Francisco

Ser una iglesia doméstica


1) Para saber

Hace días hubo una acción heroica de un empleado del sistema de metro en los Estados Unidos. Sucedió en la estación que está a las afueras del Oakland Coliseum. Al terminar un partido, en la estación había muchos aficionados. Uno se despistó y cayó en la vía pocos instantes antes de que pasase el convoy del metro. En eso, John O’Connor, un supervisor de transportes, actuó con celeridad y logró rescatar a la persona justo antes de que fuese arrollada por el metro.

La acción heroica de John O’Connor dio vuelta al mundo. El equipo de fútbol americano de los Raiders decidió dedicarle el siguiente partido y darle un homenaje reconociéndolo como un héroe local.

Este empleado supo reaccionar poniendo en peligro su propia vida. De modo semejante, podemos pensar que cada uno ha de saber responder a los requerimientos que se le presentan a diario. No suelen ser actos extraordinarios y heroicos, sino pequeñas exigencias de nuestros deberes, donde se espera nuestra respuesta honrada y generosa. El papa Francisco recordó que desde el principio del cristianismo fueron los laicos los que, por su bautismo, supieron sentirse responsables para vivir y propagar su fe.

2) Para pensar

Siguiendo con su reflexión sobre los Hechos de los Apóstoles, el papa Francisco recordó que san Pablo, después de su estancia en Atenas, se dirigió a Corinto, ciudad comercial y cosmopolita. Ahí encontró hospitalidad por el matrimonio de Áquila y Prisca (o Priscila). Estos esposos demostraron tener un corazón lleno de fe en Dios y generoso con los demás. Su sensibilidad los llevó a olvidarse de sí mismos para practicar el arte cristiano de la hospitalidad. Supieron acoger el anuncio del Evangelio de Cristo, como esa “fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree”. Su casa se impregnó del perfume de la Palabra viva que vivifica los corazones.

Áquila y Prisca son modelos de una vida conyugal responsablemente comprometida al servicio de toda la comunidad cristiana. Nos recuerdan que, gracias a la fe y al compromiso de evangelización de tantos laicos como ellos, el cristianismo ha podido llegar hasta nosotros. Para que la fe arraigue en los pueblos, Dios se ha valido del compromiso de estas familias. Pensemos si nuestro hogar irradia nuestra fe.

3) Para vivir

El papa se dirigió a los casados, invitándolos a escuchar cuál es su vocación, para que, a ejemplo de Áquila y Prisca, sean “la verdadera escultura viviente” de Dios, es decir, sean imagen del amor de Dios por todos. Dios llegará a muchas personas gracias a ellos desde sus hogares que se convertirán en “iglesias domésticas” o “casa de la Iglesia” (o ‘domus ecclesiae’). Pero no por la manera en que está decorada, sino por la fe y caridad que desde ahí se irradia.

San Pablo recordará agradecido en su Carta a los Romanos: “Saludad a Prisca y Áquila, colaboradores míos en Cristo Jesús. Ellos expusieron sus cabezas para salvarme. Y no sólo yo lo agradezco, sino también todas las Iglesias de la gentilidad” (16:4).

El papa Francisco nos invita a rezar a estos dos santos: Áquila y Prisca, para que enseñen a nuestras familias a ser como ellos: una iglesia doméstica desde donde la fe crezca.

 

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