entendido o por mala fe o infidelidad al Evangelio, ni qué atenuantes estén obrando en su interior, en pocas palabras, sí que podemos juzgar si algo que alguien hace es o no correcto a los ojos de Dios, a la luz de la doctrina definitiva de Cristo en el Evangelio, lo que no podemos hacer es condenar o absolver la intención con la que una persona determinada actúa, pues ello lo desconocemos, sería aventurado, y además ello corresponde a Dios que ve el interior del hombre (cf. 1 Sam 16, 7), y por ello existe el foro interno de la confesión), el cristiano sí está llamado a expresar juicios en su función profética como lo hizo Juan el bautista, no en relación a la conciencia del sujeto -como ya se explicó- pero sí en relación a lo objetivo que se puede captar en su conducta y actos, pudiendo así decir proféticamente que la homosexualidad no forma parte del plan original de Dios (cf. 1 Cor 6, 9). El objetivo del profetismo es iluminar la conciencia con la Palabra del Señor, lo que equivale a decir, llegar a adecuar la conciencia y los actos a lo que el Señor pide como exigencia del Evangelio.
b) Respecto a que “hay que dar menos importancia a las normas y más a la misericordia”, creo que la intención es buena, pero imprecisa; no hay propiamente una contradicción entre ambas, si la hubiera concuerdo que le demos más importancia a la misericordia; la norma (se entiende en el caso de que la norma es adecuada; si no lo fuera habría que derogarla; la norma divina es perfecta y no derogable) ilumina el cómo deben hacerse las cosas para vivir el Evangelio, la misericordia en cambio se refiere a la curación de cuando no se ha vivido el Evangelio y hay arrepentimiento y deseo de otra oportunidad. Por ende, predicar la misericordia, y sobre todo practicarla, no implica despreciar la norma, que debe ser norma del Evangelio, norma que mana del Evangelio, si no fuera así, tranquilos todos, habría que derogarla.
De hecho, en un documento de trabajo difundido en el mes de junio de 2014, el Papa jesuita señalaba, en alusión a las personas homosexuales, que “los católicos del mundo deben ser menos excluyentes y más humildes”. Más recientemente, también afirmó que la Iglesia debería pedir perdón a los y las homosexuales. En el documento preparatorio del Sínodo de Obispos de octubre de 2014 el Papa afirmó que, aunque los jerarcas sigan oponiéndose a las uniones entre personas del mismo sexo, “la Iglesia Católica debe tener una actitud respetuosa”. Y un tono semejante, comedido, tuvo el documento oficial publicado en esa ocasión.
a) Ojo, hay que notar que un documento de trabajo (no sé a cual se refiere pues no se cita) es eso, un borrador.
b) Los católicos deben ser menos excluyentes y más humildes”: totalmente de acuerdo, pero ¿qué significa eso en el tema que nos ocupa? no se dice; por nuestra parte afirmamos que sólo se debe excluir lo que no va con el plan de Dios, y si por incluir se entiende sumar todo lo que se pueda, estamos totalmente de acuerdo, aunque es claro que no significa aceptación o claudicación ante lo que no va con el Evangelio ni con Cristo.
c) Pedir perdón a los homosexuales, claro que sí, y con humildad si es que los hemos ofendido; y como a cualquier persona, y diariamente, hay que pedir perdón si no los hemos tratado como hermanos, y repito, pedir perdón a cualquier persona a la que hayamos ofendido así sea levemente, aclarando sin embargo que el pedir perdón no se refiere al hecho de haber presentado la verdad de Cristo, eso sí con el tacto debido, sin falsificar en nada la Palabra del Señor.
d) El respeto es un valor humano universal, por tanto, claro que nos debemos dirigir a todos, incluidos nuestros hermanos y hermanas homosexuales, con todo respeto, tacto y gran valoración de sus personas, capacidades y dignidad; sin embargo, repito, ello no implica faltar a la noble e insoslayable misión de hacer presente la verdad de Cristo. Y ciertamente Cristo, en su Evangelio, en sus “obras” y “palabras” (cf. Constitución Dogmática Dei Verbum, n. 14) nunca propone nada que se aleje del diseño original de Dios en relación a la persona humana, a su dignidad, y por ende a su sexualidad (cf. Gén 1, 27). Todo ello por supuesto en una exégesis seria, y no de corte prejuiciosa o racionalista, o alterada con interpretaciones forzadas, las cuales desgraciadamente no faltan, aunque abundan en su carencia de fundamento serio, por más ropaje “científico-bíblico” que se les otorgue.
e) Ser respetuoso, que lo debemos ser, no significa que se otorga la razón, o que se está de acuerdo con algo; el respeto es hacia la persona, pero ese mismo respeto me debe impulsar con “parresía” a proponer la verdad de Cristo (cf. OLVERA DELGADILLO, Juan de Dios, “Parresía: Dimensión existencial imprescindible de la Evangelización” en Efemérides Mexicana, Vol. 32, N. 96, Universidad Pontificia de México 2014, pp. 379 – 439).
