1) Para saber
El primer día de la primavera, 21 de marzo, el Papa Francisco dedicó su catequesis a la comunión, continuando así su ciclo sobre la Santa Misa. En ella el Papa nos invita a comulgar con frecuencia: “Exhorto a la comunión frecuente, haciendo presente el misterio de amor que se encierra en el Sacramento, para que la unidad con Cristo y con su Iglesia se manifieste en nuestro actuar cotidiano y testimonie nuestra vida nueva en Cristo”, fueron sus palabras.
2) Para pensar
Sucedió un ocho de septiembre, a fines del siglo XIX. Ese día se celebra el nacimiento de la Santísima Virgen María y San Juan Bosco quiso homenajearla con una Misa muy solemne. Para ello preparó a muchos niños para que comulgaran. La iglesia estaba llena de jovencitos, unos seiscientos querían comulgar. Se preparó un Copón lleno de hostias, pero al sacristán se le olvidó llevarlo para su consagración.
San Juan Bosco no sabía del olvido. Al momento de dar la Comunión y quitar la tapa del otro copón advirtió que solo había unas cuantas hostias y cayó en la cuenta de la distracción del sacristán. Entonces se dirigió a la Virgen María: “Señora, ¿y dejarás a tus hijos que se vuelvan en ayunas?”
Entonces tomó el pequeño copón y comenzó a repartir la Comunión. Y fue repartiendo y repartiendo sin que se acabaran. Y así hasta que comulgó el último de los niños. El sacristán, que estaba profundamente apenado por el olvido, contempló atónito el milagro ocurrido. Al terminar la Misa, ya en la sacristía, lo primero que hizo fue preguntarle a San Juan Bosco: “¿Cómo ha podido dar la Comunión a tantos centenares con tan pocas hostias? ¡Esto es un milagro, don Bosco! ¡Qué milagro acaba de hacer usted!” A lo que el santo contestó con toda naturalidad: “¡Bah! Junto al milagro de la transubstanciación, en que se transforma el pan en el Cuerpo de Cristo, el de la multiplicación de las hostias es insignificante. Además, yo no lo hice, fue obra de María Auxiliadora”.
3) Para vivir
Es muy grande el milagro por el cual Cristo se hace presente en la Santa Misa. Ese milagro es para nosotros. Dios lo realiza para que podamos tener un encuentro cercano e íntimo con Jesús, fuente de alegría y santidad. Por ello el Papa nos invita a Comulgar con frecuencia.
Además, el Papa Francisco indicó cómo, al comulgar, Dios nos va asemejándonos más a Jesús, nos va transformando en Él. Recordó las palabras de san Agustín: «Yo soy el alimento de las almas adultas… Pero no me transformarás en ti, como asimilas los alimentos de la carne, sino que tú te transformarás en mí». “Este es el prodigio de la Comunión: ¡nos convertimos en lo que recibimos!”, señaló el Papa.
En la Santa Misa se califica de “bienaventurado” a aquel que puede alimentarse de la Eucaristía, pues Dios permanece en él.
Después de la Comunión, nos ayuda el silencio a custodiar el don recibido. Hablar con Jesús en el corazón nos ayuda mucho. Así le damos gracias a Dios por este inefable don y le pedimos también que transforme nuestra vida, siendo medicina en nuestra debilidad, que sane las enfermedades de nuestro espíritu y nos asegure su constante protección… ¡Qué bueno y qué grande es el Señor!, concluyó el Papa.
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