“Alegraos y regocijaos” (6). Cuando no tener es más

1) Para saber

Todos estamos de acuerdo en querer ser felices. Sin embargo, no siempre sabemos cómo conseguirlo. El Papa Francisco ha recordado que la santidad nos lleva a la felicidad. Pero aún cabría preguntarse: ¿cómo puedo conseguir esa santidad que es felicidad? ¿Cómo se le hace para ser buen cristiano? En la ocasión pasada veíamos que no basta con “no matar y no robar” para ser santos. Ahora el Papa Francisco nos dice que lo más iluminador para ser buen cristiano es ir a las palabras de Jesús. La respuesta está en el Sermón de las bienaventuranzas. La misma palabra “bienaventuranza” es sinónimo de “feliz” y de “santo”.

En el capítulo tercero de la Exhortación Apostólica “Alegraos y regocijaos”, el Papa explica las bienaventuranzas, recordándonos que no son fáciles de vivir, pues van en contracorriente a muchas costumbres que se han adquirido hoy en día. No obstante, es posible vivirlas con la ayuda del Espíritu Santo que nos puede liberar de la debilidad de nuestro egoísmo, comodidad y el orgullo (cfr. n. 65).

2) Para pensar

La primera bienaventuranza nos dice: “Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Es una invitación para reconocer en dónde tenemos puesto el corazón, en dónde está la seguridad de nuestra vida: si está en Dios o en las criaturas. Porque si tenemos el corazón lleno de cosas, no dejamos lugar para el Señor.

En la biografía de San Macario se cuenta que fue un hombre muy feliz los casi cien años que vivió. Le hacía honor a su nombre que significa “feliz”. Decía que tenía mucha juventud acumulada, o como dice un refrán: “El corazón no envejece, el cuero es el que se arruga”. Se caracterizó por vivir la pobreza. Abandonó sus bienes y quiso vivir sólo con lo indispensable. En una ocasión, siendo anciano y con varias dolencias, iba con un compañero a la orilla del río Nilo. En eso se cruzó un pelotón de soldados, los cuales se quedaron impresionados al ver la alegría que tenían. Uno de ellos comentó: “Es curioso cómo ese par de viejos descuadernados son tan felices en medio de su pobreza”. Macario los oyó y le contestó: “Hermanos soldados, ustedes tienen razón en llamarnos hombres felices, como lo atestigua nuestro nombre de Macario. Somos felices porque despreciamos la riqueza, ustedes viven desasosegados porque son sus servidores”. El capitán se quedó con aquella espina clavada, hasta que decidió seguir una vida semejante.

Pensemos en dónde tenemos puesta nuestra seguridad, por si acaso no estaremos impidiendo que entre el Señor en nuestras vidas.

3) Para vivir

El Papa nos recuerda “la santa indiferencia” que proponía san Ignacio de Loyola con la cual se alcanza la libertad de espíritu. Se trata de ser indiferentes a las cosas creadas, de tal manera que las tengamos o no las tengamos, no perdamos la paz y la alegría. Así tengamos salud o enfermedad, pobreza o riqueza, vida larga o corta, no nos debiera inquietar nada. De modo similar San Josémaría nos invita a vivir sin inquietarnos, dando gracias a Dios “porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes… Dale gracias por todo, porque todo es bueno” (Camino n. 268).

 

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