«Acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados». Es el título y la exhortación del Mensaje del Papa Francisco para la 104 Jornada Mundial, que la Iglesia universal dedica a los emigrantes y refugiados.
Reiterando la preocupación que manifestó desde el comienzo de su pontificado por la «triste situación de tantos emigrantes y refugiados que huyen de las guerras, de las persecuciones, de los desastres naturales y de la pobreza», el Obispo de Roma afirma que «se trata indudablemente de un ‘signo de los tiempos’» que, desde su visita a Lampedusa, en 2013, ha «intentado leer invocando la luz del Espíritu Santo».
Tras recordar asimismo que en el nuevo Dicasterio que instituyó para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, quiso que una sección especial dirigida temporalmente por él fuera una expresión de la solicitud de la Iglesia hacia los emigrantes, los desplazados, los refugiados y las víctimas de la trata, el Papa Francisco hace hincapié, con el Evangelio de Mateo en que «cada forastero que llama a nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia (cf. Mt 25,35.43)».
«A cada ser humano que se ve obligado a dejar su patria en busca de un futuro mejor, el Señor lo confía al amor maternal de la Iglesia», escribe el Santo Padre, citando al Papa Pío XII. Y señala que «esta solicitud ha de concretarse en cada etapa de la experiencia migratoria: desde la salida y a lo largo del viaje, desde la llegada hasta el regreso. Es una gran responsabilidad que la Iglesia quiere compartir con todos los creyentes y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que están llamados a responder con generosidad, diligencia, sabiduría y amplitud de miras —cada uno según sus posibilidades— a los numerosos desafíos planteados por las migraciones contemporáneas».
En este contexto, el Papa Francisco reafirma que «nuestra respuesta común se podría articular entorno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar».
En el primer verbo, acoger, el Papa escribe que «sería deseable un compromiso concreto para incrementar y simplificar la concesión de visados por motivos humanitarios y por reunificación familiar». Destacando también la necesidad de corredores humanitarios para los refugiados más vulnerables, y advirtiendo que «las expulsiones colectivas y arbitrarias de emigrantes y refugiados no son una solución idónea, sobre todo cuando se realizan hacia países que no pueden garantizar el respeto a la dignidad ni a los derechos fundamentales».
«En nombre de la dignidad fundamental de cada persona – señala también el Papa – es necesario esforzarse para preferir soluciones que sean alternativas a la detención de los que entran en el territorio nacional sin estar autorizados».
En lo que respecta a proteger, el Mensaje del Papa subraya que la protección debe empezar en la propia patria, prosiguiendo asimismo en el país de inmigración. Y dedica una atención especial a los menores, recordando que la Convención internacional sobre los derechos del niño ofrece una base jurídica universal para la protección de los emigrantes menores de edad. El Santo Padre señala también que «la apatridia en la que se encuentran a veces los emigrantes y refugiados puede evitarse fácilmente por medio de «leyes relativas a la nacionalidad conformes con los principios fundamentales del derecho internacional».
Destacando la importancia del tercer verbo, promover, el Papa Francisco escribe que «quiere decir esencialmente trabajar con el fin de que a todos los emigrantes y refugiados, así como a las comunidades que los acogen, se les dé la posibilidad de realizarse como personas en todas las dimensiones que componen la humanidad querida por el Creador». Señalado asimismo que «la dimensión religiosa ha de ser reconocida en su justo valor, garantizando a todos los extranjeros presentes en el territorio la libertad de profesar y practicar su propia fe».
En el último verbo, integrar, el Papa aclara que «la integración no es «una asimilación, que induce a suprimir o a olvidar la propia identidad cultural». Y reiterando el compromiso de la Iglesia, de acuerdo con su tradición pastoral, destaca que para obtener los resultados esperados es imprescindible la contribución de la comunidad política y de la sociedad civil —cada una según sus propias responsabilidades—.
Con la Cumbre de la ONU de 2016, y el compromiso de los Estados de elaborar y aprobar antes de finales de 2018 dos pactos globales (Global Compacts), uno dedicado a los refugiados y otro a los emigrantes, el Papa Francisco recuerda que «los próximos meses representan una oportunidad privilegiada e invita a «compartir este mensaje con todos los agentes políticos y sociales que están implicados —o interesados en participar— en el proceso que conducirá a la aprobación de los dos pactos globales».
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