Más misericordia quiere decir un trato respetuoso, afectuoso, con cariño, por todas las personas, incluidas aquellas cuya sexualidad es diversa a la de la mayoría. Algo que tiene que entender la Iglesia a la que pertenezco es que, mientras queramos seguir siendo cristianos seguidores de Jesús, debemos respetar a las personas gays y lesbianas. Desafortunadamente, no es precisamente esto lo que estamos viendo en estos días de debate sobre la iniciativa del Ejecutivo acerca del matrimonio igualitario.
a) Se reitera lo importante del respeto hacia todo hermano sea cual sea su modo de pensar o actuar, pero en el sentido también arriba señalado.
b) “…incluidas aquellas personas cuya sexualidad es diversa a la mayoría…”; de acuerdo, pero señalando que la misma verdad de Cristo, que señala el respeto al orden divino dado en la creación, indica, lo que en antropología filosófica también se puede ver, que la naturaleza ha dotado a cada persona humana de un sexo determinado, y que en la naturaleza son sólo dos posibilidades al respecto; además, en el caso del ser humano por ser pensante, consciente y libre se va asumiendo esta realidad en un proceso correcto de desarrollo; pero si debido a ciertas razones, necesariamente posteriores a la constitución de la persona, no hay una serena identificación con lo que Dios nos ha dado, entonces la persona entra en una situación particular, sin hablar ni prejuzgar culpas ni nada; el hecho es ése.
c) Entonces, estamos de acuerdo en lo importante que es manifestar aprecio hacia la persona, pero nunca se debe renunciar a creer, a apostar a la plena realización del plan de Dios en esa persona; es decir, el respeto, no significa que se claudique en la convicción de proponer la realización del Plan Salvífico de Dios en cada persona; si eso queda claro, no queda más que ser verdaderos cristianos en nuestro actuar, con respeto, aprecio, afecto y amistad hacia todo hermano como persona. Así si un alcohólico se me acerca no lo debo rechazar, sino aceptar y apoyar, lo cual me llevará, aunque con mucho tacto, a proponerle un camino de plena liberación en Cristo.
d) Respecto al debate del Ejecutivo acerca del así llamado matrimonio igualitario, hay que decir mucho, pero resumamos; no parece ser un verdadero interés por el bien de estos hermanos, sino una manipulación oportunista y política, pues por qué habiendo una agenda con muchos problemas de millones de personas, en los que se incluyen los mismos hermanos y hermanas homosexuales, y problemas muy antiguos (léase inseguridad, falta de mayor impartición de justicia, mayor democracia, los graves problemas de la falta de trabajo, los bajos niveles de los sueldos, del poder adquisitivo, las carencias de la educación, la devaluación, la reivindicación de los indígenas, los derechos humanos universales [cf. Declaración Universal de Derechos Humanos, 1948], el empoderamiento de los ciudadanos, la carencia de ayuda y alimento en ciertas regiones, etc.), es exactamente este tema el que se ha puesto en la palestra por parte del Ejecutivo, sabiendo sí, que forma parte de una agenda internacional que condiciona recursos y ayuda a la implementación de ciertas políticas a manera de colonialismo ideológico; se haría mucho más creíble, si primero se resolvieran los grandes problemas que se arrastran de muchos años, y después se abordarán estas discusiones, muy de estos años, pues antes nadie, en ningún grupo político del mundo se le ocurría cuestionar o debatir al respecto; exagerando, aunque hubiera un antecedente de hace 50 años, qué es ello ante miles de años de desarrollo cívico y político de la humanidad.
e) Por lo que hace a la supuesta falta de respeto por parte de creyentes en el debate mencionado, no se dice a qué se refiere; las marchas multitudinarias han declarado muchas veces que no van contra nadie, sino que son propositivas en apoyo a la familia, así sin añadir calificativos para la familia, como efectivamente no los había, no existían hasta que de hace unos 30 años para acá se le comenzaron a endosar, lo cual hace ver que dichos calificativos son conceptualizaciones que van más allá de la realidad.
