Las cosas buenas no son noticia, y es triste, porque lamentablemente muchos sucesos buenos, positivos, suelen ser relegados por los medios de comunicación. Pareciera que sólo el escándalo genera ganancias. Últimamente de Europa sólo nos llegan malas noticias, tristes sucesos: atentados que siegan vidas, falsos atentados también; leyes que diluyen la identidad del matrimonio y la familia, planes educativos que usurpan la labor de los padres, donde el estado se entromete a legislar en la intimidad de las personas, pontificando sobre sexualidad, etc. Por ello, de vez en cuando se echa en falta alguna noticia buena en general, y de esos lugares en particular.
Una buena noticia puede ser el reciente XI Congreso Mundial de Familias, que llevó por lema “Construyendo naciones amigas de la familia: haciendo familias fuertes otra vez”, celebrado en Budapest, Hungría, del 25 al 28 de mayo. El lugar difícilmente pudo ser mejor elegido, pues Hungría y Polonia constituyen dos auténticas islas que defienden la genuina identidad de la familia, en medio de un continente empeñado en acabar con ella, con la mala fortuna de que también está empeñado en difundir su locura. Ambos países son presionados por el resto de la Unión Europea para que admitan leyes lesivas del matrimonio y de la vida. Viktor Orban, primer ministro de Hungría, ha peleado una dura batalla para fomentar la vida y la familia, dos realidades que van de la mano, en medio de un continente que camina alegremente hacia el suicidio demográfico.
Como la vida y la familia son de interés social, el congreso ha contado con un buen respaldo del gobierno húngaro, participando Katalin Novák, Secretaria de Estado para la Juventud, la Familia y los Asuntos Internacionales y también madre de tres hijos. Tuvo, además, la gracia de derrochar sentido común y sentido del humor en su intervención: “Debo decirles que esto de ser Ministra era el plan B. El plan A era tener un cuarto hijo”. Es decir, no es un ministro que además es mamá, sino una mamá que también es ministro. Claras las prioridades.
Los testimonios, intervenciones, el flashmob “Uptofaith”, el ambiente, en fin, muestran que no todo está perdido en el Viejo Continente, que la familia no está muerta, es verdad que está muy venida a menos, pero también lo es que se mantiene una raíz fecunda que puede hacer reverdecer al resto de la sociedad. Al fin y al cabo, son ellos los que tienen hijos, siendo los otros modelos vitales bastante menos amantes de la vida.
Obviamente este tipo de eventos no lo tienen fácil. Deben ir contra corriente. Como afirmaba uno de los panelistas “la vida, la familia y los valores tradicionales estamos huérfanos en Europa en este momento”. No hay muchos políticos dispuestos a dar la cara por la familia en Europa y en muchas otras partes del mundo. El riesgo político es grande, la cobardía también. Por ello, una de las finalidades del Congreso era dar visibilidad a las familias, ponerlas en el centro de la atención, mostrar la importancia de su aportación en el seno de la sociedad, por la riqueza y fecundidad de los valores que genera.
Es importante que existan este tipo de actividades, es bueno que se realicen en Europa, donde pareciera apagada la esperanza, cerrada la discusión. El Congreso evidencia cómo a pesar de las dificultades, de las críticas, de la propaganda ideológica, la familia auténtica pervive, y no solo sobrevive, sino que tiene energía vital para aportarle a la sociedad. Todos necesitamos una fuerte inyección de esperanza, y el ver que no estamos solos y que no somos pocos, el descubrir multitud de iniciativas funciona como un lenitivo, en medio del fragor de la batalla por defender los auténticos valores humanos en la sociedad. Si además ese ejemplo viene de donde pareciera no haber más oportunidades, el desafío y la responsabilidad por sacar adelante a la vida y la familia tiene bastantes visos de alcanzar un buen fin.
Doctor en Filosofía
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