Santidad

¿Acaso soy gnóstico? “Alegraos y regocijaos” (4)

1)   Para saber

Hay un peligro en el camino a la santidad, nos advierte el Papa Francisco, y consiste en pensar que porque tenemos ciertos conocimientos, ya somos perfectos, santos, y mejores que la «masa ignorante». A esta ideología se le conoce como “gnosticismo”.

Pero gracias a Dios, dice el Papa, “a lo largo de la historia de la Iglesia quedó muy claro que lo que mide la perfección de las personas es su grado de caridad, no la cantidad de datos y conocimientos que acumulen” (Alegraos y regocijaos, n. 37).

Y es un peligro porque exagera el valor de ciertos conocimientos considerándolos como suficientes para ser salvados, quedando al margen la obra realizada por Jesús. Pero esos conocimientos son sus propias teorías, a veces producto de su ignorancia, poniéndolas por encima de la doctrina evangélica. Se pretende un Dios sin Cristo. Y aunque a veces no se exprese así, en la práctica así se vive, despreciando incluso la doctrina de la Iglesia.

 

2)   Para pensar

En un grupo de niñas, había una niña, pongámosle que se llamaba Nicolasa, que era muy inteligente, pero le faltaba humildad. Solía saberse muy bien las lecciones y sacaba la mejor calificación en su grupo, pero se ufanaba de ello.

En una clase, la profesora había enseñado las diferentes virtudes y les preguntó: ¿Quién de ustedes es la más obediente?” Entonces Nicolasa se apresuró a responder: “Yo, maestra”. La profesora volvió a preguntar: “¿Y quién es la más estudiosa?” Una vez más Nicolasa respondía: “Yo también”. “Veamos, dijo la profesora, y ¿la más caritativa?” Todas las niñas guardaron silencio, pero Nicolasa respondió: “¡Yo!” Las niñas la veían entre sorprendidas y algo enfadadas.

La maestra no se dio por vencida y preguntó: ¿Y quién es la más piadosa? La misma Nicolasa respondió: “¡Yo más que ninguna!”.

Por último, preguntó la profesora: “¿Y quién es la niña más tonta?” Entonces todas las otras niñas al unísono respondieron: “¡Nicolasa!”

La perfección a la que se debe aspirar es integral, es decir, debe abarcar los diversos aspectos de la persona. Por ello no basta con ir perfeccionando la inteligencia, sino que es preciso que le acompañe también la virtud, en especial, de la caridad. San Pablo nos recuerda que ya podríamos conocer todos los misterios y toda la ciencia, pero si no tenemos caridad, nada somos. Pensemos si no seremos algo gnósticos en nuestro pensar y obrar.

 

3)   Para vivir

Se trata, pues, de saber, pero para servir mejor a los demás, como dice el Papa Francisco, “eso que creemos saber debería ser siempre una motivación para responder mejor al amor de Dios, porque se aprende para vivir: teología y santidad son un binomio inseparable” (Ibid., n. 46).

San Josemaría nos lo recuerda: “No es suficiente que seas sabio, además de buen cristiano. ‑Si no corriges las maneras bruscas de tu carácter, si hace incompatibles tu celo y tu ciencia con la buena educación, no entiendo que puedas ser santo. ‑Y, si eres sabio, aunque lo seas, deberías estar amarrado a un pesebre, como un mulo.” (Camino, n. 350).

 

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