Muchos sacerdotes y dignatarios eclesiásticos, siguiendo la postura oficial de la Iglesia, afirman que ser homosexual no es pecado; pero al mismo tiempo preconizan que los homosexuales no deben practicar su homosexualidad, y los exhortan a abstenerse. Esto para mí es muy difícil de entender.
a) Ser homosexual no se debe entender que así se nació, sino que debido a ciertas situaciones, así se introyectó la propia identidad biológica; sentir deseos de robar no es pecado, la virtud está en rechazar esos deseos; aceptar y consentir internamente esos deseos ya es pecado, y realizar las acciones lo es aún más; y esto vale en todas las materias; que nos sobrevengan deseos de matar a alguien que nos ha hecho el mal, es una tentación, si lo rechazamos tenemos mérito y virtud, si lo consentimos y aceptamos llegamos al pecado; eso es doctrina cristiana de siempre. La abstención del pecado vale para todos, así también para el casado que debe abstenerse de ser infiel, aunque ello le sea difícil. Abstenerme de matar a alguien que me ha ofendido gravemente es obligación del creyente en Cristo, aunque le cueste trabajo y mucho.
Esa misma Iglesia que llama a la abstinencia postula que el celibato y la castidad son dones de Dios. Es decir, que no se pueden forzar: a unos los da y a otros no. ¿Todas las lesbianas y personas transgénero u homosexuales tienen el don de la castidad? Probablemente alguna de las dos posturas que sostiene la Iglesia debe estar equivocada. Obligar a algo que es un don, ¿es posible?
a) Distingue y vencerás; no decimos nada nuevo, simple doctrina de siempre, asuntos ya resueltos de mucho atrás: el celibato es un don no concedido a todos, pero es distinto a la virtud de la castidad que se aplica al recto uso de la propia sexualidad, ojo, según el propio estado de vida de cada uno; por lo tanto, el que ha recibido el sacramento del matrimonio realiza su castidad cuando tiene relaciones sexuales legítimas sólo con su esposa; la castidad es conducir la propia sexualidad según los mandamientos de Dios; a un casado le puede costar mucho ser fiel; la castidad para él será que sólo pueda tener relaciones con su esposa, y sólo a ella deba amar como a su esposa. Por lo tanto, el celibato es un don para algunos; la castidad en cambio es una virtud a la que todo cristiano sin excepción está llamado y comprometido a fuer de ser verdadero cristiano, discípulo de Cristo.
Muchas veces, delante de Dios me he hecho esa y otras preguntas y admito que me siento confundido. ¿Podrá el Dios revelado por Jesús, el Dios de la misericordia, de la ternura, de la liberación, de la solidaridad, nuestro buen Padre Dios, exigirle obligatoriamente a un joven que nació homosexual o lesbiana que guarde un celibato impuesto hasta el día de su muerte?
a) Todo lo dicho anteriormente ilumina ya lo que el mismo autor denomina confusión. No hay nacimiento homosexual. El Celibato no le obliga a quien no lo ha recibido ni se ha comprometido en ello libremente. Ser fieles en las exigencias del Evangelio hasta el día de nuestra muerte nos obliga a todos. Y Cristo, “Rostro de la misericordia”, no exige a nadie ninguno de sus mandamientos sin antes darle interiormente la ayuda de su gracia; a los asesinos les cuesta mucho dejar de matar, a los ladrones les cuesta mucho dejar de robar, a todos nos cuesta mucho dejar nuestro “hombre viejo” (cf. Rm 6, 6) y asumir la humanidad nueva conforme al Evangelio de Cristo.
Y luego me pregunto de nuevo. ¿Podría ese Dios que es Padre y Madre buenos, ese Dios bondadoso y benévolo, exigir a un joven o una joven que nacieron distintos, que nunca, en toda su vida, tengan una pareja y expresen hacia ella su amor?
