1) Para saber
“Desde que, en la aurora del tercer día, Jesús crucificado resucita, ¡la última palabra no es más de la muerte sino de la vida! ¡La última palabra no es el sepulcro, no es la muerte, sino la vida!”, exclamó el Papa Francisco en la fiesta de Resurrección.
La idea de morir puede causar temor o angustia, pero la muerte ha sido ya vencida y nosotros podemos compartir esa victoria y conseguir también la vida eterna. Por ello, no nos puede estremecer la muerte, sino esperemos con confianza la vida futura.
2) Para pensar
Un hombre muy enfermo, enfermedad terminal, estando con su médico le confió: “Doctor, tengo mucho miedo de morir. Dígame, ¿qué hay del otro lado?” El médico muy pausadamente le contestó: “Pero, ¿por qué tiene miedo? ¿No me dijo que era cristiano?” El paciente le replicó con un tono de incredulidad: “Sí, pero tengo miedo a lo que me pueda pasar”.
En eso se oyeron unos ladridos, lloriqueos y rasguños de un perro al otro lado de una puerta cerrada. El doctor le pidió al paciente que abriera la puerta para que entrara su perro. Al abrirla, el perro entró corriendo al cuarto y se dirigió al doctor alegremente saltándole encima.
Entonces el médico, dirigiéndose al paciente le dijo: “¿Observó a mi perro? Nunca había estado en esta habitación. Él no sabía lo que había aquí adentro. Sólo sabía que su amo estaba aquí y, cuando le abrieron, dio un salto hacia adentro sin ningún temor. Así pasa con la muerte. Desconozco lo que hay del otro lado. Pero me basta una sola cosa: saber que mi Padre Dios está allí. Y eso es suficiente para mí.
Pensemos si no nos faltará avivar nuestra fe para que nos lleve a afrontar con confianza la muerte.
3) Para vivir
El hecho de la Resurrección de Cristo, nos da la posibilidad de acudir a la fuente de la salvación y obtener la gracia para adquirir la vida nueva que trasciende este mundo. Y además de traernos la salvación, nos transforma en hombres y mujeres de resurrección. Pero, ¿qué significa eso? El Papa nos responde: si somos convertidos en hombres y mujeres de resurrección, sabremos dar gestos de solidaridad y acogida en medio de las pruebas que afligen al mundo que se aleja de Dios, lo seremos si alimentamos el deseo universal de la paz: ¡Esto ya es comenzar a resurgir!
Si vivimos según el Espíritu, mismo de Cristo resucitado, sabremos ver las cosas en su verdadero valor, con visión sobrenatural, y hará que no dramaticemos ante las contrariedades, o no exageremos nuestros males, sino que mantengamos la paz y alegría propios de quien se sabe en manos de un Dios que ha hecho todo lo posible para salvarnos.
Se trata, precisó el Pontífice, de llevar a cabo nuestras ocupaciones ordinarias, pero sostenidas y animadas por la fe en Cristo resucitado y así adquirir una eficacia muy superior a nuestras capacidades.
Terminó el Santo Padre pidiendo que “la Virgen María, testigo silencioso de la muerte y la resurrección de su Hijo Jesús, nos ayude a ser signos de Cristo resucitado entre las pruebas del mundo, para que cuantos están en tribulación y en dificultades no sigan siendo víctimas del pesimismo, sino que encuentren en nosotros muchos hermanos y hermanas que ofrecen su consuelo”.
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