Dios, el arte y la terapia… Conoce los beneficios de la arteterapia

A lo largo de la historia, el ser humano ha empleado el arte como modo de expresión, incluso antes de que apareciera el lenguaje verbal; el arte es una forma de introspección, de explorar nuestro “yo” de manera profunda; tiene un efecto integrador en las personas al romper barreras como el idioma; y lo más importante: impacta la parte mental, emocional, física y espiritual de todo individuo. Sobre el tema, Desde la fe platicó con la psicoterapeuta María de los Ángeles Hernández Gómez, una profesional católica, para conocer los beneficios de la arteterapia, un método terapéutico basado en la interpretación de obras artísticas realizadas por el paciente.

Expresó que el origen de la arteterapia podría ubicarse en los tiempos de las cavernas, cuando los seres humanos, a través de expresiones artísticas plasmadas en las paredes de las cuevas, hablaban sobre su modo de vida, sus costumbres, sus percepciones, sus sentimientos. “Es decir, que el arte era desde entonces una herramienta mediante la que el hombre conectaba con su ser, a fin de satisfacer sus necesidades de alivio físico, emocional y espiritual”. 

La psicoterapeuta explicó que Dios, al crearnos a su imagen y semejanza, nos dota de ‘dones’ que incluso nos pueden funcionar medicinalmente, como la inteligencia o la creatividad, que se pueden aplicar en el arte para externar nuestros agobios y así combatir males que nos aquejan; “podemos decir entonces que para un tratamiento efectivo de arteterapia se requiere de mucha espiritualidad y fe en Dios; un vacío espiritual no se puede llenar con cualquier cosa, se necesita la gracia divina, y el arte puede ser una buena herramienta para conocernos y poder conectarnos con el Creador”. 

Hernández Gómez hizo hincapié que la arteterapia consiste en la utilización del arte como vía terapéutica, empleada para sanar trastornos psicológicos, como miedos, bloqueos personales o traumas del pasado. “Se trata de una técnica de desarrollo personal, de autoconocimiento y expresión emocional. Sin embargo, no es necesario tener algún trastorno psicológico para emplearla; basta con sentir la necesidad de explorarnos y conocernos. Aunque en sus inicios tenía fines meramente curativos, actualmente la arteterapia ha ampliado su campo de acción”.

Explicó que, si es necesario tener una espiritualidad abierta y mucha fe, es para que la persona pueda entregarse a la terapia y hacer un reconocimiento cabal de sus fantasmas o miedos, de sus dolores internos, a fin de que los vaya soltando paulatinamente. “Es indispensable que se deshaga de esos malestares que le impiden desarrollarse, y para ello, es preciso que Dios entre en su corazón y lo ablande; y así, por medio del arte, la escucha y el habla, el paciente pueda descargar, pleno de confianza, todo ese cúmulo de emociones contenidas, para vivir de una manera mucho más tranquila y en paz”. 

Agregó que la arteterapia sirve también para los procesos de cambio, para el desarrollo de habilidades. “Muchos terapeutas la utilizan para abarcar áreas en las que una terapia verbal no alcanza; cada vez se emplea más en residencias de ancianos, colectivos con problemas de integración o centros psiquiátricos, entre otros lugares. Así como para el tratamiento del estrés, la ansiedad, la fibromialgia o los trastornos alimenticios”.

Destacó que también funciona como un paliativo eficaz para enfrentar problemas como el déficit de atención y la hiperactividad, o para tratar a niños que sufren bullying o tienen un bajo rendimiento escolar. Refirió que las manifestaciones artísticas que se pueden usar para la arteterapia son pintura, teatro, modelado, collage, danza, escritura y música; “a través de ellas, el individuo puede expresar sentimientos o emociones que se ha guardado, conflictos, miedos, angustias, necesidades, frustraciones, anhelos y sueños”.

Todos estos estados de ánimo –dijo– afloran cuando una obra se realiza, por lo que es importante que el trabajo se desarrolle sin hablar, que no se produzcan interrupciones externas que puedan sacar al “artista” de la conexión con su tarea. “El paciente no requiere de grandes dotes artísticos, ni de habilidades o conocimientos plásticos; lo importante es que el trabajo se haga con la suficiente espontaneidad, responsabilidad, conciencia y sinceridad. La obra, en cuanto a resultado artístico, siempre es valiosa porque nace de las emociones del autor”.

Para terminar, Hernández Gómez dijo que, al observar la obra, tanto el terapeuta como el paciente ven reflejado el mensaje interno y detectan dónde se encuentra el desequilibrio; “los elementos artísticos, son la base de la que el terapeuta partirá para sugerir cambios al paciente, quien deberá ser responsable en su proceso sanador.

 

 

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