a) Todo ya comentado. Sólo reiterar, que a todos se nos exige esfuerzo para realizar el Evangelio en nuestras vidas; parte del no discriminar a nuestros hermanos homosexuales es saber que ellos, como todos, si tienen la fe y su bautismo, pueden ser a pleno discípulos de Cristo, cumpliendo con las mismas exigencias, aunque en circunstancias distintas, del Evangelio para todos. La misma pregunta que se hace arriba “¿…podría ese Dios … exigir…?” sería válida también para alguien que desea la mujer ajena o el hombre ajeno, ya casados, y que no podrán amar nunca a esas personas pues ya están comprometidas. Un sacerdote que se ha comprometido libremente con Dios está obligado a la fidelidad en su celibato, y todo ello, lo de todos, es posible, por la gracia de Dios, que nunca falla. Dios nos pide aquello que exige el amor, el amor verdadero como se expresa en el Evangelio, y ello siempre se puede realizar pues Cristo promete su gracia (cf. 1 Cor 10, 13)
b) Aunque aquí no es aula de teología, no quisiera dejar de señalar que llamar a Dios como “Madre” aunque no es una ofensa, al contrario, en nuestro lenguaje humano significa la grandeza y la incondicionalidad del amor de Dios, sin embargo, se orienta por una perspectiva de imprecisión teológica, toda vez que aunque hay alusiones en la Escritura de ver el amor de Dios como el de una Madre, sin embargo, en sentido estricto esa perspectiva no está contenida en la plenitud de la Revelación hecha por Cristo (cf. Constitución Dogmática Dei Verbum, n. 2), quien siempre nos enseñó a dirigirnos a nuestro Padre Celestial (cf. Mt 6, 9-15). Pero ello es un punto técnico a disertar en otro espacio.
Hay muchas hipótesis y teorías sobre el origen de estas sexualidades minoritarias. La discusión continúa y me confieso abierto a lo que la ciencia diga.
a) Desde una correcta antropología filosófica, subrayo filosófica, no se plantean terceras sexualidades, más allá de las dos conocidas desde siempre. El plantear que hay hipótesis y teorías, es un gran desenfoque pues nos sitúa en el prejuicio de que la cuestión se aborda desde la ciencia, lo cual menciona explícitamente el autor. Ello comporta un doble prejuicio: por un lado que por ciencia se entienden sólo las ciencias positivas, las ciencias experimentales, cuyo método es inductivo y comienza a construirse después de la observación con hipótesis, a ser posteriormente comprobadas. Se olvida por ejemplo que las matemáticas son científicas y no usan el método positivo experimental. Y por otro lado está el prejuicio de que la cuestión pertenece a la ciencia experimental; si se va por ese camino, es claro que seguirá habiendo teorías e hipótesis indefinidamente sin aterrizar en certezas; aunque aquí no es aula de filosofía, la cuestión va más bien por el terreno de dicha ciencia.
b) Hablar de “sexualidades minoritarias”, en la perspectiva apenas apuntada, parece ser una conceptualización ideologizada, sobrepuesta a la realidad; la conceptualización por parte de todos es inevitable, es nuestra forma de conocer, pero es necesario ver si corresponde a la realidad o está desenfocada.
c) Hablar de sexualidades minoritarias de nacimiento, para un creyente (entendemos que el terreno en el que estamos disertando es el de la teología; en otro espacio se podría abordar desde otras ópticas), significaría que Dios asigna esa realidad a determinadas personas, ante lo cual surgirían interrogantes ¿por qué ese porcentaje minoritario asignado por Dios (lo cual no consta para nada en la Revelación)? ¿o bien si no son asignados por Dios son accidentes genéticos? todo ello sí parece discriminarlos, hacerlos diferentes desde que Dios los hubiera querido hacer diferentes explícitamente como minoría, etc., como respuesta hay que apuntar a la reflexión filosófica y –como ya se dijo- que no hay rastro de ello en la Revelación, claro está si ella es tomada como Palabra de Dios, porque si es tomada como un libro cultural, no tiene caso seguir hablando de este tema, ni del celibato, ni de actuar conforme al Evangelio, ni de nada, pues no hay mandamientos de Dios, y ni Dios existe, pues fue una “creación de la mentalidad semita”, etc.. Pero Cristo es una absoluta realidad. Por cierto, el meollo de todo esto es si Cristo, que es Dios, existe o no; si no, repito es inútil toda esta reflexión y otras; que cada quien piense y viva como mejor le parezca, pues si los muertos no resucitan “comamos y bebamos, que mañana moriremos” según el adagio pagano referido por San Pablo (cf. 1 Cor 15, 32).
