La conmemoración del 1 y 2 de noviembre en que se festejan a todos los santos y a los fieles difuntos, respectivamente, son celebraciones en las que los católicos visitan los cementerios para orar y arreglar las tumbas de sus seres queridos que ya fallecieron, y asisten a los templos para participar en las celebraciones para pedir por su eterno descanso, pero además ser días propicios para reunirse en familia lo que contribuye a una renovación de nuestra sociedad, aseguró el arzobispo de Tijuana, Mons. Francisco Moreno Barrón.
En un mensaje previo a estos días, Moreno Barrón explicó que el día primero se celebra a todos los santos, a todos aquellos que son ejemplo de vida cristiana para nosotros e intercesores ante Dios. “Todos los santos de carne y hueso como nosotros, que nos dicen cómo hemos de vivir el Evangelio, cómo hemos de encontrarnos con Cristo, y que ruegan en el cielo constantemente por nosotros”.
Aclaró que no sólo celebraremos a los santos canonizados que están en los altares, como los Santos Niños Mártires de Tlaxcala: Cristóbal, Antonio y Juan, que fueron canonizados por el Papa Francisco el 15 de octubre pasado, sino que honramos a todos los santos de nuestra vida diaria.
“Esa gente que nos amó, que se dejó amar por nosotros y que ahora están gozando de Dios, que también son un ejemplo para nosotros y que ruegan en el cielo por cada uno de nosotros. Y el día 2 recordamos a todos nuestros seres queridos que han muerto. No hay un muerto más muerto que aquel al que nadie recuerda, aquel por el que nadie reza. No dejemos morir a nuestros difuntos. Mantengámoslos vivos en nuestra mente y en nuestro corazón”, invitó Mons. Moreno Barrón.
También exhortó a los creyentes a visitar a sus seres queridos ya fallecidos a llevarles flores y a orar por ellos en sus tumbas. Y que recuerden cuáles fueron sus cualidades y bondades y en qué los pueden imitar, y cómo los pueden mantener vivos en medio de sus familias. Sin embargo, ellos también tuvieron defectos y pecados, como nosotros mencionó el Arzobispo, por ello “le pedimos a Dios ese día que les muestre su misericordia, les perdone y les haga partícipes de su gloria en el cielo. Y si ya nuestra oración no se necesita porque ya ellos están gozando de Dios que aproveche a los fieles difuntos por los que nadie pide, aquellos a los que ya nadie recuerda”.
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