Pero lo que puedo afirmar con toda rotundidad es que, en mi experiencia pastoral y educativa, la enorme mayoría de las personas que se consideran homosexuales lo descubrieron desde pequeños, y se asumen así desde su nacimiento. Su sexualidad no es mayoritaria, ciertamente, pero tampoco es anormal: justo igual que los zurdos.
a) Ya todo ha sido abordado. De lo arriba expuesto se sigue que si no hay homosexualidad natural o de nacimiento, ni fallas en la Creación de Dios, la homosexualidad es algo adquirido por diversas situaciones, no es de nacimiento, y por lo cual no pertenecería al desarrollo normal del proyecto de Dios, y aquí no se está hablando de culpas de nadie, sino de una explicación desde la Revelación, la filosofía y la teología, y que en su momento se puede hablar de su plena concordancia y no contradicción con los datos científicos de las ciencias experimentales.
b) La homosexualidad, se repite, determinantemente no es una cuestión de nacimiento, aunque de nacimiento podría haber situaciones que la predispusieran; en muchos casos se da por inducción de terceros, lo cual irrumpe forzando y afectando el desarrollo psico-sexual de una persona. Por otra parte, lo que sí se puede decir es que, independientemente de las causas y las circunstancias, en todos los casos, hay una disociación de la propia realidad biológica de la introyección psicológica que la persona hace de la misma; el ser humano es el único ente biológico que lo puede hacer equivocándose, pues es el único que está llamado por Dios a construirse a sí mismo con su autoconciencia y libertad; y presentándosele en el camino diversas circunstancias para realizar esto, a veces la serena introyección de su realidad e identidad se ve afectada por circunstancias especiales. Al final de todo, ciertamente hay un sólo camino para lograr la plena realización, y éste es el indicado por el Evangelio. Siempre Cristo nos va a presentar el verdadero camino en la realización del designio de Dios.
En todas las culturas, las más homofóbicas, incluso en aquellas en la que la homosexualidad se penaliza con la muerte, siempre hay un porcentaje constante de personas con estas orientaciones, que ronda entre el 6 y el 10 por ciento.
a) Todo este párrafo no es propiamente doctrinal, pero sí hay que hacer aclaraciones
b) El término homofobia históricamente ha sido acuñado para justificar una ideología en la que es supuesto, no comprobado, que todo aquel que no acepte que lo homosexual es natural o de nacimiento, es alguien con prejuicios y con odio hacia esta situación; por tanto es un término artificial; es un término aplicado con toda facilidad a muchas situaciones, por lo que su uso muchas veces es exagerado; de hecho, de entrada, no haría alusión a un odio, pues etimológicamente hace alusión a un miedo (“fobia”); pero ideológicamente se aplica incorrecta e indistintamente a toda persona que no acepte, aun cuando esto sea mínimo, y que no apruebe, que lo homosexual es normal y correcto.
c) Si alguien tiene odio, no es necesario describirlo como discriminación, ni homofobia, es simplemente anticristiano, pero no hay que confundir odio con el que piensa y siente que la homosexualidad está mal; de hecho históricamente esta situación ha sido posterior a lo que serenamente la humanidad ha vivido en milenios, a saber, la posesión serena de lo propio de la sexualidad humana especificada en lo femenino y lo masculino, conforme a la creación de Dios; resulta un poco lógico que lo que es más bien accidental sea visto como algo que no debe ser, sin que esto se deba expresar en rechazo, grosería, falta de respeto, odio, ni nada por el estilo, en cuyo caso no sería necesario llamarlo con ningún otro término sino como anticristiano.
d) Ya aclarado que la homosexualidad no es natural, hay que decir que las estadísticas son respetables pero muy controvertibles y manipulables, como muchas estadísticas en otros campos, por ejemplo la política. Cuando la argumentación es contundente, no se basa en una votación, ni en una mayoría, sino en la naturaleza misma de las cosas (recordemos que recientemente, julio 2016, por unanimidad, todos los 47 jueces, de los 47 países del Consejo de Europa, que integran el pleno del Tribunal de Estrasburgo, el tribunal de Derechos Humanos más importante del mundo, han aprobado la sentencia que establece textualmente que “no existe el derecho al matrimonio homosexual”. La unanimidad apunta al discernimiento real de la naturaleza de las cosas; las votaciones apuntan a caprichos, manipulaciones e imperfecciones en la supuesta determinación de la naturaleza de lo discernido).
De manera que lo verdaderamente importante para nosotros cristianos es que creemos que a todos y todas los ha creado Dios. Así como son.
a) No se ve el por qué en el objeto de la cuestión que se está tratando lo importante o determinante sea que todos hemos sido creados por Dios. La creación del ser humano por parte de Dios es el fundamento de la dignidad de toda persona humana. Pero ello es un dato adquirido y que no sanciona el tema que nos ocupa, sino que es su base.
b) El afirmar que Dios ha creado a todos “así como son” se presta a ambigüedad; así, se diría que una persona que es irresponsable es así porque así Dios la creo, o que es irrespetuosa porque así Dios la creo, etc.; entonces, la frase es exacta si se refiere a la naturaleza de la persona humana, pues efectivamente ella procede de Dios; pero si se refiere a algo que es extrínseco a la naturaleza de las cosas, o bien, a algo que es añadido a esa misma naturaleza, entonces ello no puede afirmarse ni atribuirse a la creación de Dios. En el caso de una tendencia homosexual, ésta no es atribuible a la Creación de Dios, ello carece de todo fundamento filosófico, y mucho menos teológico (“…hombre y mujer los creó…” nos refiere el libro del Génesis 1, 27). Para quitar esa ambigüedad no bastaría un argumento de tipo “estadístico”.
c) La frase “así como son” se presta a la ambigüedad en el sentido de que se puede interpretar que se refiere a la naturaleza misma de las cosas, o bien, como el modo de ser que las personas a través de buenos o malos hábitos han elegido tener en sus vidas, y ello, por pertenecer al ámbito de su elección personal puede caer en el ámbito de lo ético o no ético, de lo moral o inmoral, o del pecado o de la virtud, de la fidelidad a Cristo o del actuar en discordancia con el Evangelio.
Y después de tratar a muchos durante mucho tiempo puedo afirmar que buena parte de ellos son excelentes seres humanos, sensibles, afectuosos, comprometidos, devotos del servicio y la compasión.
a) Todo lo aquí afirmado es una apreciación del autor del todo respetable, recordando solamente que para lograr toda esa calidad humana a la que se alude se requiere además de la buena disposición de la persona (que se entiende es a lo que se alude) de la gracia de Cristo (así es en toda persona humana, incluyéndonos todos sin excepción), para lo cual a su vez se requiere de la conversión y de los sacramentos; de otra forma todo ser humano, incluyéndonos todos en ello, no podemos realizar el bien a los ojos de Dios ni ser agradables a Él (todo ello sancionado desde hace siglos por la teología), “…porque sin mí no pueden hacer nada…” (Jn 15, 5).
Me atrevo a decir que Dios no sólo los ama, sino que le caen bien.
a) Frase un poco confusa, pues el amor de Dios no es superado por el que le caigamos bien, o no es esto último un estado superior al de ser amados por Dios.
b) Que le caigamos bien a Dios no es exacto, pues Dios no está sujeto a la imperfección de ser proclive o no a la empatía con determinadas personas; Él nos ama a todos sin distinción (cf. Rm 2, 11).
c) De ninguna manera la frase podría significar que por que Dios nos ama, ello implica en automático la aprobación de nuestro obrar; el llamado, a todos sin excepción, a la conversión, aceptando su Palabra, es norma universal.
¿Puede la Iglesia privar a estas personas del derecho al ejercicio genital de su sexualidad?
a) A todos la Iglesia, si quiere ser fiel a su Señor, nos exhorta a vivir en fidelidad al Evangelio, y efectivamente ello comporta el recto ejercicio de la propia sexualidad, incluyendo la dimensión genital de la misma. Ello es válido para todo ser humano. Ningún ser humano, independientemente de su sexo, condición, circunstancias, etc. se puede conducir -si quiere estar con Cristo- al margen de lo indicado y preceptuado por Cristo como camino de vida eterna.
Cuando la Carta a los Romanos habla de su condena a “cambiar el uso natural por otro contra la naturaleza”, el autor no tenía ni idea de las realidades que nosotros conocemos ahora de manera más científica sobre la sexualidad, y pensaban que sólo eran costumbres de paganos e idólatras.
a) El autor de la Carta a los Romanos no es cualquiera, es San Pablo; pero dejando de lado discusiones académicas sobre la autoría (algunas carentes de fundamento), independientemente de todo, al hablar de la Carta a los Romanos se habla de la Palabra de Dios (si así no lo creyéramos, no es necesario seguir debatiendo en torno ni a éste ni a otros temas, pudiendo cada uno seguir lo que más le apetezca).
b) El autor de la Carta a los Romanos no condena ciertas conductas sólo porque se trate de costumbres paganas, sino indica claramente que es porque son conductas de pecado que excluyen, a quienes las practican, del Reino de Dios (cf. Rm 1, 24 – 2, 6; 1 Cor 6, 9); si algo es el objeto directísimo de la Palabra de Dios y de la Revelación es indicar, para nuestra conducta el camino de la salvación; y aquí el autor lo hace con toda claridad, con toda conciencia, y con toda determinación.
c) Extrañamente se alude a que ahora tenemos un conocimiento científico sobre la sexualidad, el cual dejaría sin valor lo afirmado por la Carta a los Romanos; recordemos que dicha Carta no está disertando sobre algo científico lo cual pueda irse superando con el conocimiento científico, sino está declarando proféticamente y con toda vehemencia lo que es contrario al Reino de Dios; pensar que lo moral, lo ético, lo que es conforme a la voluntad de Dios, es objeto del progreso científico nos llevaría a pensar que lo que dijo Cristo está ya atrasado porque hoy conocemos más datos científicos, por ejemplo, sobre ciertas sustancias químicas que afectan la conducta humana. El objeto directo de la Revelación es el amor que Dios nos tiene y la indicación certísima del camino de salvación; y ello no está sujeto al progreso de un área del conocimiento humano, como lo es el de las ciencias positivas o experimentales.
En el debate actual una pregunta central es si la unión de personas del mismo sexo es matrimonio u otra cosa. No lo sé.
a) Ciertamente en sentido estricto la unión de dos personas del mismo sexo no se puede llamar propiamente “matrimonio”; aplicar esa categoría a la unión de personas del mismo sexo no tiene antecedentes serios (no llamaríamos antecedentes a lo que proviene de sólo unos años para acá) ni en la teología, ni en lo civil (por ello se pretende establecer ahora porque no ha existido), ni en lo jurídico (hasta ahora no se ha referido en base a qué jurisprudencia directa -no haciendo contorcionismo, sino directa- se ha basado cualquier acto jurídico relativo a las uniones entre dos personas del mismo sexo, tomando dicha jurisprudencia como un antecedente, por tanto de una antigüedad mayor de cuarenta años, y no creada artificialmente “ad hoc”, y libre de toda sospecha de corte ideológico o político).
b) Más allá de todo, no parece ser algo central el que a las uniones de personas del mismo sexo se les llame matrimonio o no, por más que un uso así del lenguaje resulte impropio, sino que lo central va más allá de la palabra o del término matrimonio, y es la cuestión de los hijos; pues el que se unan dos personas del mismo sexo, e incluso el que ellos deseen llamarse matrimonio, aunque el uso del lenguaje sea impropio, ello puede no tener más trascendencia desde el punto de vista de la fe cristiana -si no perjudican a otros induciéndolos a seguir un camino no deseado por Dios, cosa que se ve difícil- que la de dar cuentas a Dios cada uno por cómo se conduce; pero precisamente como no se trata de un matrimonio real con capacidad real de transmitir la vida y perpetuar la especie, ideológicamente se decide “completar” la familia por la fuerza, forzando legalmente la posibilidad de la adopción, y el enfoque unilateral de un supuesto derecho de “tener” niños (derecho que no existe en sí; tan es así que ahora lo están solicitando; en cambio los padres de familia tienen hijos como un derecho natural, incluido en su misma naturaleza, y otorgado por Dios en la creación misma) olvidando el derecho más bien de los niños mismos como personas humanas.
c) Una afectación fundamental es la que sufre la familia en sí, pues a fuer de querer hacer pasar como matrimonio y familia lo que no lo es, es como se pretende cambiar el “status” legal de ellos, e incluso se pretenden hacer constitucionales estos cambios, consistentes en que el matrimonio y la familia se “redefinen” artificiosamente para dar paso a políticas extranjeras, ajenas a nuestra cultura e idiosincrasia, y a colonialismos ideológicos (claramente la llamada “ideología de género” lo es) que forzan el concepto de matrimonio y familia de tal modo que pueda caber lo que ellos pretenden; y en ello tiene que ver algo que es absolutamente sagrado, los niños. Los niños que no son respetados y considerados como personas, sino como una justificación ideológica de la constitución de un así llamado “nuevo tipo de familia”. Las políticas públicas deberían de ocuparse más bien de que no hubiera ni un sólo niño que deba ser vendido o entregado por sus verdaderos padres por razones económicas, o en caso extremo que sea entregado a sus parientes más cercanos, para ello deben existir los subsidios necesarios para que el niño no salga nunca de su ámbito familiar. El niño no sólo tiene derecho a una familia, sino TIENE DERECHO A SU PROPIA FAMILIA CONCRETA, EN LA CUAL HA NACIDO. Es por ello que justamente la sociedad se manifiesta en una lucha cívica y pacífica. Que otros intereses quieran torcer esta manifestación es mezquino. Que esta sociedad que pocas veces se manifiesta sea intimidada por hacerlo es verdaderamente antidemocrático y tendiente a que esa misma sociedad no crezca ni madure, y se vuelva totalitaria.
Pero me pregunto de nuevo: ¿discriminarlos es auténticamente humano, digno de un Dios fiel a lo que ha creado y rebosante de misericordia? Me siento ofuscado.
a) La discriminación nunca será humana ni cristiana.
b) Señalar -para el que es creyente, recordando que la fe no es algo meramente subjetivo sino es realidad- que la homosexualidad no es parte del camino que lleva a Dios, así como cualquier otra desviación del plan salvífico de Dios, es deber de todo sacerdote, y de todo fiel cristiano que es leal a Cristo y a su Evangelio.
c) La frase de que Dios es fiel a lo que Él mismo ha creado, puede ser entendida de forma ambigua; si se refiere a la naturaleza de la persona humana es totalmente exacta; si se refiere a que Dios hubiera creado la tendencia homosexual, se debe reafirmar que ella no pertenece a la naturaleza humana en sí, que con ella no se nace, y que Dios no puede ser fiel a algo que Él no ha creado ni ha sido la causa.
Si a nosotros sacerdotes católicos que hemos abrazado libremente el celibato nos cuesta mucho trabajo ser fieles hasta la muerte, ¿cómo será para las personas homosexuales, lesbianas, transgénero o transexuales, llevar esa carga impuesta contra su voluntad por los años sin cuento que tienen por vivir después de confesarse a sí mismos y a sí mismas su condición?
a) En relación a que a las personas homosexuales, etc. se les haya impuesto una carga contra su voluntad hay que señalar: si ello se da ciertamente no es Dios quien les ha impuesto esa carga, y ciertamente no se puede aceptar la frase en el sentido de que el ser homosexual les haya venido por el acto creador de Dios, el cual -según esto- así les habría entregado su naturaleza; ello no es cierto, pues Dios nos ha creado de forma perfecta, y cómo se ve en el libro del Génesis, ha creado muy definidamente al hombre y a la mujer.
b) Si la homosexualidad fuera natural no costaría nada “confesarse” a sí mismo su propia realidad, en contraste a la dificultad a la que alude el autor.
c) Atribuyen a Pablo VI la frase: “el cristianismo no es fácil, pero es feliz”; más allá de la autoría de la frase, ella es verdadera; Jesús dijo que “el que quiera ser mi discípulo que tome su cruz y que me siga”; no hay vocación que sea fácil, ni el ser madre, ni el ser fiel en el matrimonio, ni en el sacerdocio; también en la vida no es fácil ni en el desempeño fiel de un cargo público, ni el ser buen educador, etc. nada es fácil de entrada, felizmente nuestra autoconstrucción requiere esfuerzo, pero al final de todo hay satisfacción por lo logrado; ni nada está exento de sufrimiento, pero Cristo nos ha dicho “…ánimo, yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33), y “…el que persevere hasta el fin se salvará” (Mt 24, 13); y qué decir, en cuestión de que la vida no es fácil, de los pobres y de los enfermos y de los encarcelados injustamente, etc. La vida no es fácil, pero la verdadera felicidad está en descubrir y seguir a Cristo.
El Dios de Jesucristo es antes que nada misericordia, amor, perdón, cercanía, comprensión, ternura.
a) Jesús, que es Dios, y el Padre, que también lo es, al igual que el Espíritu Santo, en ese misterio de la Santísima Trinidad, efectivamente es todo lo mencionado por el autor.
Y no hace acepción de personas, no tiene preferencia entre sus hijos e hijas.
a) Totalmente verdadero; el que Dios nos señale cuál es y cuál no es el camino al Reino de los Cielos no significa que Dios discrimina, o que tiene preferencias porque aprueba al buen cristiano y reprueba la acción del pecador (no rechaza a la persona misma del pecador, a la que busca a toda costa salvar como buen Pastor, el cual va en busca de toda oveja que se le ha extraviado, cf. Lc 15, 4-7).
b) Finalmente cabe decir que es nuestro deber como creyentes en Cristo estar siempre abiertos a todo diálogo, y a apoyar toda causa loable, verdaderamente humana y de fe, como en muchas ocasiones ha realizado la Compañía de Jesús y la Iglesia en general, siguiendo siempre la norma dada por Cristo: “…todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18, 37).
– – – – – o O o – – – – –
Con mucho respeto hacia todos, en particular a toda la gran comunidad académica de la Universidad Iberoamericana, alumnos, profesores, y a su Rector, que día a día buscan engrandecer a México, y en la mayor disponibilidad siempre de diálogo,
Servidor en Cristo, Pbro. Dr. Juan de Dios Olvera Delgadillo*
@voxfides
comentarios@yoinfluyo.com